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Auctoritas

Wiesbaden. 16/05/2016. Staatstheater. Maifestspiele. Mussorgski: Boris Godunov. Matti Salminen (Boris), Young Doo Park (Pimen), Monica Bohinec (Marina), Thomas de Vries (Rangoni), Alexander Fedin (Schuiski), Richard Furman (Dmitri) y otros. Dir. escena: Christian Sedelmayer. Dir. musical: Zsolt Hamar.

El Staatstheter de Wiesbaden, con Uwe Eric Laufenberg como intendente, desarrolla durante el mes de mayo un festival internacional muy meritorio, multiplicando sus fuerzas para dar cabida a varios títulos operísticos presentados con escena y un sinfín de conciertos. La edición de 2016 incluía citas tan atractivas como unos Die Soldaten, obra infrecuente y de difícil programación, o este Boris Godunov con Matti Salminen como protagonista. Para la edición de 2017 se ha anunciado ya la representación del Anillo de Wagner bajo dirección escénica del propio Laufenberg.

A sus 70 años, Matti Salminen retiene un timbre robusto y sonoro. El instrumento está ya lógicamente erosionado y la emisión atesora un sinfín de trucos de zorro viejo aquí y allá. Lo que queda, en fin, es la indudable autoridad del intérprete, tanto por su tremenda presencia física como por su incisiva acentuación del texto. Súmese a todo esto la sensación de escuchar a un solista de su talla -en todos los sentidos- desde la platea de un teatro de pequeñas dimensiones como el de Wiesbaden. Se trata en suma de un Boris todavía muy digno, que se impone por una teatralidad intachable y una autoridad fuera de toda duda. El carácter semi-recitado del papel, que se resume apena en tres monólogos, facilita que las limitaciones de Salminen no se apoderen de sus todavía hoy indudables virtudes. 

Del resto del extenso reparto, modesto pero muy solvente, cabe destacar la poderosa Marina de Monica Bohinec, el solido Pimen del joven bajo Young Doo Park, el vigoroso Rangoni de Thomas de Vries, la exuberante prestación de Celeste Haworth como posadera y el intachable hacer de los tenores Alexander Fedin (Schuiski) y Richard Furman (Dimitri).

La producción de Christian Sedelmayer tiene muchas virtudes. Aprovecha la caja del Staatstheater de Wiesbaden, de dimensiones no muy generosas, para plantear una escenografía única, en torno a una gran bóveda dorada en construcción, que se retira tan sólo para dar cabida a una escena distinta, más exuberante y variopinta, durante el acto polaco. Es un trabajo concebido con gran economía de medios, muy vistoso y con un esfuerzo evidente por caracterizar a los personajes a través del vestuario. En suma, estamos ante un Boris más interesante que la media que se escenifican en Europa en funciones de repertorio, encontrando un equilibrio muy solvente entre las claves del teatro contemporáneo y la naturaleza más clásica de la obra.

En el foso, Zsolt Hamar brindó una versión musical muy defendible, más o menos a la altura de los Soldaten que había dirigido la noche anterior. Se ofrecía la versión de 1874 en cuatro actos con un prólogo, incluyendo el llamado “acto polaco”. Hamar consiguió un sonido compacto y vibrante de una orquesta que contaba con el mínimo para hacer frente a esta partitura, con apenas una cincuentena de músicos en el foso. El coro del teatro rindió a un nivel muy capaz, también con el mínimo de efectivos.