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Rarezas germánicas

Frankfurt. 8/11/2019. Operhaus. Flotow: Martha. Kateryna Kasper (Martha), Gerard Schneider (Lyonel), Katharina Magiera (Nancy), Gordon Bintner (Plumkett). Orquesta y Coro de la Ópera de Frankfurt. Dirección de escena: Katharina Thoma. Dirección musical: Sebastian Weigle.

Me voy a permitir una introducción personal: mi primer libro de ópera y el que me guió por este mundo fue “El libro de la ópera” de José María Martín Triana y que editaba en bolsillo Alianza. Eso y las grabaciones que fui adquiriendo fueron la simiente de lo poco que sé hoy. Entre las óperas que nombraba (y que yo pensé que eran las fundamentales del llamado repertorio) había “rarezas” como Las alegres comadres de Windsor de Nicolai o Martha de Flotow. En cuanto pude me hice con una versión de esta última que cantaba la siempre añorada Lucia Popp. Pero nunca la había visto en directo. Aunque algunos digan que “las comadres” o “Martha” no son tan raras, que se representan en la zona de habla germánica habitualmente (aunque, realmente de habituales no tienen nada, pero vamos a dejarlo ahí), en las programaciones españolas si que son muy difícil de ver. Y como siempre, por mucho que hayas escuchado la música o leído sobre la obra, no hay nada como el directo. Y adelanto que pasé una velada estupenda.

Friedrich von Flotow era un noble que sería un ejemplo de ciudadano de lo que es ahora la Unión Europea. Nacido en Alemania, estudió en París (meca de todo aquel que quisiera hacer fortuna y conseguir fama en la música en el siglo XIX), se empapó de diversas influencias de tantos otros músicos que pululaban por la ciudad y lo transformó todo en una obra que consta de diversas composiciones (algunas en francés) aunque la única que se sigue representando es Martha. El origen de la ópera es un ballet del mismo autor (Lady Harriet ou la servente de Greenwich), pero sería con su estreno en Viena, en 1847 cuando le llegó la fama. La historia, nada original, gira en torno a una noble aburrida de su privilegiada vida y a la que su amiga y confidente propone acudir a la feria de Richmond. Allí (son los tiempos de la reina Ana) se subastan las criadas que trabajarán en cada granja por un año (todo políticamente incorrecto, ya se ve). Las dos aristócratas entran en el juego y en la subasta y son “adquiridas” por dos granjeros que se tratan como hermanos aunque no lo son (uno es adoptado). Cuando las señoritas comienzan a hacer las labores propias de una granjera es evidente que no están preparadas para ello y huyen por la noche con la ayuda de Lord Tristam, un personaje de esos tan abundantes en la ópera que nunca sabes exactamente porque está ahí. Pero el amor ha surgido entre los granjeros y las damas nobles y después varias peripecias de “te quiero, no te quiero”, se demuestra (gracias a un anillo que portaba) que el agricultor adoptado en realidad es hijo del Conde de Derby, y ambos amantes, Lyonel y Martha ya no tienen ningún impedimento social para consumar su amor. Como se ve, nada nuevo bajo el sol del libreto del ochocientos. Tampoco la música de Flotow es arrebatadora, pero sí que contiene melodías de estimable calidad, una orquestación rica, que, llena de influencias, crea un estilo propio de una indudable elegancia y que se escucha con placer.

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Y más si viene servida, como es el caso que comento, de una producción de esas en que funcionan a la perfección foso y escenario. ​Sebastian Weigle​, director musical de la Ópera de Frankfurt, estuvo en el foso controlando con sumo cuidado orquesta y cantantes. Weigle grabó en directo aquí el año pasado el cd de la obra que se ha comercializado, con los mismos cuerpos estables (coro y orquesta) y conoce cada recoveco de partitura y escena. Su concepción de la obra es brillante, transparente y siempre a un adecuado ritmo. Eso se percibe desde la estimulante obertura. La excelente orquesta de la Ópera de Frankfurt atesora ese marchamo de calidad (esas trompas, ese clarinete) que es bastante común en los principales fosos germanos y respondió con brillantez a las indicaciones de su director. En el escenario, un extraordinario coro (con unos solistas de primera línea) con una vis cómica admirable demostró también un empaste y una clase de primera categoría.
No nos entendimos ​Kateryna Kasper (Martha) y yo. La cantante ucraniana posee un tipo de voz (cuya característica principal es un intenso vibrato) que resulta poco atractiva pese a que es indudable el esfuerzo de la soprano por dar lo mejor de sí. Pero es un timbre que recuerda otros tiempos, otras formas de abordar el canto operístico, que para mi están trasnochadas. Aunque sacó adelante con dignidad su intervención principal, la famosa y bellísima ​Letzte Rose ​(inspirada en una canción tradicional irlandesa) nunca se la vio cómoda. Aunque su fiato y su proyección son estimables y consiguió unas coloraturas bien ejecutadas, la sensación, sobre todo en el tramo agudo de la tesitura, es bastante decepcionante. En el caso de estas voces queda más palpable aún que una crítica es algo muy personal. Más allá que los deslices en los agudos sean incuestionables, el timbre, el vibrato, la forma de cantar, estoy seguro que a otro compañero o compañera les resultará atractivo. No es mi caso. El resto del reparto si que resultó mucho más convincente. Especialmente la Nancy (amiga de Martha) de ​Katharina Magiera (que también asumió este papel en la grabación comercializada). La mezzo alemana es una cantante extraordinaria, que me gustaría apreciar en papeles de más enjundia. Buen legato, excelente proyección y, sobre todo un elegantísimo timbre, aterciopelado, de esos que te atraen desde el primer momento, sin duda la mejor en el escenario y de las más aplaudidas. También destacó el protagonista masculino en manos del tenor ligero Gerard Schneider​, de grandes cualidades y que estuvo casi siempre acertado en un papel nada fácil. Con facilidad en el agudo, matizando cuando fue necesario, se lució tanto en la melódica ​Ach! so fromm, ach! so traut como en la más coral Mag der Himmel Euch vergeben​. Muy bien también el bajo-barítono ​Gordon Bintner en su papel del otro granjero, Plumkett. Todos ellos forman parte del Oper Frankfurt Ensemble (una cantera donde se forjan grandes voces).

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La dirección escénica, estrenada en octubre de 2016, la firma ​Katharina Thoma​. Deslocaliza totalmente la acción de la ópera creando una especie de cuento que mezcla elementos actuales (una tablet donde a Harriet-Martha le crea un perfil en una app de contactos para que no se aburra), folclóricos (todo lo relacionado con el mercado de Richmond) y de los años 50 (la caravana donde viven los granjeros, por ejemplo). Todo enmarcado en una habitación donde distintos cuadros van girando en una gran rueda (como las escenas que salen en los grandes relojes de los ayuntamientos centroeuropeos) que no deja de dar sorpresas. Todo gracias a una gran escenografía de Etienne Pluss y una buena iluminación de Olaf Winter. Extraordinario el vestuario (que mezcla mil estilos y que exige a coro y protagonistas un constante cambio) donde se juega con el travestismo como guiño al cambio que hacen las nobles cuando se convierten en campesinas. La hilaridad triunfa y el guirigay rayando en el caos que a veces parece se forma en el escenario está perfectamente calculado.Todos estos factores, voces, foso y escena hacen que esta Martha sea muy recomendable tanto para los que la conozcan como los que deseen ampliar su lista de óperas vistas en directo (otros coleccionan sellos o posavasos).