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Joan Valent: “Sueño con componer una ópera en torno a Ramón Llull”

El próximo día 5 de noviembre el Auditorio Nacional acogerá el estreno de Viva, un espectáculo donde verán la luz las Canciones singulares escritas -tanto en texto como en música- por el mallorquín Joan Valent, junto a la soprano Cristina Domínguez, bajo la dirección de Christian Frattima y con el violinista Renato Doná, arropados por la Orquesta Filarmonía de Madrid. En ocasión de esta première, conversamos con el compositor para concoer más de cerca sus recientes trabajos y otros asuntos de interés, como su relación con el cine.

¿Cuándo y cómo surge este proyecto con la soprano Cristina Domínguez? 

Yo conozco a Cristina desde hace más de veinte años. Ella estuvo participando en la gira de un espectáculo que hice para el Teatro Clásico de Mérida, una propuesta que mezclaba teatro y danza y ahí nos conocimos. Ella hizo la gira de esa obra con nosotros y hemos mantenido amistad y contacto desde entonces. Tenemos una buena amistad y cuando supe que atravesaba un cáncer, le fui enviando la música que yo hacía entonces, para que me viera lo que yo estaba haciendo, etc. Y entonces me propuso componer algo para ella, en torno a su vivencia con el cáncer.

¿Sobre qué trata el ciclo exactamente?

Cristina quería sobre la vida, la muerte, el cielo y el infierno. En resumen, una pieza en torno a la experiencia de la vida marcada por el cáncer, en toda la amplitud de la idea. Y entonces llegué a la idea de un ciclo de cuatro canciones que recorren la vida, su vida en particular pero también la de cualquiera de nosotros: el nacimiento, la adolescencia (el tiempo de conocer el amor y el desamor), la madurez (la geografía de la piel) y la lucha contra el cáncer (sobre todo a nivel emocional).

¿Cuál es el origen de los textos de estas canciones?

Busqué textos que nos pudieran servir de base para este ciclo. Soy un apasionado de la poesía y busqué mucho, muchísimo; pero no era fácil dar con algo convincente. Así que por primera vez en mi carrera me decidí a escribir yo mismo el texto de las cuatro canciones. Ha sido un trabajo total para mí, en este sentido.

Si no me equivoco, al mismo tiempo que estas canciones ha completado también la composición de una sinfonía.

Yo por entonces estaba trabajando en mi Circle Symphony, de la que la Orquesta de las Islas Baleares estrenó ya el primer movimiento, Simplicity. Y al poco me encontré escribiendo las canciones para Cristina.

De modo que cuando avanzamos con Sony en la idea de graba mi sinfonía, sumamos también al proyecto al grabación de las Canciones singulares. Al final han sido dos obras hermanas, aunque cada una ha tenido su propia gestación. Digamos que son dos lienzos distintos pero se han pintado a la vez.

Cristina quería dejar una huella de esta música interpretada por su voz y de ahí el concierto que se hará para el estreno de las canciones en el Auditorio Nacional, donde también se interpretará la Circle Symphony en la primera parte. En la segunda parte, Punta Campanella y VIVA para violín solo y Fading (music box y orquesta), se intercalarán entre las Cuatro Canciones Singulares. 

¿Cómo son la línea vocal y la orquestación en estas canciones?

Las canciones son algo duras de cantar, a la Strauss digamos, con una orquestación densa y de un metraje de entre seis y ocho minutos. De modo que en el Auditorio Nacional intercalaremos la sinfonía con las canciones, para que Cristina pueda acometer el ciclo con comodidad.

El ciclo está escrito para una soprano lírica amplia. Cristina me ha dado una gran libertad a la hora de crear las canciones. Yo evidentemente he pensado en su voz, hemos corregido cosas aquí y allá, pero siempre dentro de lo que es un proceso creativo normal.

La orquestación es grande, amplia y densa, con arpa, percusión, metales, cuatro trompas… a la Strauss, como decía.

