Miren Urbieta Vega1 soprano Foto Michal Novak

Miren Urbieta: "Mi siguiente reto es dar el salto internacional"

La soprano donostiarra Miren Urbieta se ha hecho ya un importante hueco en el mapa lírico español. En ocasión de su reciente paso por el Teatro Real de Madrid, donde ha cantado su primera Condesa en Le nozze di Figaro, conversamos con ella para conocer mejor los origines de su vocación por el canto y su apasionante próxima temporada, cuajada de compromisos de indudable enjundia.

¿Qué tal se ha sentido en el papel de la Condesa en estas funciones de Le nozze di Figaro en el Teatro Real? Creo que ha sido su primera vez con el papel.

Me he sentido muy cómoda, la verdad, tanto con el papel en términos vocales como con la producción que hemos hecho, de Claus Guth. Ha sido algo controvertida, para algunos sectores del público, pero para mí es una propuesta que dota de mucha pasión, frescura y naturalidad a la Condesa; se pone en valor el temperamento del personaje, su enfado, su vulnerabilidad, su frustración… A veces es un papel del que se ofrece una lectura un tanto fría y distante; y en la propuesta de Guth su faceta resulta mucho más rica y compleja, mucho más humana y real sobre todo.

Creo que el papel de la Condesa le llega en un momento de especial madurez vocal.

Sí, estoy muy contenta. Es un momento de cambios, en realidad lo son todos en la vida de un cantante, pero sí que es verdad que la Condesa ha llegado en unos años de estabilidad y plenitud vocal. Yo siempre he sido una lírica, pero ahora me siento lírica sin complejos, digamos. Cuando tienes veinticinco años, hay ciertos papeles para los que tienes la voz pero seguramente no el temperamento o la preparación debida.

¿Cómo evoluciona la voz de una lírica? Es fácil contar la evolución más convencional, de una voz ligera hacia una voz lírica, pero lo cierto es que la voces líricas también evolucionan dentro de su rango, sin necesidad de convertirse en dramáticas.

Efectivamente, y esto se comenta poco. Se evoluciona con mucha paciencia (risas). Cuando tienes una voz lírica ya desde tus inicios, te enfrentas constantemente a un horizonte en el que te aseguran que cantarás determinados papeles, sí, pero más adelante. En las audiciones siempre me decían: “Es muy pronto para Mimì pero es demasiada voz para Musetta”. O también: “Es pronto para Condesa, pero es demasiado para Susanna”. Yo siempre he estado ahí en medio, mi voz siempre ha sido difícil de encasillar. Mi voz fue siempre lírica pero ahora tiene más cuerpo, más consistencia y mayor volumen. Y, sin embargo, en estos últimos años, he visto como papeles que he cantado mucho como Liù o partes como Micaëla (que no he cantado, pero que sí he preparado), se asignan también a voces más ligeras.

Hay una tendencia a aligerar cierto repertorio que antes se tenía por lírico, es cierto. Mencionaba ahora Micaëla y lo cierto es que hasta Don José recae últimamente en tenores líricos, de raíces ligeras incluso, cuando décadas atrás se asociaba más bien con voces dramáticas, de timbres oscuros incluso.

Sí, yo tampoco tengo claro que se deba aligerar todo tanto. Pero al final hablo desde mis coordenadas vocales, desde mi instrumento y de lo que yo siento y percibo al cantar. Lo importante es estar preparado para cuando llega el momento. Estudiar mucho, tener obras preparadas, audicionar y cantar siempre aquello que sabes que tu voz puede abarcar. En mi caso he hecho mucho repertorio sinfónico, mucho recital, mucha zarzuela…

¿Cómo fueron sus orígenes en el canto lírico? ¿En qué momento reconoció que tenía una voz con la que afrontar una carrera como solista?

La verdad es que bastante tarde. Yo empecé con el txistu, siendo muy niña, y después me cambié al clarinete. Estudié magisterio de educación musical a la par que el instrumento. También cantaba en un coro desde los 6 años y cuando tenía 19, falleció el director del coro donde yo cantaba y me propusieron dirigirles. A partir de ahí fui haciendo cursos de dirección coral. Antes de entrar en el Grado Superior tenía claro que no me iba a dedicar al clarinete, así que aunque dudé en hacer pedagogía o dirección, al final me animé (animaron) a hacer canto y entré en Musikene. Yo no había cantado sola en mi vida, ni ópera ni nada parecido. En casa se escuchaba ópera, mi padre ha sido siempre melómano, pero yo nunca me había fascinado por la ópera. Y sin embargo al entrar en Musikene descubrí todo un mundo nuevo, descubrí que mi voz podía hacer muchas más cosas… Fueron cuatro años de evolución y descubrimiento, con el repertorio, con la interpretación, etc. Yo entretanto trabajaba en el Orfeón Donostiarra dirigiendo la sección infantil y juvenil, también dirigía otros dos coros mixtos, etc. Y eso fue un bagaje increíble para mí.

