barbara lluch 1

Bárbara Lluch: "Me siento muy vulnerable ante el público"

Hay mucha verdad personal en lo dicho por Bárbara Lluch. Y en su forma de decirlo. Su forma de hablar destila honestidad, que contagia al escenario. Tras comenzar su carrera como actriz y llevar casi dos décadas como ayudante de dirección, su visión propia, cargada de presente y muy conectada a lo social, comienza a contar con un merecido espacio en la programación de los teatro españoles. Tras Le Cinesi en la Fundación Juan March y La casa de Bernarda Alba en el Teatro de la Zarzuela, regresa a este coliseo con El rey que rabió. Próximamente debutará, además, en el Principal de Zaragoza o en el Teatro Real de Madrid.

¿Las mujeres tienen el espacio que les corresponde en la dirección de escena?

No. Lo viví mucho como asistente de dirección. A los hombres, a casi todos, les gusta trabajar con hombres. Por lo cual, tenemos un 99% de personas que están trabajando en puestos de responsabilidad que prefieren trabajar con hombres. Hay directores que son la excepción, como Robert Carsen, pero como ayudante, se notaba muchísimo. Durante años, las mujeres hemos estado relegadas. Ahora, intentar competir es un poco injusto porque tenemos mucha menos práctica.

Ni siquera debería ser una cuestión de competición, entiendo.

Claro, ha de ser una cuestión de igualdad, de equilibrio. Entiendo que dar opciones a una mujer que no tiene currículum, como ha hecho Daniel Bianco conmigo en el Teatro de la Zarzuela, es arriesgado. A mí Daniel me ha dado tres regalos en forma de trabajo que son una maravilla. Sin él yo no estaría aquí, seguiría siendo asistente y sería menos feliz porque dirigir me encanta, me complementa como persona. La Zarzuela es un teatro que sí se toma en serio la responsabilidad de contratar a mujeres y darles oportunidades. Yo no había dirigido prácticamente nada cuando me llamaron por primera vez y ya tenía una edad en la que la mayoría de los hombres ya han hecho muchas cosas.

A las mujeres no se les da oportunidades en sus inicios... y después les exigimos, los hombres, un currículum al que no les hemos dejado acceder.

Nosotras llegamos tarde a una carrera. No ha de ser una competición, efectivamente, pero hasta que ocupemos el 50% de los puestos de responsabilidad o de trabajo, todavía falta mucho. E incluso cuando ya nos dan la oportunidad, como hizo el Teatro de la Zarzuela conmigo, con La casa de Bernarda Alba, el vértigo es tremendo, porque sientes casi una negación de ti misma. Ahora, con El rey que rabió que estamos preparando, me da cierto miedo porque todo el mundo la conoce... y siento que no tengo la trayectoria que sí tienen mis compañeros hombres porque han podido empezar a dirigir siendo más jóvenes. Para mí el salto y el miedo es mayor. Soy consciente de que es una gran obra y hay muchas cosas en juego. Eso sí, ¡las ganas no me las quita nadie!

¿Cómo está yendo, pues, El rey que rabió? No sé si es una liberación que en la zarzuela apenas haya referentes escénicos que la mayoría del público tenga en la memoria... Más allá de la Luisa y La del manojo de Sagi, quizá, no hay un icono como la Carmen de Bieito, un Wilson, La Fura, Sellars, Ponnelle... que la gente pueda recordar.

¡Es cierto! No había caído, no lo había visto así... Nunca veo las otras producciones que se han hecho de aquello en lo que estoy trabajando, aunque esté convencida que nunca estoy haciendo algo realmente nuevo, porque todo está dicho. El teatro es teatro. Igual que es casi imposible crear algo nuevo en el mundo de la música, lo mismo sucede en la escena. Aún así, me da miedo que, inconscientemente, tome algo prestado. Para mí, El rey que rabió es una obra maestra. El libreto de otras zarzuelas no está a la altura de este. Lo que me llama muchísimo la atención es que está escrito hace casi 150 años y podrían haberlo escrito esta mañana. Es increíblemente relevante. Habla directamente de lo que nos está ocurriendo ahora mismo, en España y en su política, pero también en todas partes.., ¡Es como si Vital Aza y Ramos Carrión hubiesen tenido un oráculo! (risas). Es una obra que va a poderse disfrutar también dentro de otros cien años. Está siendo un lujo dirigirla. El reparto, doble, es espectacular. Gente con muchísimo talento, con muchísimas ganas de participar en la escena. Con mucha ilusión, muy preparados y muy buenos en el texto. Estoy feliz. Aunque el público me sigue dando mucho miedo.

