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Familias disfuncionales

Del presente Festival de Salzburgo de 2019 quizá una de las propuestas más logradas y redondas sea esta Médée de Cherubini, un título subitamente recuperado por varios teatros. El año pasado hizo lo propio la Staatsoper de Berlín, con Sonya Yoncheva en el rol titular, y Salzburgo tenía en mente hacer lo propio este verano, también con la soprano búlgara como protagonista. Pero la legislación austríaca es sumamente estricta en materia de maternidad y riesgos laborales, por lo que Yoncheva se vio obligada a renunciar a este compromiso, aunque estaba determinada a asumir las funciones, a pesar de su avanzado estado de gestación. Sea como fuere, se encontró un buen recambio en la voz de Elena Stikhina, una soprano rusa de poco más de treinta años de edad que viene acumulando éxitos en los principales escenarios europeos, tras hacer lo propio en el Mariinsky de San Petersburgo.

La voz de Stikhina no tiene de momento la personalidad y magnetismo que sí identificamos en otras colegas de cuerda, pero lo cierto es que canta con un arrojo y un convencimiento indudables. No terminé de ver que su voz tuviera ni el color ni la flexibilidad adecuadas para este papel tan emblemático, pero en conjunto su compromiso con la producción y la firmeza de su emisión terminaron por redondear una Médée muy notable. Y es que el principal reclamo de estas funciones era la nueva producción firmada por Simon Stone, quien en septiembre brindará una nueva Traviata en la Ópera de París. Stone había firmado un apabullante Lear de Reimann dos años atrás en la Felsenreitschule, por lo que su trabajo para esta Médée venía precedido de un indudable éxito precedente.

 

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La propuesta de Stone está resuelta con ingenio y destreza, apostado por una radical actualización de esta emblemática tragedia clásica, llevada al cine por Maria Callas con Pier Paolo Pasolini, trayendo su trama al caso concreto de una familia cualquiera, en el entorno inmediato de Salzburgo. La infidelidad del marido precipita la separación, pero ella es extranjera y se ve forzada finalmente a alejarse de sus hijos. Los videos elaborados por el propio Stone, la voz en off de la misma Stikhina relatando sus padecimeintos en al forma de mensajes en el contestador de Jasón... No digo que sea la producción de Medea que me llevaría a una isla desierta, pero sería absurdo negar que está presentada con ingenio y solvencia a partes iguales. Quizá lo más decepcionante es el final, con esa inmolación tan poco creíble en mitad de una gasolinera. La sensación general, al acabar la función, era ambivalente: buenas ideas, aunque un tanto tópicas y precedibles, con una resolución voluntariosa pero irregular. Y sin embargo quizá sea lo más redondo de este año en Salzburgo, como ya antes apunté. 

La gran sorpresa del reparto fue no obstante la desenvuelta Dircé de Rosa Feola, quien cantó el papel con apabullante naturalidad, verdaderamente cómoda y segura con su parte vocal y a todas luces convincente en el plano escénico. Sin duda una voz a seguir de cerca. Decepcionó en cambio el Jason de Pavel Cernoch, muy lejos de su convincente Serguei en la Lady Macbeth de Shostakovich escenificada en París, esta misma temporada. La voz sonó aquí demasiado pálida, un tanto menguada, y a su fraseo le faltó garra. Aunque algo falto de profundida, cumplió con creces el Créon de Vitalij Kowaljow y sonaron muy eficaces las voces Alisa Kolosova, Tamara Bounazou, Marie-Andrée Bouchad-Lesieur y Amira Casar, cerrando el reparto de la velada.

Quizá lo más interesante de la velada sucedió no obstante en el foso, con Thomas Hengelbrock al frente de la Filarmónica de Viena, limando en sus atriles ese sonido tan extremadamente brillante y un tanto impropio para este repertorio. Hengelbrock logró un sonido más árido y expresivo, menos contemplativo; sin duda más volcado en la acción que en la contemplación, con un gran dinamismo y una teatralidad de primera.

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