Romeo Julieta Liceo 

Los frutos sabrosos

Barcelona. 03/04/2016, 20:00 horas. Liceu. P. I. Chaikovsky. Romeu y Julieta: Obertura-Fantasia. S. Prokofiev: Suite de Romeu y Julieta (Selección de las Suites núm. 1 op. 64-bis y núm. 2 op. 64-ter): Montescos y Capuletos. La joven Julieta. Máscaras. El Padre Laurence. Muerte de Tybaldo. H. Berlioz: Romeo y Julieta: Simfonía dramática, op. 17: Escena de amor. L. Bernstein: Danzas sinfónicas de West side story: Prologue (Allegro Moderato), Somewhere (Adagio), Scherzo (Vivace e leggiero), Mambo (Meno presto) Cha-cha (Andantino con grazia), Meeting scene (Meno mosso), Cool Fugue (Allegretto), Rumble (Molto Allegro), Finale (Adagio). Josep Pons (dirección). Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. 

Segundo de los conciertos sinfónicos “En torno a” que ha presentado la Orquesta del Liceu con Josep Pons a la batuta y que han tenido una doble función: La primera servir de colchón temporal acabadas las funciones del inolvidable Götterdämmerung, donde la orquesta ha sido la gran protagonista, con el permiso de la inmensa Iréne Theorin, para ofrecer a posteriori ese primer concierto en torno a Wagner y el cine que tan buen sabor de boca dejó al espectador del Liceu (ver. crítica). Y segundo, reivindicar el trabajo de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceu, quienes ya desde el impactante trabajo realizado con el Benvenuto Cellini de Berlioz y con la mencionada última jornada del Ring, se están rebelando por fin como un conjunto orquestal con voz y personalidad propias, merced de un relevo generacional evidente y unas incorporaciones y asistencias de nuevos y jóvenes valores que le están insuflando a la orquesta una nueva vida y un sonido cada vez más redondo y fresco. Con este segundo concierto. basado en los temas de Romeo y Julieta desde la creación sinfónica, con una primera parte basada en el corpus ruso de Chaikovsky y de Prokofiev y una segunda con el siempre sofisticado trabajo orquestal de Berlioz y la irresistible fuerza rítmica del Bernstein de West Side Story, se presentó un programa ambicioso y muy atractivo donde las mieles no se llegaron a rozar. Sin embargo, el concierto tuvo varios puntos de interés y dio nuevas muestras de la mejora in crescendo de una formación que por fin ve fructificar el trabajo y resultados buscados y prometidos por su batuta titular, Josep Pons.

Un inicio no muy afortunado, donde dio la sensación de estar más ante un ensayo que ante el concierto en sí, con una Obertura-Fantasía de Romeo y Julieta que comenzó inexacta y borrosa, continuo con unos violines demasiado blandos y poco homogéneos y continuó con la falta de vuelo lírico esencial en el romanticismo exacerbado de Chaikovsky, para llegar a un clímax final donde solo brilló a destellos la sección de metales. Con la selección de cinco de las diez piezas de la celebérrima Suite de Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev, mejoró la prestación orquestal general con un inicio más conjuntado donde destacó el carácter marcial impuesto sobretodo por una sección de violas, chelos y contrabajos que ganó la partida a unos violines de sonoridad poco compacta. Brilló también el trabajo de los vientos, metales y percusión, de nuevo más presentes que las demás secciones tanto en la juguetona Máscaras como en el lirismo ensoñador de La joven Julieta. Finalizó la primera parte con una Muerte de Tebaldo digna y encauzada con mano firme por la batuta atenta de un Josep Pons muy implicado. No fueron muy onerosos los aplausos todo hay que decirlo, si la sala presentó unos tres cuartos de público, este no pareció muy empático ni con el resultado orquestal, mejorable, ni con la calidad de un programa hecho a medida para el disfrute del espectador. 

Una contrastada segunda parte se inició con el vaporoso trabajo de la escritura orquestal, siempre refinada y rica en cromatismos, de la escena de amor del Op. 17, Sinfonía dramática: Roméo et Juliette de Hector Berlioz.  Se pudo percibir la búsqueda de Josep Pons y resolución en cierta medida, de extraer una profundidad expresiva de la orquesta, delineando las diferentes secciones y construyendo un sonido idílico y seductor. De nuevo brilló la sección de chelos y contrabajos, con una articulación muy inspirada que ayudó a conseguir matices de noble resultado. Esta hedónica pieza sirvió de preludio a lo que se convirtió en la obra estrella de la velada, la rítmica y contagiosa Danzas sinfónicas del West Side Story de Leonard Bernstein. Se notó aquí el trabajo y energía conjunta de la orquesta y la batuta de Pons, con una teatralidad hasta entonces insinuada pero aquí presente y viva. De nuevo la percusión, protagonista de la obra, brilló junto al espíritu cinematográfico y sinestésico de una partitura que se materializó en el imaginario colectivo con el tema dulce y pegadizo del Somewhere, pero sobretodo con un Mambo y un Cha-cha chispeantes y de verdadero ritmo danzable. Los músicos de la orquesta, visiblemente implicados, siguiendo el ritmo contagioso de la partitura extrajeron un sonido extrovertido y luminoso, para dejar la mejor sensación de su capacidad orquestal con una obra que se reivindica a si misma como fresco sonoro de irresistible factura. Bravo por iniciativas como la presente, porque una orquesta ha de refinar su sonoridad y mostrarla a su público con ejercicios orquestales como el reseñado, donde se puede poner cara a los instrumentistas, normalmente ocultos en el foso durante las óperas, para hacer partícipe al aficionado, el nuevo público o al abonado de un trabajo conjunto que lo único que busca es mejorar y mostrar los frutos sabrosos de horas y horas de ensayo. El camino está marcado, el futuro es esperanzador y los resultados, poco a poco y paso a paso, parecen indicar que por fin el Liceu tendrá una orquesta de la que se podrá estar orgulloso.