Entiendo que el punto de inflexión vino más tarde, entonces, al concluir los estudios en Musikene.

Sí, en 2009 terminé Musikene y ya durante el último año allí me habían llamado de coros profesionales para cantar con ellos, como solista. Yo lo había rechazado porque trabajaba con mis coros y no los podía dejar colgados de repente. Fueron dos proyectos seguidos a los que tuve que decir que no y cuando me llamaron para el tercero me lo planteé en serio; igual era momento de ponerme en serio a cantar como solista, me dije. Así que en julio de 2009 terminé con la dirección coral y empecé a buscarme la vida (risas). Dí un concierto con la BOS, de manos de Iker Sánchez, que me conocía de Musikene y debuté la Ana Mari de El Caserío de Guridi (2009). Y a partir de ahí fueron saliendo más cosas poco a poco.

Y entonces buscó ampliar su formación, entiendo.

Sí, yo era consciente de que tenía que seguir formándome, sobre todo a nivel de repertorio, e ingresé en la Academia Plácido Domingo en Les Arts. Conocí a gente maravillosa allí: pianistas estupendos que hoy en día son ya buenos directores, también buenos correpetidores, buenos preparadores de roles… Conocí al maestro Alberto Zedda y también al maestro José Miguel Pérez Sierra, que ese año estuvo allí trabajando. José Miguel daba clases de dirección a los pianistas y yo era la única cantante que iba a esas clases (risas). Yo venía del mundo de la dirección coral y me interesaba mucho todo aquello.

Y de ahí volví a casa, a Donostia, e hice las pruebas de Bastilla Atelier y el Centro de Alto Rendimiento de Marsella. Al mismo tiempo que yo hacía estas pruebas hubo unas oposiciones en el País Vaco y sacaron la últimas plaza de canto que quedaba.

¿Se presentó a las oposiciones?

Sí, in extremis y sin mucha esperanza, pero me convencí porque iba a ser la última plaza que salía… El caso es que yo hice las pruebas de Marsella, me cogieron, tenía ya un piso apalabrado… y resulta que hice las oposiciones y me llevé la plaza (risas). En fin… tuve que renunciar a Marsella porque no podía rechazar un trabajo para toda la vida. El director de Marsella se portó muy bien conmigo y me ofreció de hecho un stage gratuito para montar con ellos un par de roles. Pero también es cierto que estuve seis años dando clase en la plaza que saqué por oposición y que ahora tengo en excedencia.

¿Cómo logró compaginar esos años de docencia con los primeros pasos de su carrera como solista?

No fue fácil. La única manera que vi de compaginar la plaza con los inicios de mi carrera fueron los concursos. Gané premios en muchos de ellos (Irun, Logroño, Ana María Iriarte, Viñas, Bilbao…) y por ejemplo en el Concurso Internacional de Bilbao, donde gané el segundo premio en 2012, me llevé también el premio ABAO. Y Jon Paul Laka me dio la posibilidad entonces de cantar Liù en 2014, que fue mi primer papel completo de ópera en un escenario.

No obstante, cuando mi agenda empezó a despegar tuve que renunciar a la docencia. En el Gobierno Vasco se requieren mínimo cinco años de trabajo en la plaza para poder pedir una excedencia, por un mínimo de dos años. Era un riesgo si las cosas no me iban bien, pero sentí que tenía que intentarlo y lo cierto es que salió bien y no me puedo quejar.

Ya quisieran muchos colegas suyos tener una plaza de empleado público a la que volver el día de mañana. La vida da muchas vueltas y nunca se sabe. Lo cierto es que ahora su agenda está muy asentada en España.

Sí, en el Teatro Real apuestan mucho por mí, regreso la próxima temporada para hacer Liù en la Turandot de Bob Wilson. También en Oviedo están contentos conmigo desde que hice allí la Marguerite del Faust de Gounod (2016) y la Mimí (2021), tenemos planes para más adelante. Reconozco en todo caso que para seguir teniendo una carrera importante en España hay que hacer algo más, hay que sonar fuera. Y ese es mi siguiente reto, dar ese salto internacional.

Y en términos repertorio, ¿hacía dónde quiere llevar su agenda?

En términos de repertorio estoy muy contenta con estos roles líricos clásicos como Liù, Condesa, Donna Elvira y Mimí… que podrían ser también Rusalka, Nedda, Fiordiligi, Vitelia, Elettra, Agathe, etc. Para mí es muy importante tener la posibilidad de ahondar en un rol. Mimí, por ejemplo, la debuté en una única noche en Oviedo y se vio que me iba muy bien. Afortunadamente ahora tengo un par de producciones más en agenda, para más adelante, una de ellas en Baluarte, en Pamplona en febrero del 2023.

