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Adriana González e Iñaki Encina Oyón: "Las últimas canciones de Albéniz están a la misma altura que los grandes Lieder de Strauss"

Sorprendieron con su anterior trabajo discográfico, al recueperar la obra de Dussaut y Covatti, y ahora vuelven a hacerlo al grabar la integral de canciones de un compositor siempre asociado al piano: Isaac Albéniz. Grabado con suma elegancia y detalle en el sello Audax, la soprano guatemalteca Adriana González y el pianista y director de orquesta español Iñaki Encina Oyón nos presentan 30 obras para voz y piano en una parte del repertorio de Albéniz injustamente olvidada. 

¿Por qué Albéniz? ¿Cómo surgió este proyecto con la integral de sus canciones?

Iñaki Encina Oyón: Encontré una edición de las canciones de Albéniz en la tienda habitual donde compro partituras, aquí en París y me sorprendió. Conocía bien a Albéniz como pianista, ante su obra para piano y al haber tocado con anterioridad partes de Iberia. Me dije a mí mismo que cómo era posible que no conociera sus canciones. Las compré y estuve ojeándolas en casa. Vi que había algunas en inglés, en italiano... me resultaban muy curiosas y vi, en la edición de Tritó, que tenían unas notas muy importantes de Jacinto Torres, explicando de dónde habían surgido.

Desde el principio tuve muy claro que tras nuestro disco de Dussaut, este tenía que ser nuestro próximo proyecto. Siendo un autor tan importante como Albéniz... ¡había que lanzarse! Y más con Adriana, que además tiene un dominio tan bueno del inglés, un idioma en el que es complicadísimo cantar.

¿Nos encontramos ante una integral, entonces, de sus canciones? ¿Ha habido algún tipo de adaptación para su tesitura?

Adriana González: ¡Ninguna adaptación! Todo está en las tonalidades originales. Habiendo trabajado, tanto con la edición de Tritó como con la de Boileau, lo único que no está grabado han sido dos canciones que no están completas: El consejo para las ratas y otra más.

Iñaki: Claro, es que El consejo para las ratas cuenta sólo con once compases y no sabemos si no la completó o si se perdió. Hay otra, en cambio, de la que se conservan las últimas dos estrofas. No se dispone del comienzo de la música... Asi que nos parecía un poco raro grabar media canción o unos compases sueltos. Había que hacer un trabajo de composición que tampoco nos interesaba. En realidad, el disco contiene la integral completa, con treinta canciones.

Después de haber trabajado tanto en sus canciones... ¿Quién es Albéniz?

Adriana: ¡Uf! Visto desde mi posición de artista latinoamericana, que en muchos sentidos culturales no tiene nada que ver con Europa, uno podría pensar que al escuchar Albéniz, va a oiír el "olé, olé" que tantos esperan de la música española... pero no tiene nada que ver; ¡Para nada! Albéniz es un camaleón, un compositor fantástico que ha logrado asimilar las culturas e influencias musicales que ha vivido y sentido en su época. En su música francesa se ve, evidentemente, toda la influencia que el tuvo de Fauré, Debussy, el uso de los bemoles.., incluso con cinco, seis bemoles y todas las alteraciones de la música francesa que se estaba desarrollando en el París de su época. También la música inglesa, que él logra pintar muy bien, trabajando de forma magnífica el texto. Incluso le enseñé la música a un amigo que hace mucho Lied en Inglaterra y me dijo que parecía escrita por Britten. Es música inglesa al 100%. ¡Fue tan chocante que Albéniz haya asimilado todos los estilos y formas de composición con tanto nivel...! Creó un lenguaje propio sin perder las características propias de la música de cada lugar donde él la compuso.

Iñaki: En su música para piano, sobre todo, uno reconoce enseguida a Albéniz, como puede suceder con Poulenc o Fauré. Son lenguajes súper personales y ese es un signo de genialidad, cuando un compositor consigue crear algo que realmente le representa. Luego, también, es muy particular que Albéniz muere muy joven, a los 48 años, con una cumbre de la literatura pianística ya escrita como es Iberia... pero también es su cima del Romanticismo, porque luego pasa a lenguajes muy diferentes, llevando la tonalidad al extremo. Un dominio de la armonía de un genio. No es un compositor más, sino alguien muy relevante. Escuchando en el disco sus últimas cuatro canciones, hay melodías escritas en 1896 donde uno tiene la sensación de que está escuchando música que podría haber sido escrita en 1920. Sin duda era un músico de vanguardia.

Con la importancia del piano en Albéniz, ¿cómo es el piano de estas canciones? 

Iñaki: ¡Y con lo buen pianista que era! Habiendo tocado su obra pianística no es tan difícil de abordarlo en las canciones, pero no tendría sentido el estar acompañando un texto y que estuvieras haciendo octavas, sino que tienes que plegarte a la voz. Hay un par de temas que son muy complejos, con pasajes complicados, cromatismos, varias voces, manos cruzadas... Y es que Albéniz tiene la particularidad de que pinta muy bien los colores, con triple pianissimo, cuádruple pianissimo, acordes que buscan crear un color, una sonoridad. No puedes tocarlo sin más, sino que tienes que estar muy pendiente de lo que estás creando. Es como tocar Evocación, de Iberia. Luego, por otro lado y como es lógico, están sus primeras canciones, sobre textos de Bécquer, que son muy sencillas. Escribía melodías para salones y para que sus músicas se imprimiesen más allá de su obra para piano. Canciones muy sencillas, ¡pero como lo eran tantas de Schubert o Schumann!

