Anja Harteros Borggreve 

Yo la escuché en...

Zúrich (30/06/2019) Opernhaus. Verdi: La forza del destino. Anja Harteros (Leonora), George Petean (don Carlo di Vargas), Yonghoon Lee (don Alvaro) Wenwei Zhang (Padre Guardiano), Elena Maximova (Preziosilla). Coro de Ópera de Zúrich. Philharmonia Zürich. Dirección de Escena: Andreas Homoki. Dirección musical:  Fabio Luisi.

Una de las cosas que siempre más me han molestado en conversaciones con melómanos ha sido cuando alguno recuerda aquella representación donde Kraus hizo esto o Pavarotti aquello. O el cómo cantaba menganita, que conjunción lograba con su papel, o la dirección de fulanito, irrepetible. Son como viejos cazadores que rememoran antiguas aventuras, casi siempre exageradas y donde el cuerno del rinoceronte abatido siempre mide medio metro más de lo normal. Esto, unido al típico “ahora nadie canta igual”, me ha exasperado más de una vez. Pero, desgraciadamente, me estoy viendo abocado a ser un nuevo miembro de ese grupo tantas veces denostado, proclamando a los cuatro vientos: “Yo escuché a Anja Harteros cantando…”. hoy toca la Leonora de la Forza. Y es que, invariablemente en cada función que he visto a la soprano germana, casi siempre en un papel que no le conocía, Harteros se ha convertido en la reina de la noche, haciéndoles sombra, con seguridad sin quererlo (no conociéndola, su lenguaje corporal, casi siempre al saludar al final de una función, denota humildad y ausencia de divismo) a compañeros y compañeras de primera línea. Además, aunque personalmente creo que el compositor con el que mejor se entiende es Strauss, su extraordinario trabajo brilla en repertorios muy diferentes.

En esta ocasión en una obra de madurez como es La forza del destino de Giuseppe Verdi. No sólo comprende el papel a la perfección, consiguiendo que el espectador se identifique con su tragedia personal (cuando es tan difícil sentir empatía con el drama del Duque de Rivas y, consecuentemente con el libreto de Francesco Maria Piave) sino que deslumbra con un canto bellísimo, de una ductilidad arrebatadora, completamente dosificado y que pasa del susurro a la expresión exaltada (nunca vulgar) con una facilidad pasmosa. Su agudo es poderoso aunque, hay que reconocerlo, en algún momento puntual denota cierta fatiga y sigue teniendo un grave muy difícil de encontrar en cantantes de su cuerda. Y luego está ese fiato espectacular, marca de la casa, que te transporta no sé si a otra época o a otra galaxia. ¿Principales hitos de la representación? Todas sus intervenciones, pero por destacar algo quizá un Pace, pace mio Dio! inolvidable. 

Hay que intentar no comparar y olvidarse de Harteros al repasar el resto del reparto, que en general cumplió las expectativas. George Petean en un estupendo barítono verdiano que volvió a demostrar que sabe como cantar con clase este papel. Aparte de su indudable implicación dramática como el vengativo don Carlo di Vargas, está el buen trabajo en toda la tesitura, siempre manteniendo esa línea musical tan propia de Verdi y que a veces es tan difícil de encontrar. El timbre es muy agradable y sus intervenciones fueron de lo mejor de la noche. Especialmente acertado estuvo en Urna fatale y en el famoso dúo-duelo con don Álvaro. Este, el otro gran protagonista de la obra, lo defendió el surcoreano Yonghoon Lee que, como siempre lució una voz de una potencia enorme (aún más evidente en un teatro pequeño como el de Zúrich) y una proyección extraordinaria. Aunque su fuerte es el agudo, que suena limpio y squillante, intenta que sus medias voces resulten convincentes, cosa que consigue a medias. Como actor no brilla pero cumple. Una vo

z peculiar la de Wenwei Zhang que debutaba en el doble papel de Marqués de Calatrava y Padre Guardiano. Su voz suena, para mi gusto, demasiado atrás, lo que produce un sonido entubado, poco liberado. Esto lastró unas buenas prestaciones en toda la tesitura. Convenció mucho más Renato Girolami como Fra Melitone, papel donde fue adquiriendo más prestancia y seguridad a lo largo de la representación. No convenció la Preziosilla de Elena Maximova, una voz demasiado irregular para un papel con tantos contrastes. Cumplidor Jamez McCorkle como Mastro Trabuco. Estupendo, una  vez más, el Coro de Ópera de Zúrich que sobre todo en sus cuerdas masculinas demostró su gran calidad.

Si el día anterior Fabio Luisi no estuvo a la altura de su reputación, mejoró bastante en La Forza donde midió mucho mejor los tiempos, dejó a los cantantes respirar, mimó a todos ellos y a la orquesta permitiendo al público disfrutar de la partitura verdiana. Especialmente inspirado estuvo en toda la escena entre don Carlos y don Álvaro donde brotó esa energía y dramatismo que una buena interpretación de Verdi necesita. Mejor también la Philharmonia Zürich, especialmente los solistas de violín y clarinete que estuvieron espléndidos en sus dos solos. 

Andreas Homoki era, como en el Nabucco del día anterior, el responsable de la dirección escénica. Están claras cuáles son sus líneas de trabajo: ausencia de elementos escenográficos, apoyo en un vestuario que hable por si mismo, y una escenografía geométrica en constante movimiento y que puede dar poco (Nabucco) o más (Forza) juego, utilizando siempre un constante trasiego de personajes y coro por todo el escenario. Homoki parecía tener más claro el mensaje que nos quería enviar en esta Forza: transformarla (en lo que fuera posible) en una comedia, donde los personajes secundarios y el coro (estupendo el vestuario y el maquillaje, idea de Mechthild Seipel) fueran el contrapunto cómico a la desgracia de los protagonistas. De hecho tres de ellos (Preziosilla, Fra Melitone y el Mastro Trabuco) parecían personajes de la Commedia del’Arte, interviniendo de manera jocosa (y a veces intempestiva) en la acción, apoyados siempre por un coro que era un elemento más de esa pantomima. Puedes estar de acuerdo o no con esa visión, pero está justificada.

Harteros volvió a triunfar, algo que en ella es habitual, y que a sus incondicionales seguidores, siempre emociona. ¿Echamos de menos que sea más mediática? Quizá nos gustaría que se la conociera más pero también así habría que compartir más la admiración hacia ella, y eso gusta menos.