Arabella Nylund Semperoper18

 

Discreta velada

Dresde. 13/12/2018. Semperoper. Strauss: Arabella. Camilla Nylund, Bo Skovhus, Martin Winkler, Christa Mayer, Katharina Konradi, Thomas Blondelle, Patrick Vogel y otros. Dir. de escena: Florentine Klepper. Dir. musical: Asher Fisch.

Regresaba a las tablas de la Semperoper de Dresde la producción de Arabella que ya pudo verse aquí mismo en 2014, bajo la batuta de Christian Thielemann y procedente entonces del Festival de Pascua de Salzburgo. Al destacado cartel de aquellos días, con Harteros y Hampson al frente, le sucedía ahora un reparto sin duda menos sonado aunque francamente solvente, encabezado por Camilla Nylund y Bo Skovhus. La primera, si bien con un timbre algo menos brillante que en recientes ocasiones, canta con suma facilidad este repertorio, donde suena estilosa y pulcra, aunque un tanto taimada en lo expresivo. Tampoco la producción de Klepper ayuda precisamente a que la expresividad de la protagonista gane enteros.

Sorprendió, en cualquier caso, la réplica de Skovhus como Mandryka. Sus medios más bien limitados, casi líricos, alejan la parte de la rotundidad, casi brusquedad, a la que nos tienen acostumbrados otros barítonos de mayor pujanza (pienso por ejemplo en Michael Volle, a día de hoy). Pero Skovhus supo hacer de la necesidad virtud, componiendo a la perfección un personaje cuajado de contradicciones, tan timorato como bravucón, culpable en fin conforme se resuelve el enredo al final de la representación. Más convincente de lo esperado, en suma, la labor de Skovhus.

Del resto del elenco, más bien discreto, sorprendió en todo caso la espléndida resolución de Katharina Konradi como Zdenka. Ya habíamos tenido ocasión de deslumbrarnos con su hacer el pasado verano en la Schubertíada de Vilabertran y Konradi confirmó aquí no solo su insultante facilidad en el apartado vocal sino también su sorprendente desenvoltura escénica. Sin duda, una de las voces jóvenes a seguir en el panorama lírico de nuestros días.

En el foso, por fortuna, siempre nos queda el extraordinario sonido de la Staatskapelle de Dresde, con ese color tan genuino. Y es que la batuta de Asher Fisch quedó muy lejos de resultar si quiera estimulante. Cuadrado en exceso con los tiempos, a menudo incapaz de moderar los decibelios, firmó una Arabella un tanto ramplona, algo que roza el crimen cuando hablamos de una música tan hermosa e inspirada como esta, fruto de la última colaboración de Richard Strauss con Hugo von Hofmannsthal como libretista.

Como ya apuntaba, la produccion de Florentine Klepper, más allá de una estética por momentos estilizada, que busca recrear el esplendor de otros tiempos, no ofrece nada sustancioso en el apartado dramático. Una mera recreación literal, y a decir verdad poco enjundiosa, del libreto.