La Forza del Brexit
Londres. 02/04/2019. Royal Opera House. Verdi: La forza del destino. Anna Netrebko, Jonas Kaufmann, Ludovic Tézier, Ferruccio Furlanetto, Veronica Simeoni, Alessandro Corbelli y otros. Dir. de escena: Christof Loy. Dir. musical: Antonio Pappano.
En un Londres marcado por un Brexit atorado ha tenido lugar uno de los eventos más destacados de la presenta temporada lírica. Y es que la Royal Opera House ha logrado reunir de nuevo sobre un mismo escenario a dos de las voces más relevantes de nuestros días, la soprano rusa Anna Netrebko y el tenor alemán Jonas Kaufmann. Y no solo eso, rodeados además por solistas de las talla de Ludovic Tézier y bajo la batuta de Antonio Pappano. Netrebko y Kaufmann no habían vuelto a cantar juntos desde hace una década, cuando en enero de 2008 protagonizaron unas funciones de La traviata precisamente en el Covent Garden. Diez años es mucho tiempo en términos vocales y esta Forza del destino nos ha puesto ante la evidencia de dos solistas que poco tienen ya que ver con los de 2008.
Imperial la soprano rusa en su debut como Leonora di Vargas: voz amplia, pastosa, de emisión firme, segura y dúctil. Más allá del sonido un tanto cavernoso del grave, Anna Netrebko se impone por su carisma, por el magnetismo que irradia cada vez que aparece en escena. Sin necesidad de ser una actriz extraordinaria, que ciertamente no lo es, logra instantes de una teatralidad genuina. Hay una gran autenticidad en el canto de Netrebko, quien demuestra una entrega formidable. No en vano los momentos más sublimes de la noche tuvieron lugar con ella presidiendo la escena: "La vergine degli angeli" y "Pace, pace mio Dio". La soprano rusa va desgranando poco a poco los nuevos roles que incorpora a su repertorio. Sorprendió hace ya algunos años cuando se atrevió con Lady Macbeth, pero es evidente que hay un camino trazado: llegó después Aida, ahora Leonora, ya está en agenda la Elisabetta de Don Carlo... Este insolente y pleno debut como Leonora di Vargas da buena prueba de la inteligencia y saber hacer de Netrebko con su carrera.
Si hay una palabra que sirva para caracterizar el Don Álvaro de Jonas Kaufmann esa es seguridad. Enorme firmeza la de su recreación del personaje, que parece haber estudiado al milímetro, tras su debut muniqués con la parte en 2013. Son muy de agradecer las abundantes inflexiones dinámicas y guiños al texto que Kaufmann contempla en su interpretación, yendo más allá de la clave spinto a la que suele reducirse el papel. Su Don Alvaro tiene un aire contemplativo y triste, muy bien caracterizado en la producción de Loy. Su escena principal ("La vita è inferno... Oh tu che in seno...") salió a pedir de boca, impecable y espectácular.
Ludovic Tézier fue todo un lujo en la parte de Carlo di Vargas. Voz plena, sonora y homogénea, en manos de un fraseo vigoroso y entregado. Además Tézier confluye con Loy en un retrato visceral y violento de un personaje que parece haber perdido todo rastro de nobleza. Junto con Carlos Álvarez, Tézier es sin duda el gran barítono verdiano de nuestros días. El veterano Ferruccio Furlanetto aportó impagables dosis de autoridad y nobleza prestando su voz a un severo Padre Guardiano con quien Netrebko logró crear una tensión teatral extraordinaria en sus escenas conjuntas. Nunca he sido un gran defensor de Furlanetto, por esa emisión a veces espurea y ese fraseo a menudo gruñón, pero en esta ocasión me quito el sombrero ante su oficio. Veronica Simeoni fue una Preziosilla muy convincente, quizá más por su desenvoltura escénica que por su solvencia vocal.
Completaba el plantel un conjunto ejemplar de solistas: Alessandro Corbelli bordando la parte de Fra Melitone, con una vis cómica impagable; el legendario Robert Lloyd, al borde de los ochenta años ya, convincente como Marqués de Calatrava; el simpar Carlo Bossi recreando un Trabucco de muchos quilates; y Roberta Alexander exhibiendo un instrumento que ya quisieran muchas colegas más jóvenes.
Refinado trabajo en el foso de Antonio Pappano, elevando el nivel de la orquesta titular del teatro, que tendía a sonar algo taimada, si bien implicada y ajustada a los propósitos de la batuta. Estos no eran otros que teatralidad y lirismo a raudales. Pappano subraya una y otra vez las segundas lineas melódicas que a menudo pasan desapercibidas en esta inspirada partitura verdiana. La suya es una lectura intensa, con instantes de una lograda belleza, cargados de poesía, pero sin perder nunca de vista la tensión teatral, que preside toda la velada. Fantástico el coro de la Royal Opera House.
Christof Loy, con este trabajo estrenado en Ámsterdam en 2017, firma una inteligente propuesta escénica que consigue escapar del torpe realismo que tantas veces se ha dado de bruces con la dramaturgia de esta partitura. Loy es, de hecho, uno de los pocos directores que parece decidido a hacer algo convincente con esas escenas irritantes de Preziosilla, aquí convertida en una suerte de Oscar (Un ballo in maschera), algo así como una maestra de ceremonias que hace soportables los pasajes menos inspirados del genio de Busseto. Al margen de esto, Loy opta por traducir de una manera muy austera dos elementos clave en la obra, la violencia y la espiritualidad. Es una opción arriesgada porque podría dar la impresión de desnaturalizar la obra en sus principales rasgos, pero lo cierto es que funciona, no tanto por el codigo visual, que es poco estimulante, como por la dirección de actores, que es detallada y por momentos brillante -aunque sea evidente e inexplicable la torpeza en la escena final, cuando muere Leonora-.