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Salvar la trama

Barcelona. 14/05/19. Gran Teatre del Liceu. Dmitry Korchak (Nadir), Olga Kulchynska (Léïla), Borja Quiza (Zurga), Federico de Michelis (Nourabad). Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dir. Coro.: Conxita García. Dir. Mus.: Yves Abel. Dir. Esc.: Lotte de Beer.  Producción del Theater an Der Wien.

Salvar la trama, esto es, justificar un argumento flojo y poco creíble como es el libreto de esta bonita ópera de Bizet, con una producción moderna e imaginativa, es lo que ha hecho y ha primado en el trabajo de la directora de escena holandesa Lotte de Beer. En su debut liceista hay que reconocerle la audacia y lo sorprendentemente bien que casa este argumento de amores en conflicto en un entorno imaginativo y exótico en la antigua Ceilan, con un moderno “Supervivientes”, programa de telerrealidad que ahora mismo se está emitiendo ¡en su 14ª edición!, por Mediaset. 

Como avispada dramaturga, de Beer consigue hilvanar el libreto y fijar un universo visual de telebasura situada en una playa exótica, una iconografía muy actual y en la mente de muchos, de manera orgánica e inteligente. El problema es que por primar el trabajo escénico, con un buena dirección de actores, equipo y una vistosa solución para el coro, es la música de Bizet, principal tesoro de esta partitura, lo que más se resiente y por ende acaba por ser una trabajo, triste paradoja, que en su resultado final acaba por ser antimusical. 

No antimusical por la aportación solista de los cuatro protagonistas, a los que hay que alabarles su compromiso profesional con la dramaturgia, su entrega y su calidad musical indiscutible. Pero si antimusical en el sentido que tanto ruido visual, en medio de cables, grabaciones de cámara, grupos de técnicos que van de un lado al otro del escenario…despista demasiado mientras se van desarrollando los hits de la ópera, como el precioso y popular dúo de Nadir y Zurga. Así, el público que no conoce esta partitura puede verse superado por el horror vacui escénico y perder el poder disfrutar de un dúo que en el fondo es lo más famoso de la ópera.

La escenografía imitó un set de TV montado en medio de una playa exótica, detrás de la escena, se alternó una pantalla gigante semicircular con proyecciones del programa y su conocida imaginería de reality show y en los numerosos momentos corales, se podía ver un edificio en plan colmena, dividido en 15 estancias, simulando 15 apartamentos de un edificio de viviendas. Estos vecinos son los que están viendo el supuesto reality en vivo desde su casas por la TV, que a la vez son los miembros del coro que pueden ver las indicaciones del director musical, un hábil y delicado Yves Abel.

Seguramente sea el coro el que peor salga parado de esta artificiosa puesta en escena. El hecho de separarlos en quince estancias compartimentadas y situarlos en el fondo del escenario, a pesar del logro visual y su cinematográfica resolución, dificultó mucho una partitura compleja por sus numerosos números, pues en esta ópera el coro es un quinto personaje. 

Conxita García, quien siempre firma un trabajo impecable con el coro tuvo aquí un trabajo extra que no compensó un resultado irregular. Puntuales entradas inexactas, momentos de falta de coordinación y unas sopranos que cada día reclaman más una renovación necesaria dieron todo lo que pudieron, pero en esta producción, cuadrar el coro es algo que se diría supera el reto de lo posible.

El maestro canadiense Yves Abel volvía después de diez años de ausencia, su última ópera aquí fue en la temporada 2009/2010 con La Fille du règiment. Abel, encargado de dirigir por primera vez en la historia del Liceu esta ópera en su idioma original en francés, también se preocupó de dosificar una partitura sofisticada, de sugerentes colores, instrumentación e interesante trabajo harmónico, que muestran al joven Bizet de 24 años, como el dotado compositor que ya era. Dirigió una versión crítica que recuperó la cabaletta del dúo Nadir/Zurga, sin cortes en los extensos dúos de Léïla/Nadir y Lëïla/Zurga y recuperó el final original de Bizet, sin el tradicional trío final que escribió Benjamin Godard y que solía ser el utilizado. 

Yves Abel se preocupó de buscar un sonido acorde al sensorial mundo exótico de un imaginario Ceilán desde el mundo sonoro de Bizet. Buscó la creación de atmósferas con unas cuerdas expresivas, con colores y dinámicas, y consiguió con elegancia reivindicar la hermosa instrumentación con unos sugestivos vientos, unos metales algo irregulares y la pintoresca percusión que incluye pandereta, triángulo, bombo, platillos y timbales. Cuadró como pudo los momentos de tutti con el coro y los solistas, pero en medio del todo el barullo escénico, dejó muestras de finura desde el podio como en el aria Léïla o el celebérrimo Je crois.

Dmitry Korchak fue un Nadir impecable, de bonito y generoso timbre, con valientes acentos en el registro agudo y un fraseo de gran clase. Bordó su icónica aria con delicado uso de la mezza di voce y recordó al gran Gedda, ilustre colega de cuerda y todo un Nadir de referencia. A su lado, el debut de Olga Kulchinska (Kiev, 1990) como Léïla fue también notable. La soprano ucraniana, ganadora del tercer premio del Concurso Viñas en 2016, mostró un instrumento rico en harmónicos, de pulposo timbre y atractivo color, centro opulento y agudos refinados. Mostró una correcta dicción y una seductora expresión que casó a las mil maravillas con el Nadir de Korchak.

El barítono gallego Borja Quiza volvía al Liceu después de su última actuación aquí como Figaro de Mozart en la temporada 2008/9. Con una voz más plena, de registro compacto y seguro, ofreció un Zurga actoralmente muy comprometido al que le faltó mayor búsqueda de colores en un fraseo demasiado monocorde. Por último, el debut liceísta del bajo-barítono argentino Federico de Michelis como Nourabad cumplió con corrección vocal y estilo para destacar como presentador del reality en un trabajo exigente del que salió más que airoso.