concierto navidad zarzuela javier del real

El gozo

Madrid. 28/12/19. Teatro de la Zarzuela. Obras de Luna, Guerrero, Penella, Lehár o Bernstein, entre otros. Rocío Ignacio, soprano. Jorge de León, tenor. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Counidad de Madrid. Óliver Díaz.

Los conciertos navideños, son lo que son. Un disfrute. Y eso han de ser. Lo es hasta el mismísimo Concierto de Año Nuevo de la Wiener Philharmoniker, en Viena, donde la tradición más carpetovetónica se va abriendo, poquito a poquito y en forma de producto, a los nuevos tiempos, entre las sonrisas y aplausos acompasados de la alta sociedad. De ahí viene su particular deleite, de su propia historia. Va convirtiéndose ya en una tradición la cita navideña del madrileño Teatro de la Zarzuela, que agotó sus entradas prácticamente nada más ponerse a la venta, meses atrás.

El gozo, en esta ocasión concreta, vino obviamente del todo, del resultado de la fórmula, pero especialmente gracias a uno de sus componentes: el director de orquesta Óliver Díaz. A quienes hayan podido seguir mis crónicas desde la calle Jovellanos, no les descubriré nada nuevo: la batuta de Díaz es viva, vibrante, dinámiquísima (volvamos a inventarnos superlativos), especialmente lírica y muy respetuosa con lo que acontece tanto sobre el escenario como en la partitura. Así lo ha venido demostrando desde su primera intervención en el foso de la Zarzuela como titular, en las oscuras Golondrinas de Usandizaga, pasando por el dechado de ritmo y color de El cantor de México, la detallada Tabernera del Puerto, la intensidad de María del Pilar o, ya más recientemente, con la sublime (en lo musical) Doña Francisquita con Ismael Jordi y Sabina Puértolas, o la inconmensurable, en lo orquestal, Mirentxu con Ainhoa Arteta. Y ahora mismo, aún nos queda por escuchar qué hará con la zarzuela cubana Cecilia Valdés.

El caso es que, en este concierto con cierto sabor a despedida (como titular del Teatro) para él y que ha de servir para disfrutar dentro de unos cánones rigurosos en lo musical y amenos en el ambiente, Óliver Díaz hizo disfrutar de lo lindo. No he visto a muchos directores gozar tanto como goza él en el foso, disfrutar tanto de una música que está claro que ama y que así ha podido hacérnoslo ver en esta cita más desenfadada, ya sobre el escenario. La mano a la cadera, cruce de piernas, bromas con los cantantes solistas... permitirse regocijarse ante una orquesta que él y no otros han modelado en los últimos años, ante un coro con el que es evidente su conexión. Decían de Frühbek de Burgos que era "Carajillo", porque había crecido musicalmente bebiendo de Karajan. Alguna similitud habría que buscar con Óliver Díaz y Carlos Kleiber, porque es innegable su influencia en él, sumada a una sana "chulería" que suelen asociar a los madriles... algo tendrá el agua de por aquí, quién sabe. Hizo disfrutar de lo lindo en cada pieza, incluso cuando a algunos miembros de la ORCAM, cada día mejor, parecían estar completamente fuera de sitio (¿y cuál será su sitio?), o cuando las propias piezas no encajaban del todo bien en un programa que por momentos no fluía... el anticlímax ya fue terminar con el coro de Los miserables, hablando de muerte y derramamiento de sangre... para celebrar la Navidad. Bien parecía que estuviésemos celebran el 2 de mayo con una buena dosis de sarcasmo... 

Como solistas, el derroche vocal del tenor Jorge de León y la soprano Rocío Ignacio, quienes ya han compartido escenario en anteriores ocasiones y cuya complicidad se hace evidente, subiendo enteros a la noche. Fragmentos de zarzuela (donde De León se mostró pletórico) que dieron paso a una segunda parte de opereta y musical (donde Ignacio tomó el relevo de la exultación), siempre con un elevado grado de comunicatividad y conexión con el público de la sala. Emocionado Díaz al pronunciar unas breves palabras de agradecimiento y felicitación, uno deja el Teatro de la Zarzuela como una de esas visitas navideñas indispensables que realiza año a año para estar con los suyos, aunque no conozcas a nadie, celebrando estos días.

Foto: Javier del Real.