Me hablan de las etiquetas sobre Albéniz, de ese "Olé, olé" que menciona Adriana. ¿En la clásica somos muy tendentes a poner etiquetas? ¿También a ustedes los intérpretes?

Iñaki: Fíjese que, yo creo, Albéniz ha sufrido lo que tantos compositores han sufrido al ser también pianistas: Chopin, Liszt, incluso Schumann. Finalmente se les achaca enseguida que no saben orquestar, como en las óperas de Albéniz... pero cuando te paras a estudiarle, ves que fue un hombre que estudió con Dukas, que sabía muy bien lo que hacía. La pena es que, en seguida, la gente piensa que uno no puede hacerlo bien todo y, en su caso, como es buen pianistas, le ponemos la etiqueta de pianistas y nos olvidamos del resto. ¡Y a Albéniz le interesaba mucho la música vocal! Incluso, creo recordar, su hermana quería ser cantante y se suicidó muy joven al no conseguir en el Teatro de la Zarzuela. La voz ha estado muy presente en su vida. En cuanto se va a Londres, entra en un teatro y escribe, directamente, música de escena.

Adriana: Además es complejo el etiquetar algo para que sea más fácil venderlo. Albéniz tenía una etiqueta de español y de magnífico pianista, pero incluso en España hay una parte de su biografía donde, cuando él regresa a intentar presentar The Magic Opal, se le echan encima y dicen de él que intenta evocar a Wagner, pero que no lo consigue. Aunque él quisiera utilizar su carácter español, componiendo algo de música española con texto en inglés, en su país no se le comprende porque le ven muy europeo. Hoy en día, debo decir, hay una producción masiva de todo: artistas, discos... estar al día de todo en la música clásica es muy difícil y la gente recurre muy rápidamente a catalogarnos, para su comodidad.

Iñaki: Sí, a nosotros mismos nos pasa, en seguida a Adriana y a mí, al presentarnos en recital, nos sugieren que hagamos algo de música española. ¡Como si Adriana y yo no pudiéramos hacer... Strauss, por ejemplo! La gente tiene tendencia a ponerte etiquetas y a asignarte un repertorio. A mí me pasa como director, que hago mucha música del XVIII y rápidamente me dicen que eso es lo mío, aunque yo no lo haya buscado, de hecho. Creo que Albéniz, estando en el extranjero, con su música nostálgica sobre España, su música nacionalista que él crea, funciona. Sobre todo desde un punto de vista mercantil, porque la consigue vender. Él mismo, a todos los músicos españoles que pasan por París: Turina, Falla... les dice, eso es lo que hay que hacer. Dejad de hacer vuestas sinfonías y vuestra música de cámara porque nadie en París va a comprar eso de un español; haced lo que la gente espera de vosotros. ¡Y las últimas canciones de Albéniz deberían competir, estar a la misma altura que los grandes Lieder de Strauss o Fauré! 

Adriana, ¿qué le pide a un pianista a la hora de cantar canción?

Adriana: ¡Qué respiramos juntos! Es algo, llegado un punto, casi inconsciente. Sé que Iñaki siempre está pendiente, pero mantenemos un lenguaje no verbal que depende de la intuición musical de cada uno de nosotros como intérpretes y de la intuición musical que construímos juntos. Quiero decir, si Iñaki está tocando y su frase no ha terminado, tampoco me apresuraré yo a entrar con mi frase y matar su flow, su energía. Por supuesto, además hay un trabajo previo enorme, decidiendo respiraciones, tiempos... cosas más técnicas. La complicidad que mantenemos surge al sentir la interpretación por el mismo camino.

¿Se han sorprendido el uno del otro a lo largo de este camino con Albéniz?

Adriana: ¡Yo creo que Iñaki se ha sorprendido, sobre todo, de mi obsesión por la técnica! (Risas). Incluso cuando estábamos grabando, me decía: "¡Este es otro color que no habías sacado nunca y que estás adaptando ahora!". Cosas que van desarrollándose y lo importante es que, al final del día, podemos hablar juntos y seguir estudiando. A pesar de que hacemos muchísima música juntos, cada vez que nos unimos es diferente.

Iñaki: Ese dominio técnico de su voz es una cosa que me encanta de Adriana. Le permite hacer muchísimas cosas y es algo que me fascina. Es verdad que grabar es súper intenso, porque quieres buscar una perfección y es muy delicado que, en esa búsqueda, te conviertas en algo extremadamente preciso que pierde espontáneidad. Para mí era muy evidente que, las canciones que ya habíamos hecho en concierto, en vivo, ya las sentíamos de manera fluida, mientras que a otras, como las inglesas, hemos llegado a ellas de forma distinta, quizá con mayor presión. No hay que permitirse el error, pero hay que permitirse que la técnica te lleve más allá, al servicio de la música.

30 canciones, ¿cuál es su favorita?

Iñaki: Bueno, yo diría que el último ciclo, que tanto hemos comentado, es una obra maestra. In Sickness and in Health es muy, muy bonita, con un lenguaje muy personal. Albéniz ya sabía que estaba muy enfermo, que se estaba muriendo... cuando uno piensa que, en ese momento, escoge ese texto concreto, no te puede dejar indiferente.

Adriana: Sí, completamente de acuerdo; es muy poética y no dejas de sentir escalofríos. Para mí, personalmente, las primeras canciones de Albéniz con las que tuve contacto fueron las italianas, y siempre me acuerdo de La lontananza. Estando tan lejos de mi tierra y viajando sin parar, estando siempre sola, es algo que me toca directamente. Cantarla es duro, emocionalmente. Me toca mucho.

 

Foto: Marine Cessat Bégler