Por otro lado en un par de años debutaré un Wagner, haré mi primera Elsa de Lohengrin, y será en España. Me ilusiona mucho este proyecto, aunque aún no le puedo decir dónde será (risas). Me gustaría acercarme un poco a las reinas donizettianas. He hecho muy poco Donizetti. Hice Adina hace años pero el bel canto no ha estado muy presente en mi agenda y me gustaría remediarlo, en especial con roles como el de Maria Stuarda. También llevo un tiempo trabajando el Requiem de Verdi, que me encantaría debutar, como algunos roles de este mismo compositor, como Desdemona en Otello, María Boccanegra, Medora, de Il Corsaro, etc.

Mencionaba ahora que es consciente de que necesita salir fuera para seguir haciendo carrera después en España. Este es un asunto recurrente en las conversaciones con otros de sus colegas. ¿Realmente es tan difícil hacer carrera en España para un cantante español?

A ver cómo lo digo sin muchos off the record (risas). Creo que la experiencia personal de cada uno es muy distinta, esto es fundamental tenerlo claro. Y este es un mundo cultural en el que ciertas etiquetas pesan mucho: español, joven, etc. En mi caso, siguen llamándome joven después de 13 años de carrera, y no es que no me sienta joven, es que esa etiqueta provoca, a veces, que no te den la oportunidad de debutar roles de mayor envergadura o responsabilidad. Tenemos mucho complejo con algunas cosas y no siempre parece que nos lo queramos quitar.

El nivel de nuestros músicos y cantantes es equiparable al de cualquier país de nuestro entorno. Yo no voy a enarbolar el discurso de que hay que salir fuera de España para hacer carrera, porque no lo he hecho, por un motivo o por otro, mi carrera hasta la fecha la he labrado aquí, no he tenido que salir fuera. Estoy orgullosa de ello, lo he tenido que pelear y voy teniendo oportunidades, aunque es verdad que cuesta. Las programaciones, a menudo, se agarran los nombres que ya son certezas y que funcionan en taquilla, y yo lo entiendo e insisto en que no me quejo, porque ya es mi tercera vez en el Teatro Real por ejemplo, y estoy tremendamente agradecida por ello. Creo que aunque siguen pesando los nombres extranjeros, los Teatros españoles, van poco a poco dando más oportunidades a los cantantes nacionales.

Es cierto, sí; y hablando de cantantes nacionales, nos queda por hablar del género nacional, la zarzuela, que siempre ha tenido una presencia importante en su trayectoria.

Sí, sin duda. Y es que mi voz encaja bastante bien con las necesidades de muchos papeles protagonistas femeninos en la zarzuela, donde se necesitan agudos pero también voces con cuerpo, con centro y graves solventes, voces con línea amplia. Y es un repertorio en el que quizá no hay tanto prejuicio respecto al color vocal. En San Sebastián además ha habido siempre una gran tradición con este repertorio y por eso he tenido la oportunidad de debutar roles como Ana Mari (El Caserío de Guridi), Katiuska y Tabernera del puerto de Sorozabal y Luisa Fernanda de Moreno Torroba entre otros.

Creo que tiene nuevamente planes para cantar este repertorio en Madrid, abriendo de hecho la próxima temporada en el Teatro de la Zarzuela.

Iré en septiembre para participar en La Celestina de Pedrell, que haremos en versión concierto. Lo cierto es que he participado en bastantes rescates, estrenos o reestrenos del repertorio lírico español. El año pasado participé en el reestreno de Las Calatravas y Benamor, ambas de Pablo Luna, en el Teatro de la Zarzuela y también estuve en las funciones de Don Fernando, el emplazado de Zubiaurre en el Teatro Real… Incluso he participado en algún estreno de compositores actuales, como una obra de Juan Carlos Pérez con texto de Bernardo Atxaga, un tríptico de Anton García Abril, la primera grabación de La Llama de Usandizaga, la recuperación de la ópera vasca Maitena… creo que es responsabilidad de los artistas cuidar, indagar y dar a conocer nuestro patrimonio cultural. Así lo hago también en mis recitales y en la grabación de mi primer disco Ametsetan, grabado para Ibs Classical en 2018 sobre música vasca.

Y como decíamos antes, no falta tampoco la zarzuela en su agenda por venir.

Así es, este mismo verano, celebrando el 125 aniversario del nacimiento de Pablo Sorozabal haremos La tabernera del puerto en la Quincena Musical de San Sebastián y debutaré el rol de Trini, de Adiós a la bohemia, también de Sorozábal, con Donostia Musika, un proyecto muy bonito impulsado por Carlos Benito. Al final de la temporada volveré a ponerme en la piel de mi querida (y más veces interpretada) Ana Mari de El Caserio. Así es que además de Liú y Mimí, podemos decir que va a ser una temporada muy zarzuelera esta que viene.

Foto: © Michal Novak