Paco Lorenzo c Elvira Megías 02 1 1© Elvira Megias.

Francisco Lorenzo: "El CNDM es una casa de calidad, no de cantidad"

Arranca una temporada más del CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical), entidad pública del INAEM que vertebra buena parte de la actividad musical de nuestro país, con más de 200 conciertos programados. Desgranamos sus pormenores y el día a día de la mano de su director, Francisco Lorenzo.

¿En qué punto cerró la temporada anterior y cómo ha comenzado esta?

La anterior, 21-22, como todos sabemos, veníamos aún de la pandemia, que ha sido un desastre a muchos niveles. La pasada fue una temporada complicada, en la que el público no acaba de llenar las salas. Aún con todo, creo que la terminamos muy bien y que esta de ahora es la temporada de la recuperación. Hemos vendido fenomenal, por ejemplo, los abonos de la Sala de Cámara del Auditorio Nacional. Con algunos ciclos, además, prácticamente agotados, como el de flamenco o el de jazz. Funciona muy bien, como siempre, el Universo Barroco en la misma sala, así como el Liceo de Cámara, donde yo creo que vamos a tener todas las funciones agotadas. El Cuarteto Casals o el Cuarteto Quiroga lo tienen todo vendido. E incluso también, cuando, a veces, ofrecemos algunos programas un tanto complicados, como es el caso del Pavel Haas con Varvara. Al final, si no corres riesgos, siendo además una entidad pública, tu labor no tiene sentido. Con ellos hacemos un programa de cuartetos de Martinu, Bartók y un quinteto bellísimo de Zarebski. 

Hay que ir buscando, cambiando, para que el público no pierda el interés, entiendo.

Desde luego, si tenemos éxito, es porque tenemos un público que es de lo más culto, de lo más cultivado de nuestro país. Y es un público que le gusta, también, experimentar. Cuando tienes un abono que siempre funciona bien, el abonado te da la oportunidad, como programador, para experimentar. Si todo el pasado ha ido bien, por qué no probar cosas nuevas. Bien es cierto que, aún así, vender en la Sala sinfónica del Auditorio Nacional sigue siendo complicado tras la pandemia. Estamos hablando de una sala de 2.400 localidades. Por lo general, nosotros hacemos aquel tipo de música que, históricamente, no se ha hecho en el Auditorio Nacional. Tenemos la idea clara de no entrar en conflicto con los ciclos históricos que ya existían en la ciudad: orquestas sinfónicas, pianistas de gran recital... Nuestros proyectos son más arriesgados. Hacemos Haendel, sí, pero procuramos hacer Amadigi di Gaula antes que Giulio Cesare, para entendernos. En esa misma corriente, siempre, cada año, procuramos recuperar una obra del repertorio lírico español. Esta temporada hacemos Vendado es amor, no es ciego, de Nebra, que es maravillosa, pero sigue siendo una apuesta arriesgada para una sala de estas dimensiones.

¿En 2022 tenemos que seguir reivindicando el Barroco español?

Sí, sí, sí. Sin lugar a dudas. Al final, al público de Barroco, mayoritariamente, lo que le gusta es venir a ver a René Jacobs, William Christie o Marc Minkowski con un Haendel.  Sin embargo, cuando le pones un Nebra, un Durón o este tipo de repertorio de Barroco español... bueno, pues el público de hoy en día sigue atendiendo a unos clichés establecidos. No obstante, cuando escuchan la obra, salen muy contentos. Nebra no es Haendel, pero su música está a la misma altura. Es buenísima, pero aún les cuesta. Con todo, el CNDM tiene que apoyar a grupos noveles como es este Los Elementos, con Alberto Miguélez Rouco al frente, que es maravilloso.

Habla de no pisar lo ya establecido en Madrid, pero también de lo que cuesta, en ocasiones, vender la Sala sinfónica con obras del Barroco español. ¿Se han planteado la coproducción, por ejemplo, de producciones escénicas de este repertorio en el Teatro de la Zarzuela?

Podría ser, por qué no. Es difícil, sin embargo, coordinar dos proyectos artísticos ahora mismo, en el que el director del Teatro de la Zarzuela, Daniel Bianco, terminará su labor la temporada que viene. Los proyectos allí, en la Zarzuela, entiendo que han de proyectarse con mucho más tiempo que aquí, donde se realizan en versión concierto, y en estos momentos de cambio de dirección no se dan las mejores circunstancias. No es el momento más fácil, pero por supuesto estamos abiertísimos a realizar cualquier colaboración con la Zarzuela y su nueva dirección en proyectos futuros. Allí hacemos el Ciclo de Lied, pero una producción de recuperación de zarzuela o repertorio olvidado sería fantástico.

De hecho, el CNDM siempre parece haberse mostrado abierta a la coproducción.