 

"Es casi imposible crear algo nuevo en la escena"

 

¿El público frena a una directora de escena?

El público... (medita)... como actriz recuerdo que el público era lo último en lo que tenías que pensar, porque podía paralizarte. Pensar en cómo va a salir todo, en el resultado, en cómo va a ser recibido, puede ser perjudicial. Como directora de escena, también. Mejor no anticiparse, porque puede entorpecer todo el proceso, el momento presente. Con todo, ignorar al público no tiene ningún sentido. Lo que hacemos, al fin y al cabo, lo hacemos por el público. Por eso me sigue dando mucho respeto exponerle nuestro trabajo. Me siento muy vulnerable ante el público. Y en esta producción en concreto he de confesar que sí, que estoy pensando mucho en el público. Creo que tengo una gran responsabilidad, porque sé del gran amor que el público del Teatro de la Zarzuela siente por la zarzuela. No me gustaría decepcionarles.

Me llama la atención sus reflexiones, tan abiertas. Normalmente parecen ustedes los malos y malas de la película... A la hora de montar una obra, ¿hay algún objetivo básico que usted tenga siempre en mente?

Ya, ya lo sé... y en ocasiones entiendo que se nos vea así... ¡pero es que hay de todo! (risas). A su pregunta, le voy a dar una respuesta muy aburrida (más risas): Sí. Contar la historia. Que se entienda. Parto de esa base. Trabajé muchos años en el Covent Garden, donde hay mucha propuesta alemana. Respeto mucho ese konzept. Lo admiro, pero yo no soy capaz de llevarlo a cabo... al menos por ahora. Quizá dentro de diez años necesite llevar mi carrera hacia esas ideas. Lo primero que me pregunto al situarme frente a una obra es cómo puedo contarla de la mejor forma posible, desde mi experiencia personal y mi punto de vista. Con ello, voy uniendo puntos. Por ejemplo, en qué roles quiero o necesito apoyarme. ¿A quién entiendo más en la obra? Y desde ahí, navego hacia el resto, aunque me parezcan seres despreciables como el Duca de Rigoletto, o Pinkerton de Butterfly. Hay que defender todos los personajes, eso sí, teniendo en cuenta qué punto de vista es más interesante para que la historia y sus personajes sean más relevantes en la actualidad. La relevancia me parece fundamental. El presente también. Para que el espectador pueda tener su propio punto de vista. 

ReyRabio zarzuela javier del real 1

Pero, ¿no es un imposible el montar una escena sin tener en cuenta el punto de vista propio, personal?

La cuestión es hacer de tu punto de vista algo que pueda conectar con todos los espectadores. Que la visión de Bárbara pueda trasladarse a cada persona del público. Luego, además, hay un montón de detalles que tú piensas y pones en práctica que, a la hora de la verdad, pasan desapercibidos para la gran mayoría del público. Tomemos por ejemplo La casa de Bernarda Alba. Aunque había muchos detalles, mi idea principal era presentar una casa que fuese un personaje más. Axfisiante, donde no se pudiera respirar. Casas así, hoy en día, hay muchas, desgraciadamente. En su época y en la actual, en España, pero también en Italia, en Oriente Medio... De igual manera El rey que rabió. He querido basarlo en un mundo donde mis creencias políticas importen muy poco. Si pongo mi ego por encima del público, perjudico al público. No me importa que me abucheen... bueno, ¡sí que me importa! (risas). Quiero decir, si tengo que levantar costras porque estoy defendiendo el feminismo o causas por las que yo creo que hay que levantar la voz, no me importa, pero levantar ampollas por algo, en El rey que rabió, sin venir a cuento, no tiene sentido. Lo que importa es que la gente lo entienda desde su propio punto de vista. El teatro es mágico porque a todos nos mueve cosas diferentes en nuestro interior. Es maravilloso.

