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Robert Silla: "La historia del oboe se sustenta en sus intérpretes"

El valenciano Robert Silla ocupa desde hace casi 20 año la plaza de oboe solista en la Orquesta Nacional de España, con la que toca este fin de semana el Concierto para oboe de Richard Strauss. Con él desmenuzamos la obra y sus circunstancias, así como la importancia de los interpretes a lo largo de la historia de su instrumento... y su propia historia con el oboe. 

Por empezar con el presente más inmediato: ¿Qué vamos a escuchar este fin de semana con la Orquesta Nacional de España?

¡Vamos a escuchar el Concierto para oboe de Richard Strauss! Es uno de los conciertos más estructurales del repertorio para oboe y forma parte del legado que nos han dejado los grandes compositores. Por desgracia, durante el siglo XIX, principios del XX, casi todos los autores se centraron en el piano, violín y violonchelo. El oboe, que había sido muy protagonista hasta bien entrado el 1800, quedó un poco en un segundo plano, dentro de la orquesta. Era muy importante dentro de ella, con grandes solos y escritura para su parte, pero no les escribían obras donde ellos fuesen los protagonistas.

¿Siguió siendo un imprescindible, pero ya dentro de la formación de orquesta?

Exacto. Y dentro del discurso de la orquesta, es absolutamente necesario. La sonoridad de una orquesta depende de él, donde es uno de los instrumentos más importantes. Sin embargo, en la época del 1800 el instrumento comienza a sufrir muchos cambios y muy rápidos. Muy técnicos, referentes a su parte más organológica. Supongo que, de alguna manera, todo ello contribuyese a que se dejase de escribir piezas para él. Debía haber un tiempo de búsqueda del equilibro ante todas estos cambios, ante estas mejoras y la búsqueda sobre el instrumento. Los compositores debían adaptarse a los cambios en la interpretación. A los intérpretes, aunque se les respetó mucho dentro de su plaza como solista dentro de las orquestas, porque sabíamos quiénes eran, cómo se llamaban y qué cargos ocupaban, se les escribían páginas pensando en ellos dentro de obras mayores, pero se  quedaron sin conciertos propios.

De hecho, el oboe ocupa una posición imprescindible dentro de lo que es la obra de Strauss en sí misma y el Concierto para oboe llega al final.

¡Claro! No hay más que escuchar Der Rosenkavalier, Don Juan... y sin embargo, en un principio, ¡no quiso escribir el Concierto! De hecho, cuando De Lancie - a quien Strauss dedicó la obra -, como solista de la Orquesta de Pittsburgh, fue a visitarle, a las afueras de Múnich, y le pidió el Concierto, ¡Strauss le dijo que no! No obstante, según se fue, se puso a escribirlo inmediatamente. En apenas unos meses ya lo tenía terminado.

¿Qué versión van a tocar de las dos?

Tocaremos la última versión, con el final, supuestamente, definitivo. De Lancy, igualmente, durante los años ochenta grabó su propia versión, mezclando un poco todo. Esa versión no se ha considerado, digamos, oficial, y no se ha tenido en cuenta con el paso de los años. 

¿Cree que se le resta valor a esa versión porque la ha estructurado o trabajado el intérprete?

Es muy probable. Lo que ocurre es que, quizá, no estoy seguro siquiera de que contemos hoy en día con la versión definitiva del Concierto. Durante los últimos años, por ejemplo Schellenberger ha publicado una versión que está basada en numerosas fuentes, pero sin que estén todas incluidas. Está el manuscrito de piano, la versión con el final de 1945, el de 1948, la partitura que se estrenó en Zürich en 1946, la del estreno posterior en Estados Unidos... Creo que la versión definitiva, donde todas las fuentes estén resueltas, y todos los errores y detalles solventados, aún está por llegar. En cualquier caso, a nivel global, habrá poca diferencia. Lo que ahora mismo nos llega estéticamente de la obra, su sonoridad, es lo más próximo a la idea fidedigna de Strauss.

Entiendo que le estoy haciendo la pregunta a usted, solista del concierto, pero ¿nos encontramos ante una obra mayor de Strauss?

