Meistersinger Berlin19 Bernd Uhlig Mazura

Memorable 

Berlín. 18/04/2019. Staatsoper Unter den Linden. Festtage. Wagner: Die Meistersinger von Nürnberg. Wolfgang Koch, Matti Salminen, Julia Kleliter, Burkhard Fritz, Siyabonga Maqungo, Katharina Kammerloher, Graham Clark, Adam Kutny, Martin Gantner, Jürgen Linn, Siegfried Jerusalem, Reiner Goldberg, Florian Hoffmann, Arttu Kataja, Franz Mazura, Olaf Bär, Erik, Rosenius. Staatskapelle de Berlin. Dir. de escena: Andrea Moses. Dir. musical: Daniel Barenboim.

En raras ocasiones todo se conjuga para rozar la perfección. Es lo que ha sucedido con estos Meistersinger en el transcurso de la Festtage berlinesa de 2019, en la Staatsoper Unter den Linden. Se reponía en escena una producción firmada por Andrea Moses y estrenada en 2015, en ocasión entonces del veinticinco aniversario de la reunificación de Alemania. Se trata de una espléndida e inteligente propuesta, que propone una reflexión abierta sobre el sentido y proyección de la nación alemana, cuyo espíritu, de tener algún sentido, debería tenerlo a partir de la cultura, la única de su tradiciones que verdaderamente debiera ser reverenciada. La producción de Moses tiene muchos aciertos -infinidad de pequeños detalles, con una dirección de actores detalladísima- y se posiciona sin duda como una de las mejores propuestas que hayamos visto para los Maestros cantores. Para empezar sacude la ópera de ese regusto bávaro tan marcado, que a menudo arrastra incluso su código estético. La acción se traslada así al Berlín contemporáneo, cuya reconstrucción sigue en marcha y no está exenta de polémicas (al fondo del escenario, en la última escena, el Palacio Imperial, una referencia nada casual). Hay alusiones sarcásticas al judaismo, ironías sobre la complicidad con el dinero de los jeques árabes y sus patrocinios, etc. En suma, una producción inteligente y llamada a reponerse durante largo tiempo.

Ya en 2015, cuando tuvo lugar su estreno, la producción de Moses -con Barenboim detrás- tenía la genial idea de reunir a varios representantes de generaciones doradas de intérpretes wagnerianos, desde Franz Mazura (¡95 años recién cumplidos!) hasta Graham Clark pasando por Siegfried Jerusalem u Olaf Bär, entre otros. De tal manera que la representación misma se convierte en un homenaje a esa propia tradición interpretativa, tributando Barenboim y su Staatsoper un sentido reconocimiento a todos esos artistas cuya contribución, aunque testimonial y breve, termina siendo impagable. Todos ellos han repetido en estas funciones de 2019, pero emociona especialmente el caso del citado Mazura, toda una institución, capaz de retener aun un magnetismo escénico increíble. Tuvimos la suerte, además, de que para estas funciones se sumó a última hora la gran figura de Matti Salminen, reemplazando a Kwagnchul Youn. Salminen cantó con una humanidad, con una grandeza... qué manera tan increíble de decir su texto como Pogner, qué color aún el de su instrumento, cuando ya está de algún modo retirado de los escenarios, a punto de cumplir los 75 años de edad. Admirable.

El resto del elenco vocal rindió a gran altura, sobre todo el espléndido Hans Sachs de Wolfgang Koch, cuya humanidad y cercanía asombran, con una capacidad inaudita para decir el texto, con una sensibilidad verdaderamente inspirada. Burkhard Fritz no fue una gran Walther, aunque puso todo su empeño y terminó convenciendo a base de entrega, si bien sus medios vocales andan algo mermados. Lo mismo cabe decir de la Eva de Julia Kleiter, quien sin poseer un gran instrumento, logró cuajar una interpretación muy redonda, muy comprometida con el retrato de su personaje que plantea la producción de Moses. Agradable sorpresa el David del tenor sudafricano Siyabonga Maqungo. Y fantástico, por último, el Beckmesser del gran Martin Gantner, descollante en lo vocal y desternillante en lo escénico. Fantástico. Mención también para el joven Erik Rosenius como Nachtwächter, una voz a seguir.

En el foso, al frente de una increíble Staatskapelle de Berlín, el maestro entre los maestros, Daniel Barenboim firmó una versión musical apabullante, de una fluidez teatral que epataba, con momentos de una intensidad y una belleza sobrecogedoras. Barenboim no se contempla en la partitura, buscando su propio lucimiento, sino que acomete el desarrollo de la función en constante interacción con el escenario, tanto con los cantantes como con el texto. El resultado es una recreación en la que la música parece verdaderamente al servicio de la palabra. Intensidad, sensibilidad, belleza, hondura, transparencia... todo lo que pudiera esperarse de unos grandes Maestros estuvo esta vez en el foso de la Staatsoper de Berlín, con un Barenboim grandioso y verdaderamente memorable. Salimos del teatro conmovidos, sonrientes, vivificados, reconfortados.