Miguel del Arco presentó una vez una Gran Vía bastante politizada, maravillosa, que generó bastantes aplausos... y críticas. Una pregunta que hice también, precisamente y creo recordar, al director de la Zarzuela, Daniel Bianco.: ¿Se pueden poner hojas de reclamación al arte?

Es que... ¿a quién se la estás poniendo? Yo me siento más ofendida por muchas otras cosas más, como con las noticias, donde hay veinte minutos de fútbol y apenas unos pocos sobre la violencia y asesinatos machistas que están sucediendo, por ejemplo. Eso sí que es para que nos sintamos ofendidos y no lo que el arte pueda decirnos.

¿Qué ha de tener una obra para que a usted le llame la atención? ¿O por dónde no pasaría?

Para mí una línea roja estaría en aquellas obras que yo no pudiese alterar lo suficiente y que fueran en contra de mis principios, como por ejemplo la violencia hacia una mujer. Lo he visto recientemente en algún teatro. Me he levantado y me he ido. Violencia gratuita y sin razón de ser, sin que esté en la dramaturgia original. Las historias hay que contarlas. No estoy de acuerdo en todo lo que se propone, como borrar caras en museos y eliminar cuadros o trastocar, por ejemplo, Lo que el viento se llevó. Tenemos que narrar lo que tenemos entre manos, desde el momento en que estamos. Y si tenemos que decir: "qué espanto", ¡digámoslo! Hoy en día existe Lo que el viento se llevó, sí, pero también 12 años de esclavitud. Ha pasado mucho tiempo en el que la sociedad ha podido formarse, hemos podido desarrollar diferentes opiniones. Por ejemplo, ya que ha mencionado usted a Miguel del Arco, con Jauría hizo una maravilla. Es necesario contar esa historia, por muy brutal que sea. Sin embargo, si en una zarzuela o una ópera se le da una bofetada a una mujer, sin ningún tipo de justificación dramática (y encima la gente se ríe)... Yo me levanto y me voy. Cuando hice Sueño de una noche de verano, dejamos que Elena, a la que Demetrio llama "perra, pesada, insoportable, peste..." no tuviese que irse con él. Cambiamos el texto y estoy convencida de que a Shakespeare le hubiese encantado.

 

"Ignorar al público no tiene ningún sentido"

 

Recuerdo presenciar funciones en las que aquí, en la Zarzuela, el público enmudecía con la violencia que se ejercía sobre la mujer en El Gato montés; mientras que en el Met de Nueva York la gente se reía ante situaciones parecidas, con Luisa Miller...

Eso es por cómo estaban dirigidas, seguro. Apuesto a que esa Luisa Miller era, además, un cartón piedra. Desde luego, si historias así están en mis manos, haré todo lo posible para darles la vuelta. Por ejemplo, Carmen de Bizet. ¿Hace falta que Carmen mate a Don José? No. Hace falta exponer su asesinato de forma brutal, que es lo que es, para que al público se le ponga los pelos de punta y entienda la violencia que hay en esa relación y en esa muerte. Y de paso, se acuerden de todas las mujeres que han muerto hoy en día a manos de su marido o pareja, en España y en todos lados. Que les haga reflexionar. Y siempre contar las historias con todo el respeto, pero con el punto de vista de hoy en día, insisto. El arte y el teatro han de educar. Para mí es muy importante. Hay mucha gente joven que va al teatro y no se pueden normalizar cosas que no pueden ser normales. 

La veo y la siento muy cercana a las realidades sociales. Muy implicada como artista y como persona. Supongo que para usted el arte ha de tener una razón de ser social.

Absolutamente. Y creo que la máxima responsabilidad de lo que se ve en los escenarios de los teatros es de la dirección artística y el departamento de producción de los mismos. Lo que le comentaba al principio: hombres que prefieren trabajar con hombres. ¡Pues no! Si hay una mujer más capacitada para un trabajo, se ha de contratar a esa mujer. ¡Por mucho que se empeñe el director de escena! Hay que dejar de consentir a los directores de escena. ¡No se puede decir que sí a todo! Pero... igual que no se puede decir que sí a todo lo que dicen determinadas estrellas. Yo adoro a ciertos cantantes, pero no se puede llegar dos días antes del estreno a ensayar, porque no es justo para los demás. Como tampoco lo es, muchas veces, todo lo que pretenden cobrar. Con todo, la responsabilidad máxima, repito, es de las direcciones artísticas y equipos de producción. Los teatros, además, cuando un director les proporciona cierto éxito, vuelven a llamarle una y otra vez. Llevamos viendo los mismos nombres en los mismos teatros desde hace muchos años. Mismos títulos, mismos directores. Hay que tomar riesgos. También con los nombres más jóvenes.