Considero que sí. Este concierto es como cuando uno tiene mucha hambre y de pronto le dan un sandwich de jamón y queso... ¡pues que va a decir! (Risas) Como le comentaba, históricamente el Concierto para oboe de Strauss surge tras un periodo en el que el instrumento se encontraba carente de conciertos solistas... En cualquier caso, como solista de orquesta y habiendo tocado gran parte del repertorio sinfónico del compositor, es una obra interesantísima. Podemos percibir en ella a la edad avanzada en el que lo escribió, viendo también esas formas, esa mirada hacia lo clásico. Es curioso porque, al poco del estreno, ya hubo un crítico que escribió algo así como: "un trabajo mozartiano con motivos rococó, pero que no pierde la sonoridad del Rosenkavalier y, aunque no es tan personal como Vida de héroe, conserva la parte irónica, humoresca de Strauss".

¿Ha remontado en protagonismo el oboe en la actualidad?

Sí, gracias sobre todo a Heinz Holliger. A partir de los años cincuenta y sesenta, también durante los setenta y ochenta, ha conseguido casi que se escribiesen más conciertos para oboe que en todo eI tiempo que llevábamos desde el auge del siglo XVIII. Todas las vanguardias, la era posromántica, todos quisieron escribir para él: Zimmermann, Martinu, Lutoslawski, Berio... Es un oboísta excelente.

¿Parece, pues, que la historia del oboe viene a sustentarse sobre los intérpretes?

(Ríe) ¡Esa es muy buena pregunta! Ahora mismo, yo diría que sí, que la historia del oboe se sustenta en sus intérpretes. Detrás de parte del repertorio, de lo mejor que tenemos desde la Antigüedad, hay un intérprete. El mismo Vivaldi, por ejemplo, la mayoría de sus conciertos estaban escritos para una chica que había en el conservatorio. Una gran virtuosa del oboe. Creo que, de alguna manera, los intérpretes inspiraban e inspiren a los compositores a escribir. La profesión ha cambiado desde sus inicios. Hemos tenido momentos en que hemos sido criados y después, entrado el Romanticismo, hemos sido grandes estrellas... ¡La profesión ha cambiado tanto!

¿Ahora son más criados o más estrellas?

(Risas). Me gusta pensar que yo estoy sirviendo a la música. Si soy un criado, lo soy de la música y lo soy con gusto. Cualquier oboísta, que además es un instrumento tan dependiente de la naturaleza al fin y al cabo, puesto que tocamos con una caña y un palo, como quien dice, o tiene una vivencia espiritual de ser un servidor de la música y tocar con amor... o esto por dinero, en muchos casos, ¡ya le digo yo que no se hace! (Más risas). 

¿Es fácil compatibilizar una carrera de solista con el trabajo en la Orquesta Nacional de España?

Bueno, para mí la Orquesta es mi trabajo, es lo más importante. Todo lo demás es un divertimento para mí.

¿Y al revés? Los egos, en el buen sentido, de instrumentistas solistas, ¿nutren y mejoran los resultados de una orquesta?

Como son trabajos distintos, cada uno de ellos aporta a los otros. Quien tiene una carrera de solista está metido en un mundo de auto-gestión, pensando cómo puede hacer para que un proyecto o un concierto se escuche, llegue a algún lado. También está preocupado por sus propios recursos y al revés, la orquesta es una entidad muy potente que puede otorgar estabilidad al músico... tanto una visión y una vida sobre la música aporta a la otra.

Usted lleva casi 20 años formando parte de la Orquesta Nacional, ¿cómo la ve ahora mismo?

Creo que estamos, sinceramente, en nuestro mejor momento. Por lo menos desde que yo estoy en ella.

Un momento de 20 años...

Sí, pero es muy curioso. Uno tiene la sensación que la sociedad cambió mucho de la década de los cuarenta a la de los cincuenta... de los setenta a los ochenta... de los ochenta a los 2000... pero, de los 2000 a los 2020, no tanto. ¿No le parece? Aparentemente no hay un cambio de estética tan aparente, social... La Orquesta Nacional de España, por lo tanto, ha sufrido un cambio generacional en base a una consolidación del cambio educativo que empezó en los años ochenta. Ahora hay gente que toca muy bien, cada vez mejor. Cada nueva audición que hay en la formación es una nueva oportunidad de mejorarla. 

Hablando de décadas anteriores, ¿Cómo fueron sus inicios en la música?

