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Joaquín de la Cuesta, director de orquesta: "Hay que poner en valor el patrimonio musical español del siglo XIX"

Director, instrumentista y pedagogo, Joaquín de la Cuesta es actualmente es el director titular de la Orquesta de Cámara Teobaldo Power en Tenerife, una formación impulsada por él mismo y con la que pretende recuperar el patrimonio musical español. Esta es sin duda su mayor motivación como director de orquesta y el motivo principal de esta conversación, en la que se afana en poner en valor el sinfonismo español del siglo XIX y principios del siglo XX.

Joaquín de la Cuesta, director de orquesta: "Hay que poner en valor el patrimonio musical español del siglo XIX"

Director, instrumentista y pedagogo, Joaquín de la Cuesta es actualmente es el director titular de la Orquesta de Cámara Teobaldo Power en Tenerife, una formación impulsada por él mismo y con la que pretende recuperar el patrimonio musical español. Esta es sin duda su mayor motivación como director de orquesta y el motivo principal de esta conversación, en la que se afana en poner en valor el sinfonismo español del siglo XIX y principios del siglo XX. 

Me gustaría comenzar haciendo un repaso a su trayectoria hasta la fecha, pues ha cultivado facetas musicales muy diversas y ciertamente complementarias, desde la docencia a la investigación, pasando por la interpretación o la dirección.

Así es. Comencé como empezamos todos, como instrumentista, en mi caso como contrabajista. Aunque, obviamente todos aspiramos en establecernos con  una posición fija en una orquesta sinfónica, lo cierto es que la dirección siempre me había tentado, desde muy temprano. Empecé como director de coros en Cataluña y de hecho sigo dirigiendo coros como parte importante de mi agenda fuera de España. De manera natural, la dirección de coros me llevó a tomar más en serio la cuestión de la dirección musical. 

He participado como instrumentista con la Orquesta Sinfónica del Vallés o también con la entonces OBC. Pero en el caso del contrabajo no podía obviar el desarrollo de mi instrumento con el jazz. Por eso realizé mis estudios en el Aula de Música Moderna y Jazz de Barcelona al tiempo que completaba mis estudios en el conservatorio. Me especialicé así en bajo eléctrico, en paralelo a mi formación clásica, llegando hasta la dirección de orquesta.

En el mundo educativo también he estado durante toda mi vida, ampliando siempre mi formación pedagógica, explorando nuevas metodologías. Esta es una de las áreas a las que menos tiempo se dedica en la formación habitual de un músico, lo cual es un tremendo error. Gestión, organización, docencia... nada de eso está en el curriculum y a todo ello me dediqué para completar mi perspectiva sobre la innovación educativa. Por desgracia los músicos en España seguimos sin ser reconocidos como universitarios, lo que limita mucho los itinerarios académicos.

Estuve como director en la escuela de música de Torroella de Montgrí, vinculado a Juventudes Musicales. Y a día de hoy, sigo compaginando la docencia con la dirección de orquesta. Hace algunos años me surgió la oportunidad de trabajar fuera de España y, por ello, he vivido varios años en Islandia, trabajando como docente y como contrabajista en la Sinfóníuhljómsveit Norðurlands (Orquesta Sinfónica del Norte). Ahora estoy viviendo en Tenerife, aunque he estado yendo y viniendo a Islandia, donde tengo también bastante avanzado el proyecto de conformar una orquesta de cámara, con un programa de grabaciones. Allí hay muchas ayudas y muchas facilidades para el acceso a la cultura y a la música, más concretamente.

Creo que el sinfonismo español del siglo XIX es su gran caballo de batalla, un empeño personal que busca poner en valor. 

Como director estoy especializado en un repertorio que siempre me ha dolido que no se hubiera ponderado lo suficiente. Me refiero a la música española del siglo XIX. Del Siglo de Oro pasamos a Arriaga y sin solución de continuidad nos encontramos en Falla, en pleno siglo XX. ¿Y qué pasa con la música sinfónica española en el siglo XIX? Por supuesto está la Zarzuela, pero hay mucho más allá.

Y me puse a investigar a fondo, hasta convertirlo en mi gran proyecto de especialización como director de orquesta. Lo cierto es que archivos, instituciones y músicos me han confirmado siempre que hay un tremendo abandono documental de este período de tiempo, en referencia a la música sinfónica española del siglo XIX. 