¿No falta también una responsabilidad individual del artista? ¿Mayor compromiso de cada uno?

Sí, es algo que echo de menos, en todos los ámbitos de la vida. Lo que hay, yo creo, es mucha gente que quiere trabajar. Punto. También es cierto que, hablando de directores de escena, nosotros siempre nos creemos que estamos inventando algo, que estamos trascendiendo, que estamos guiando a la sociedad... que vamos a hacer algo por primera vez... Hoy en día, por ejemplo, hay más de uno que cree que está inventando el feminismo y... bueno... ¡vamos a tranquilizarnos! (risas). El feminismo existe desde hace... ¿70 años? ¡Pero la intención es buena y siempre tiene que estar ahí! La responsabilidad individual, en cantantes se puede traducir a su nivel de compromiso... ahí tiene, por ejemplo, a Joyce DiDonato. Es una superestrella que bien podría llegar el día antes de la función, pero llega la primera a ensayar y si hace falta se va la última. Llega, además, con todo sabido y preparado. ¡Y además, tiene un compromiso social! Pero no es lo habitual entre los cantantes de su "categoría".

la casa de bernarda 60b7268ac636f 1

¿Y el público? ¿Cómo podemos no permitirnos el probar cosas distintas? ¿El acudir a escuchar algo por otros valores que no sea la comodidad de lo conocido?

Esta pregunta me la llevo haciendo tanto tiempo... ¿Quién tiene que educar a quién? ¿Quién marca las pautas de lo que queremos? ¿El público a los teatros / artistas? ¿O nosotros al público? Yo creo que somos nosotros, los artistas y los responsables culturales quienes debemos guiar al espectador. Ofrecer cosas que nos representen a todos...

Algo "que nos represente a todos"... ¿Eso qué es?

Pues darle mayor visibilidad a los teatros off, por ejemplo. En la Cuarta Pared, sin ir más lejos, se hacen cosas muy interesantes de las que no nos enteramos... Las tienen que hacer dos días por semana, con horarios casi nocturnos... como por la puerta de atrás. Se ha de dar mayores oportunidades a salas como esta, mayor compromiso económico, por ejemplo. Desafiar al público tiene que venir desde la gerencia de los teatros. Los títulos tienen que ser más desafiantes... ¡las voces tienen que ser más desafiantes! Estamos tan acostumbrados a escuchar discos, a escuchar ideales... que enseguida comparamos artistas con raseros que no tienen razón de ser. La ópera ya no es sólo cantar. Hay un nivel donde la gente está preparadísima. Hice hace poco Le Cinesi en el Maestranza de Sevilla, donde tuve a cuatro bestias escénicas asombrosas, muy preparadas para todo. Ya te encuentras con muy pocos artistas que lo que quieren es dar el agudo y poco más. La mayoría quiere interpretar, emocionar... y al público de la lírica hay que hacerle ver que este es el camino. Hay muchas producciones que no están a la altura, o la interpretación dramática... pero que si se canta bien, ya es una maravilla. Pues no. Para eso quédate en casa y escucha un disco. La lírica es algo vivo. 

Haber sido cocinera antes que fraile... ¿le ha dado algún punto de ventaja? Igual que un director de orquesta primero suele estudiar un instrumento, haber sido actriz antes que directora de escena, ¿le ha abierto ventantas?

Cuando llegué a Londres tendría 20 y muchos años ya y había gente mucho más joven que yo, que ya había hecho la carrera de dirección. Sin embargo, nunca he echado de menos ir a una escuela de dirección. Creo que cuando eras tan joven no tienes la madurez necesaria, aunque puedas aprender mucho. No obstante, la mejor escuela es el oficio. Fíjese, además de los idiomas, lo que me hizo tener una oportunidad por delante de mis compañeros es que yo venía de un mundo completamente diferente, de formas distintas, aproximándome como actriz. 

 

"Los teatros deben correr más riesgos"

 

¿Sus formas eran más orgánicas, quizá?