Yo fui a una escuela alternativa, de las primeras que hubo en España. Allí la música era un elemento importantísimo y desde los tres años empecé a cantar en el coro de la escuela, donde dábamos conciertos, íbamos de viaje... en realidad no me di cuenta de cómo aprendí música. Cuando llegué a mi primera clase de solfeo, yo ya sabía solfear y no sabía ni cómo había aprendido. Después, más tardé, ya entré en una banda de música.

Hoy en día, ¿la banda de música valenciana sigue estructurando la base musical en la región? ¿Es una realidad o un estereotipo?

Las bandas se mantienen y están vivas. Son una institución social muy común en los pueblos de Valencia y sí, a mi entender son el germen de mucha de la música que se desarrolla allí. Los padres apuntan a los niños a la banda como quien les apunta a hacer un deporte. Así entran en una comunidad que no deja de ser una gran familia. Allí se es feliz. Estás aprendiendo el funcionamiento de un instrumento, a hacer música con él y a crear en grupo... una base perfecta para quien luego quiera dedicarse profesionalmente a la música. Mi primer profesor, que vino un día a hacer una sustitución, Esteban Loria, era magnífico y significó mi enganche con el oboe. Con él me reía mucho y como le oía tocar el oboe, música de Marcello, también yo quise aprenderlo.

De aquel Marcello a Strauss, pero también a su proyecto Brunetti, que se prensentó en un dobe disco no hace tanto tiempo. ¿Cuál es el poso, el sabor de boca que ha quedado con esta grabación?

En un proyecto así, que no implica ya solo la grabación, sino toda la labor de investigación, de recuperación, estudio y dedicación... primero de todo se deposita un esfuerzo importante. Era muy importante para mí implicarmen en qué ocurrió musicalmente y en torno al oboe en la España del siglo XVIII, y por supuesto saber exactamente quién era la figura de Brunetti y la de Gaspar Barli, el oboísta para quien escribió sus sextetos. Enlaza este nombre con lo que veníamos hablando de la importancia de los intérpretes en el desarrollo de la música para oboe. Él era un músico excelente, un gran virtuoso. Poner todo esto en sociedad, cuando la sociedad nos ha repetido una y otra vez que aquí no se hacía anda interesante... ha sido intenso. Barli era poco o nada conocido, al igual que Brunetti. El reto era mayor que haber grabado cualquier cosa de repertorio del XIX, por ejemplo. Este ha sido, desde luego, reivindicativo.

¿Ya no sólo por el contenido, sino también por las formas? La foto de portada, del interior, diferentes a lo estático y de formas estrictas a las que muchas veces acostumbrabos en los discos de clásica...

¡Por lo menos la portada es reivindicativa, sí! Hay comedia en este disco porque hay comedia en su música, ya que estaba escrita para el divertimento del rey. La música instrumental seguía la estela de la música escénica y de ahí la portada y las fotos interiores. Poco a poco, empezó a desarrollarse una revolución silenciosa. Los intérpretes, criados, que estaban en la Corte entreteniendo al poder, poco a poco fueron tomando independecia a través de la obra instrumental, hasta alcanzar su propia relevancia como piezas independientes, como género y como intérpretes.

He de decir que la acogida ha sido y es espectacular. Por el mundo de la música en general, pero también por el mundo del oboe. Había quien creía que me había adentrado en carreteras secundarias con este proyecto, pero después de escuchar el disco, de verlo, leerlo... ha visto que hemos devuelto a su lugar una música que se había quedado perdida por una visión eurocéntrica de la musicología, que llevó al abandono total a un siglo XVIII que fue absolutamente excepcional, en Madrid y en España.

No puedo terminar la entrevista sin preguntarle si el nombre del ensemble que crearon para llevar a cabo este proyecto: "Il Maniatico", va más allá de la música de Brunetti y conecta con su propia personalidad.

¡Claro! "Il Maniatico" es el nombre de la Sinfonía de caracter de Brunetti, pero también está buscada la conexión, sí. ¡Yo siempre digo que maniáticos somos todos! (Risas). Pero, posiblemente, este nombre hable de mí y de la forma que tuve de acercarme a este proyecto, a esta grabación y a este descubrimiento. Con estas formas, hemos encontrado la energía que todo el proyecto nos ha dado para continuar con el grupo. Las propias fotos que hay en el disco, el contraste entre el divertimento y el perfeccionismo están plasmados ahí... ¡Es aún más complejo resultar ameno siendo un maniático de la perfección! (Risas).