He podido contrastar que hay música española de mucha valía. Directores e investigadores como José Luis Temes ya han hecho un gran trabajo por recuperar parte de este patrimonio, pero queda muchísimo por hacer. Y cuando ves los materiales, te das cuenta de que son músicas con categoría, bien orquestadas, con calidad melódica, armónica, etc. Está claro que no podemos comparar a estos autores españoles con las principales obras un Beethoven, Brahms o Tchaikovsky, pero sí con sus obras de segunda fila, entendiendo entonces que no hay motivo suficiente para obviar las creaciones españolas y dejarlas dormir en un cajón. Como director y como español me sorprende que hayamos olvidado este patrimonio musical.

¿De qué autores y obras estaríamos hablando, por poner algunos ejemplos concretos?

El Concierto para violín de Jesús de Monasterio, por ejemplo, del que hay una grabación con Ara Malikian y la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Tenemos una escuela de violín y piano importantísima en la España del siglo XIX. ¿Cómo es posible que un concierto como este no se programe cada temporada en alguna orquesta sinfónica de nuestro país? Y lo mismo con el Concierto para piano en si bemol de Teobaldo Power, que he descubierto ahora que vivo en Tenerife. Es un concierto inexistente, a efectos de la programación de nuestras orquestas y auditorios. ¿Es posible que Miguel Marqués tenga cinco sinfonías y se sepa lo mínimo de ellas? Y lo mismo sucede con las tres sinfonías de Tomás Bretón o la de Ruperto Chapí, obras que no tienen nada que envidiar a algunas composiciones de los grandes románticos centroeuropeos. Es nuestra música y no la valoramos: son partituras que están esperando que nos acordemos de ellas. Y seguirá siendo así mientras consideremos que se trata de música de segunda, como si fuera indigna de escucharse en las principales salas de concierto de nuestro país. Soy de la opinión que algún mayor compromiso deberían tener nuestras orquestas precisamente con nuestro patrimonio musical. Un claro ejemplo: en una minigira de la Orquesta Nacional Danesa, en Canarias, de 9 obras que llevaban, 6 eran de compositores daneses. Por lo tanto, si nuestra música sinfónica no la ponemos en valor nosotros mismos, en casa, ¿quién lo hará?. En el archivo de la SGAE me dieron un dato que me sorprendió mucho: el país que más empleo hace de sus fondos de música española es Alemania. Sorprendente... Y llegan consultas de Nueva Zelanda, de Sudáfrica, de Japón... Y sin embargo aquí, un completo y total desinterés por nuestra propia música. Claramente tenemos un complejo de inferioridad con respecto a nuestro patrimonio musical.

¿Y cuál es el camino para subsanar esta deuda histórica con nuestra música?

A mi entender, hay que empezar con la investigación, para disponer de materiales de calidad, bien editados, con los que poder llevar esta música a las salas de concierto. En la Complutense madrileña están en ello. Para mí, es el trabajo que estoy haciendo con el Concierto para piano de Teobaldo Power que le mencionaba antes. De esa partitura solo hay una versión manuscrita en un archivo, la he localizado y estoy editando los materiales para que se pueda interpretar. En este momento estamos intentando localizar un fragmento perdido del segundo movimiento, para ver si podemos completar la partitura. Confiamos en completar el proceso a finales de este año. 

Hablando de Teobaldo Power, creo que lidera la orquesta que lleva su nombre. ¿Cómo surgió este proyecto?

Propuse crear esta orquesta en Tenerife, donde no existe una orquesta de cámara como tal, de pequeño formato, al margen de la Sinfónica de Tenerife para el gran repertorio. Todo el proyecto se había dispuesto para empezar a trabajar con fuerza en la primavera de 2020 y justo entonces llegó la pandemia. Estamos ahora nuevamente en contacto ahora con las autoridades culturales, con la idea de llevar la formación por pequeñas localidades, con programas cortos y nuevas ideas y formatos. Nuestro principal afán es ofrecer música española para orquesta de cámara, que hay mucha y muy variada, de gran calidad, sobre todo muchas partituras de estilo modernista, de finales del XIX y principios del XX, como la obra del catalán Enric Morera, con una estética muy particular, bajo el influjo de la obra wagneriana. Me sorprende por ejemplo que esta música no se programe a menudo por ninguna de las muchas orquestas que hay en Cataluña; es un misterio. 

Con la Orquesta Teobaldo Power, a raíz de la pandemia, tuvimos también la propuesta de interpretar un concierto participativo, en homenaje a las víctimas del covid-19, en una versión del Requiem de Mozart para orquesta de cámara, para cuerdas, hecha en el siglo XIX y muy interesante. Sería magnífico llevar en gira una obra así, en un formato más reducido y más viable.

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