¡Sí! La idea de la coproducción siempre es bienvenida y se puede explorar. También hemos colaborado con entidades privadas como La Filarmónica, para conciertos con Martha Argerich, o con Ibermúsica. Lo que ocurre de cara a las privadas es que a nosotros, como entidad pública, no nos gusta elevar el precio de nuestras entradas... y en eso surge cierta incompatibilidad. Por eso nuestra colaboración con entidades privadas ha bajado bastante. Nuestros grandes descuentos son incompatibles con sus propósitos. Aún así hemos hecho Madeleine Peyreux, Diane Reeves, Dulce Pontes, Philip Glass... son conciertos que hacemos en colaboración con promotores privados. No es fácil, hay que convencerles, pero ahí estamos.

Otra coproducción será con la OCNE, con el nuevo Concierto para violín de Benet Casablancas, quien es, además, su compositor residente de esta temporada.

Benet es un compositor que, de siempre, me ha gustado muchísimo. De los más interpretados fuera de España y, además, de ser músico, tiene unos libros estupendos y es docente en el Conservatorio del Liceu. Tenía que llegar su momento en el CNDM y, por fin, ha llegado. Aunque tenemos nuestra sede y la dirección artística en el Auditorio de Madrid, siempre nos gusta descentralizar, mirar hacia fuera de esta ciudad y llegar a todos lados, de ahí también la elección de Benet.

Es un compositor hecho, maduro, diría que neo-tonal, que no es difícil de comprender, en un mundo en el que también tiene que haber una cercanía al público en general. En la vida hay periodos para todo y creo que aquel tiempo de las vanguardias y las rupturas ya ha quedado superado. El momento Boulez ya ha pasado y Benet es uno de los grandes catedráticos de la composición en nuestro país, muy influenciado por la Segunda escuela de Viena, estudió con Cerha y tiene unos toques de orientalismo exquisitos. De una belleza abrumadora.

No sé si he contado como 30 obras suyas programadas en esta temporada del CNDM. Que el CNDM decida que un compositor o compositora es su residente, es casi equiparable - o superior - a la entrega de un premio de composición, ¿no le parece?

(Sonríe). Sí, bueno, puede ser. En este caso, además, es que se escucharán obras muy diferentes de él, desde el gran sinfonismo con el Concierto para violín, hasta obras de cámara para clarinete o piano, pasando por ensembles grandes o más pequeños. Y su música tiene presencia no sólo en Madrid, sino en muchas ciudades donde llegan nuestros ciclos de música contemporánea. Por otra parte, ser compositor residente del CNDM te da un posicionamiento que provoca nuevos encargos de otras instituciones. De hecho, Benet ya me ha dicho que a raíz de todo esto le han salido nuevos encargos.

Otro residente de este tamporada tiene un perfil más alternativo: Moisés P. Sánchez.

Sí, es que siempre los artistas residentes siempre han estado ligados, digamos, a la música clásica: Isabelle Faust, Lina Tur Bonet, Carlos Mena, Jordi Savall... Este año queríamos salirnos del cuadro habitual de lo académico y por eso pensamos rápidamente en Moisés. Su naturaleza es la libertad. Es un músico abierto, compositor y pianista que ha escrito, por ejemplo, varios ballets, reinterpretaciones sobre La consagración de la primavera o el Concierto para orquesta de Bartók... Un nombre siempre nuevo, mirando hacia el jazz, que colaboró como pianista durante muchísimos años con la Orquesta Nacional de España. Tiene la misma facilidad para tocar Bach que para tocar algo completamente nuevo de cara al jazz.

Y un reconocimiento a ese género, el jazz, que tanta demanda tiene ahora mismo, ¿no?

Sí. A mí el jazz siempre me ha gustado mucho y, aunque ya se empezó a explorar en el CNDM con su anterior director, Antonio Moral, ahora lo hemos querido potenciar más. De hecho, a mí lo que me gustaría es tener un circuito de jazz por toda España, con sede en cinco o seis ciudades más allá de Madrid. El jazz es un género que, a día de hoy, tiene unos músicos asombrosos en nuestro país, de una altísima calidad: Moisés P. Sánchez, Marco Mezquida, Marta Sánchez... cada dos años traemos al Valencia Jazz Top Seven, con los mejores músicos valencianos de jazz, liderados por Perico Sambeat. El jazz siempre me ha acompañado y creo que vive un momento dorado.

Por terminar de repasar los residentes: Concerto 1700.