Sí, mucho más orgánicas. Recuerdo que, cuando empezaba, como me faltaba una visión más global, estudiaba rol por rol de cada ópera. Imaginaba cada uno de sus movimientos y sentimientos... con el tiempo, obviamente, todo eso se ha ido agilizando en mi mente, con notas menos técnicas y más psicológicas. Me hubiese encantado estudiar psicología... todo este background, tan de actriz, estudiando desde dentro los personajes, me ha formado una metodología de trabajo muy orgánica.

Recuerdo verla a usted sobre los escenarios hará como 20 años atrás, en un Don Juan Tenorio. En una función, por cierto, que Luis Merlo paró por los gritos de unos energúmenos... ¿Qué queda de aquella Bárbara hoy en día? ¿Qué necesitaba del teatro antes y qué necesita ahora?

¡Madre mía! ¡No me puedo creer que estuviese usted allí! ¡He contado tantas veces aquella tarde a la gente...! (risas). En aquella época yo aparecía en una serie de televisión y unos chavales mezclaron churras con merinas y empezaron a gritarnos de todo, sí... Muy buena pregunta... yo empecé muy pequeña en el cine, con siete años, con un papelito junto a Bimba Bosé en El sueño de una noche de verano. Por mi familia, obviamente, pero también por mí, no había ninguna otra opción de vida para mí más allá del teatro. Real. ¡Lo amo tanto! Y con todo... tenía mucho miedo de dedicarme a ello, porque veía en mi casa lo que es vivir en el alambre... y he visto siempre a mi abuela, que es tan grande y la amo, la adoro por encima de todo, que ha sido no sólo una gran actriz, sino un referente con una personalidad maravillosa... que intenté ganar un poco de tiempo. Intenté en un principio dedicarme a otras cosas... estudié Historia del arte, aunque lo dejé...

¿Renegaba usted de lo que sentía, de su amor por el teatro?

Sí. Me daba mucho vértigo. Tenía miedo por cómo reaccionaba siempre la gente conmigo. Cuando entré a estudiar arte dramático en Corazza, por ejemplo, me apunté sin dar apellidos, aunque me reconocieron enseguida porque soy clavada a mi madre. Pronto empecé a oír cuchicheos del tipo: "la han cogido por ser la nieta de Núria Espert". Así cada vez que me daban un papelito. Yo sabía que todo eso iba a ocurrirme y por eso esperé. Y cuando me decidí a ello, no estaba preparada. Por madurez personal y profesional. Las críticas empezaron a compararme con mi abuela, que es una genia y es inigualable... Me definían de formas muy incómodas para mí. Me causaba muchísima inseguridad y problemas con los compañeros. Hoy en día, recordándolo, no sé siquiera hasta que punto era real o eran cosas que estaban en mi cabeza... es que recuerdo todo de forma muy dolorosa. Habia gente que quería mucho a mi familia y, por tanto, me querían mucho a mí sin conocerme de nada... y al contrario. Es doloroso, ya digo. Scaparro, por ejemplo, yo creo que me dió aquella Doña Inés que usted comenta por ser la nieta de la Espert. Yo no estaba preparada para aquella Doña Inés y me llevé un buen disgusto con ella. Sufrí con ella, aunque él me la diera creyendo que me estaba haciendo un favor. Hay cariño que te puede salir mal. Actuar empezó a no ser nada divertido, aunque el escenario me encantaba. Y no me di la oportunidad a mí misma. No culpo a los demás, sino a mí misma.

¿Y entonces miró hacia la lírica?

Apareció la ópera y fue como un milagro. Me ofrecieron una ayudantía porque sabían que me encantaba y sabía música, además de haber traducido algunos textos. Fue como un click que oí dentro de mí y que no había sentido con la interpretación. Desde entonces nunca más miré atrás. Me fui a Londres y me trataron muy bien, nadie sabía quién era. Tuve la sensación de que todo me pertenecía. Fue un cambio muy importante en mi madurez laboral y emocional. En esta profesión he entrado con una seguridad que no tenía antes. Tengo mucha fuerza. Esto me lo he ganado yo y no me lo ha regalado nadie. Llevo mucho tiempo trabajando como asistente, desde hace más de 15 años. ¡Y adoro mi trabajo! ¡Tengo una suerte increíble!

Fotos escena: Javier del Real.