Judith Jauregui portrait 

Reencuentro

Villanañe. 18/07/2020. Santuario de Nuestra Señora de Angosto. Judith Jáuregui (piano), con obras de R. Schumann, J. Brahms y L. van Beethoven.

A cuarenta kilómetros de Vitoria-Gasteiz y a quince menos de Miranda de Ebro, en el extremo este de la provincia alavesa se encuentra el municipio de Valdegobia/Gaubea, al que pertenece el concejo de Villanañe, localidad de apenas 85 habitantes. En el exterior del concejo, a apenas ochocientos metros, se encuentra el Santuario de Nuestra Señora de Angosto del que, a fuerza de ser sincero, desconocía su existencia hasta este día. En ese escenario, en ese pequeño concejo de uno de los municipios más extensos de la provincia ha tenido a bien programar el grupo promotor los dos conciertos que van a completar la III edición de la Schubertiada de Valdegobia/Gaubea, organizada con la colaboración del Ayuntamiento de la localidad y la Associació Franz Schubert, de Barcelona, organizadora de la Schubertiada de Vilabertrán, de fama y repercusión conocidas.

En 2018, en su primera edición, ya pude disfrutar de un concierto en otra iglesia del municipio, la de San Martín en Batxikabo y ya por entonces elucubré sobre lo aparentemente disparatado que es organizar eventos de música clásica de pequeño formato en unos recintos tan alejados del bullicio artístico alavés, si es que en esta provincia existe bullicio artístico en torno a la música clásica, que ya lo dudo. Pues bien, si el reto es complicado en circunstancias normales, es fácil comprender que en las actuales, en las propias del verano de 2020, esta programación, reducida a la mitad, roza lo heroico.

Había que ir. Ya porque superan los cuatro meses la abstinencia de música en directo, ya porque hay que agradecer activamente a todos aquellos que arriesgan para programar, ya porque lo ofrecido es de calidad, ya porque necesitamos desintoxicarnos de tanta sobreinformación, de tanta angustia e incertidumbre. Quizás hayamos adquirido los melómanos un cierto estilo de vida carpe diem porque concierto que dejes pasar hoy quizás no se repita en ¿meses, años? No está el tema como para dejar pasar el tiempo sin exprimirle el provecho que nos ofrece. Sí, había que ir.

La elección del santuario de Angosto se justificaba por su mayor amplitud para que, en aras de respetar las normas de seguridad exigidas por las circunstancias, la mayor cantidad de público posible pudiera asentarse en la capilla lateral del imponente recinto. Unas ciento cincuenta personas nos acercamos y pudimos disfrutar de un concierto de alto nivel de la que fue absoluta responsable la pianista donostiarra Judith Jáuregui.

Y ello a pesar del gran handicap que sufrió el concierto, a saber, la acústica del recinto. Nada más abordar Jáuregui la primera nota de su Arabeske en do mayor, op. 18, de Robert Schumann pudimos entender que la reverberación del recinto producía un efecto notable que condicionaba el disfrute de las piezas elegidas por la intérprete; si ello en el Schumann o en las Sechs Klavierstücke, op. 118, de Johannes Brahms fue evidente se tornó palmario y cruel en la interpretación de la Gran Sonata nº 4 en mi bemol mayor, op. 7, de Ludwig van Beethoven, donde el ataque inicial de su Allegro molto con brio se convirtió, por momentos, en un magma de sonidos sin dueño ni destino. De ello resultó más perjudicada la mano izquierda y el registro grave, difícilmente disfrutable. ¡Una lástima!

¿Ha de entenderse este apunte como crítica malsana del concierto? En ningún caso. Porque por encima de todo, más allá de problemas puntuales, se alza la ilusión de los organizadores, la respuesta popular llenando el recinto y, como guinda de un pastel, la emoción de una intérprete que no pudo evitar el llorar al recibir el cálido y sentido homenaje de un público que era bien consciente del momento que estaba viviendo. Judith Jáuregui, que nos regaló al término de su concierto la Tercera consolación, de Franz Liszt, nos advirtió que era su primer concierto en meses y no pudo ni quiso evitar las lágrimas en su reencuentro con la música y sus oyentes. Por ello he estado tentado de titular esta reseña Y Judith terminó llorando pero he preferido mantenerme más neutro por eso de no ser acusado de sensiblero.

El próximo sábado 25 se celebrará el segundo y último concierto de esta tercera edición con el Cosmos Quartet y el violoncelista Fernando Arias en un programa monográfico Franz Schubert. Solo desear que haya una cuarta, que esta sea completa, que podamos llenar el recinto, sea cual sea, y que la música nos siga produciendo esa emoción a todos, audiencia e intérpretes hasta acercarnos al llanto propio de la felicidad.

PD: Quiero hacer constar que esta crónica es también mi reencuentro con los lectores y lectoras de Platea Magazine y no puedo evitar el sentir cierta emoción al trasladar mis torpes líneas a esa hipotética persona que pueda encontrar en su lectura siquiera un pequeño interés.