Con Concerto 1700 y Daniel Pinteño ya veníamos teniendo relación, por lo que es una apuesta por un grupo que siempre ha hecho de la recuperación de patrimonio histórico español su bandera. Grupos buenos hay muchos, pero que además estén comprometidos de esta manera con la recuperación, no tantos. Es por ello que tienen mucha empatía con el CNDM. Con ellos hacemos Iribarren en la Catedral de Málaga. Illana, Scarlatti, hacemos un Literes... Iremos a Valencia, Salamanca, Madrid, Londres... Su naturaleza y la nuestra tenían que encontrarse con esta fórmula de la residencia tarde o temprano. Es nuestro reconocimiento a un grupo de extraordinaria calidad que, además, se dedica a redescubrir partituras tan importantes de nuestro repertorio.

¿Cómo se organizan ustedes en el día a día ante tantos conciertos y citas?

Delegando e intentando llegar a todos lados rápido para ir apagando los fuegos que van surgiendo (risas). Personalmente, yo ahora mismo estoy encantado con el equipo que tenemos. Maider, Pepa, Susana que ha llegado hace poco pero es estupenda... tenemos también una nueva jefa de producción y todo funciona con mucha empatía. El problema es que aquí tú te organizas y luego la Administración te desorganiza (más risas). Pero es que cuando uno gestiona dinero público tiene que ser, no ya resolutivo, sino mucho más responsable, evidentemente. Cuando yo comencé, con 26 años, en el Palau de la Música de Valencia, veía unos oropeles desorbitados: un proyecto Ravel, por ejemplo, con Lorin Maazel y la Philharmonia de Londres, la Bayersiche Runfunkus y la Filarmónica de Israel... ¡Con unas cantidades de dinero...! ¡Recuerdo cuando llevamos a Carlos Kleiber...! Le confieso que yo, todo eso, siempre lo he llevado muy mal. La responsabilidad pública ha de ser tajante. Tienes que tener una mano derecha y una izquierda, claro, pero no puedes permitir el derroche por el derroche que aún a día de hoy siguen pretendiendo algunos agentes, por ejemplo. Con dinero público eso no debe darse.

¿Y de cara a la programación?

De cara a la programación hemos de alcanzarlo todo, porque debemos ser un reflejo de todas las músicas: clásica, o académica digamos, por supuesto, pero también de jazz, flamenco... En el Universo Barroco, por ejemplo, tenemos que traer a los grandes popes: Jacobs, Christie, Gardiner..., pero también a nombres más jóvenes y sus agrupaciones; tienes que tener a nombres muy conocidos como Jaroussky, Orlinski o Fagioli, pero también a los más desconocidos. Y por supuesto a españoles: Sabata, Mena... Al final somos una mezcla de muchas cosas. Y hay cosas que a mí, personalmente, no me gustan tanto, pero que en el conjunto de la programación has de tenerlo. Tenemos muchos conciertos, sí, pero el CNDM es una casa de calidad, no de cantidad.

Con orquestas alemanas cancelando conciertos por la inflación y la crisis energética; el Museo del Prado que no encuentra quién le traslade los cuadros para sus exposiciones temporales por el mismo motivo... y siendo el CNDM, entiendo, un termómetro perfecto con más de 200 conciertos programados, ¿qué pronostico podría hacer usted de su futuro más próximo?

Vaya, es complicado. Nosotros tenemos la gran suerte de ser públicos. España es un país rico en muchas cosas y una de ella es su sistema público: cultura, salud... ¡Podría ser mejor! Pero nuestro sistema es, en muchos aspectos, envidiable. Todo lo que ofrece el INAEM: el Teatro Clásico, la Orquesta Nacional de España... nuestros proyectos del CNDM: música contemporánea, recuperación histórica... todo a unos precios sostenibles... Ese es el futuro. Es una suerte, insisto, que contemos con este sistema público del que carecen muchos países anglosajones. Tenemos que gestionar aún mejor. Tenemos que hacer las cosas aún mejor. Conocer nuestros recursos.

La calidad de nuestros músicos, por ejemplo, ha llegado a un punto por el que, en muchas ocasiones, ya no tiene sentido traer músicos de fuera. Mire la Sinfónica de Galicia, la Orquesta de Castilla y León... Esas orquestas con músicos de aquí eran impensables en nuestro país hace más de 30 años. Estamos cosechando lo que venimos haciendo bien durante toda la Transición. Aquí, en el CNDM, hemos tenido a Lina Tur Bonet, por ejemplo, que es extraordinaria. No hace falta hablar ni de el divino Savall. López Banzo, los hermanos Zapico... hay músicos de una calidad incuestionable.

Falta, quizá, que como público nos terminemos de quitar la venda.

Esto es cuestión de generaciones. Las nuevas están más abiertas, como siempre. Cuando tienes una edad y te has criado con unas cosas, es lo que esperas escuchar, pero la gente más joven está siempre más dispuesta a valorar por igual a todos los músicos. Todo es cuestión de tiempo.