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El humor es vida

Sevilla. 19/10/2019. Teatro de la Maestranza. Donizetti. Don Pasquale. Carlos Chausson (Don Pasquale), Joan Martín-Royo (Malatesta), Anicio Zorzi Giustiniani (Ernesto), Sara Blanch (Norina). Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección de escena: Laurent Pelly. Dirección Musical: Corrado Rovaris.

Estamos apartando poco a poco el humor de nuestras vidas. La ola de lo “correcto” también llega al humor y todos nos podemos sentir ofendidos por un comentario humorístico, porque, por su propia naturaleza, ese comentario se basa en un ser humano o en una situación que ese ser sufre. Y pese que algunas veces uno mismo puede ser objeto de chanza, y ser víctima de la broma, es imprescindible que nos ríamos de la vida y, sobre todo, de nosotros mismos. Esto no es un axioma, ni algo que haya que aplicar en todo momento, pero sí que creo que debemos reflexionar si no nos estaremos sumergiendo de una manera paulatina e irremediable en “el sentimiento trágico de la vida”. Afortunadamente, de vez en cuando, la chispa salta, y la sonrisa vuelve a nuestros labios. Y estos es lo que ocurrió en la representación de Don Pasquale de Gaetano Donizetti del pasado sábado en el Teatro de la Maestranza de Sevilla. 

En primer lugar dar la enhorabuena al Teatro por presentar, en una situación económica que no es la más boyante por la que ha pasado, unas representaciones de muy estimable calidad musical y artística que otros teatros de más presupuesto envidiarían. Y es que allí donde encabece el cartel Carlos Chausson el éxito está garantizado, por lo menos en lo que a su rol se refiere. El bajo-barítono aragonés sigue siendo, después de su dilatada carrera, un valor seguro en estos papeles de las óperas cómicas de Rossini o Donizetti, en las que se mueve como pez en el agua. Su voz, con perfecta proyección y un volumen más que suficiente, sigue atrayendo por un timbre hermoso, redondo. Luego está el fraseo, esa integración perfecta con su papel, esa tan comentada “italianità”, que te retrotrae a los grandes nombres que han abordado estos personajes. Chausson dibuja un Don Pasquale, que, al final, te cae simpático. He visto cantantes que le dan a su papel un carácter agrio y desagradable. El aragonés no: mantiene siempre, pese a la comicidad de sus gestos, la honorabilidad de Don Pasquale, que más que libidinoso, es un hombre harto del parásito de su sobrino y que busca reverdecer una juventud ya muy lejana. Bravísimo.

A su lado brilló con luz propia Sara Blanch. Fabulosa su recreación de la coqueta Norina. Estuvo estupenda como actriz pero admiró, sobre todo, por una voz de indudable valor y calidad. El timbre es muy atractivo, domina a la perfección un vibrato natural y sus coloraturas fueron óptimas. Bellísima su escena de presentación, esa joya musical de Donizetti que comienza con “Quel guardo il cavaliere in mezzo al cor trafisse…”. Potencia, sonoridad, elegancia en el canto y en el gesto, Blanch es una cantante que tiene mucho futuro. También lució a gran altura el Doctor Malatesta de Joan Martín-Royo. El catalán tiene todos los boletos para hacer también una buena carrera porque defiende su trabajo con una gran valía, sin problema alguna en los pasajes enloquecidos que estas ópera bufas obligan a cantar a sus personajes. Estuvo siempre atento al director y su trabajo actoral también lució en el escenario. Se anunció por megafonía (algo que se había hecho ya en anteriores representaciones) que el tenor italiano Anicio Zorzi Giustiniani se estaba recuperando de un problema de salud. Uno nunca sabe si agradecer el esfuerzo del cantante por cantar con mermadas facultades o exigir al teatro que en estos casos lo sustituya un compañero. Personalmente creo que a quien hace el favor cantando es al teatro, no al público, pero no nos meteremos en esos berenjenales. Yo, como espectador y reseñador de esta función, no puedo obviar que la calidad de su trabajo no es comparable a la de sus compañeros, aunque realmente no se notó mayor dificultad a la hora de cantar, si obviamos algunos agudos bastante destemplados y un timbre que en general sonó poco atrayente. Como actor sí que estuvo esforzado y se integró perfectamente en el conjunto. Simpático y profesional estuvo Francisco Escala en el pequeño papel de Notario. Don Pasquale tiene un coro reducido pero con momentos de lucimiento como “Che interminabile andirivieni! y sin duda los aprovecharon los componentes del Coro de A.A. del Teatro de la Maestranza, uno de los cuerpos estables de este Teatro que siempre es de confiar pues es garantía de buenos resultados gracias a su esfuerzo y la dirección de Íñigo Sampil. 

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¡Cuánto del buen Donizetti atesora esta ópera!. Y qué bien entendió esto el maestro Corrado Rovaris, que ha desarrollado una parte importante de su carrera en EE.UU. pero que conoce a la perfección la música del compositor de Bérgamo. De hecho dirigirá en el Festival Donizetti de la ciudad lombarda (cuya dirección artística recae en otro gran donizettiano, Riccardo Frizza), su Misa de Gloria, obra ahora recuperada. Rovaris levantó un Don Pasquale elegante dentro de su comicidad, con un sonido claro, de amplia paleta de colores y nos hizo descubrir las diversas texturas de una partitura que puede parecer ligera y poco trabajada en otras manos. A este excelente trabajo contribuyó de forma fundamental una espléndida Real Orquesta Sinfónica de Sevilla que, como tantas veces he comentado, es uno de los mejores conjuntos españoles en un foso (actividad que combina con un amplio programa de conciertos). Todos sus componentes demostraron su virtuosismo, pero querría destacar el solista de trompeta que realizó un trabajo impecable en la introducción del famoso Povero Ernesto!

Laurent Pelly es muy astuto. Nada de esta producción (con una buena escenografía de Chantal Thomas, con esa forma semi-cúbica central donde se desarrolla la mayor parte de la acción, y  el excelente trabajo de iluminación de Gary Merder) es nuevo. Todo se ha visto en una u otra producción suya o de un colega con sus mismas ideas: los bailes siguiendo el ritmo de la música, las entradas y salidas, por puertas y ventanas,o el embrollo general en ciertas escenas (necesario por el argumento y perfectamente medido por el director). Pero el el director parisino lo coge todo y crea un trabajo divertido, sencillo, visualmente muy atractivo y tremendamente efectista, que centra en los cantantes la atención del espectador y no se pierde en juegos y actuaciones periféricas que distraen esa atención. Es un hombre de teatro y se nota. No hace falta siempre se original e impactante si los resultados son tan satisfactorios como este.

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