Menciona a Strauss, nada menos… 

Sí, así como la sinfonía tiene un carácter ‘minimal’ muy propio, las canciones tienen otra entidad. Hace unas semanas, en un programa de Radio Nacional, en una conversación acerca de mi obra, me dijeron que yo hacía ‘música esencialista’ y me gustó mucho la etiqueta, ese nombre creo que define muy bien mi música. La sinfonía está desarrollada a partir de construcciones fractales simples. Desde estructuras simples se va progresando hacia paneles de sonido gigantescos, muy potentes, que te atrapan.

Las canciones en cambio son de corte más clásico, también porque están inspiradas en Cristina, que es una soprano educada en el repertorio más clásico. Las canciones están en una tonalidad más regular y son más cantabiles, por decirlo de algún modo.

JoanValent CristinaDominguez 

El tema del cáncer, una experiencia tan difícil de nombrar, a menudo eludida con eufemismos y tópicos, ¿quizá encuentre en la música un vehículo especialmente afortunado para nombrar eso que tanto cuesta nombrar?

Yo he abordado el tema de frente: el cáncer es una circunstancia fatal pero lo que hay en tu vida, alrededor del cáncer, a veces puede ser hermoso. No se trata de dulcificar o embellecer algo que es evidentemente una tragedia, una vivencia durísima. Pero es verdad que en torno a esa experiencia se revelan muchas cosas hermosas. 

Yo no he pasado por ahí todavía, afortunadamente, pero las personas como Cristina con las que he hablado, que hacen una vivencia tan reflexiva y emocional del cáncer y su lucha con la enfermedad, insisten en que es una vivencia reveladora.

Si le soy sincero, yo soy más tipo mediterráneo gris, con tendencia a hundirme, y supongo que ante un cáncer me vendría abajo sin remedio. Por eso me asombró tanto la fortaleza de alguien como Cristina, capaz de enfrentarse no solo a su enfermedad sino a la vida y con fuerza como para sacar adelante un proyecto de esta envergadura.

De veras, yo me siento un completo cobarde cuando veo gente con esa fortaleza.

Decía ahora que es complicado definir su música y es verdad que siempre se refiere al lado mínima e intimista, pero quizá eso sea reduccionista. ¿Cómo lo vive usted?

Yo estudié en Barcelona teniendo como profesores de Carles Guinovart, Joan Guinjoan, etc. Soy de la generación de los hijos de Tomás Marco, Luis de Pablo… Después de Barcelona me fui a Estados Unidos. Por aquel tiempo en España todo estaba vinculado al postseralismo y a la música concreta y si no hacías eso, eras un apestado. Y esto aún es un tanto así, desde luego lo es desde el punto de vista de la música institucionalizada.

En Estados Unidos descubrí a compositores de los que ni siquiera se hablaba en España. Autores con un desarrollo intelectual muy importante de su música, pero también con un calado emocional sobresaliente. Desde Takemitsu a Górecki, a Penderecki, Lutoslawski, Martynov, Arvo Pärt… Y yo aluciné con aquello. Después conocí la obra de John Adams, que fue el que más encajó conmigo por el oficio orquestal que ha sido tan vocacional en mi obra.

Philip Glass en aquel momento no me interesaba, lo mismo que Michael Nyman, con quien sin embargo hemos llegado a ser muy buenos amigos, porque fuimos vecinos en México. A decir verdad he terminado por admirar mucho al obra de ambos, Glass y Nyman.

¿Cómo definiría su música entonces?

En aquel momento empezaron a hablar de mi música como un autor ecléctico. Pero claro… el eclecticismo engloba mucha ignorancia sobre lo que se está oyendo. Cuando algo no se entiende, se dice que es ecléctico. Por eso esa idea del ‘esencialismo musical’ me cuadra mucho.

En su música hay melodía, una orquestación muy elaborada, un gusto por las texturas musicales.

Mi obra en realidad abarca muchas cosas, muchos estilos y formatos. A veces se conoce mucho mi música orquestal pero también tengo por ejemplo una ciaccona que parece barroca, pero con una articulación interválica interna que no es nada barroca. Es una obra que me están pidiendo mucho, por cierto, está teniendo una gran difusión.

En líneas generales rehuso bastante del mundo intelectual y prefiero moverme en el terreno de lo emocional. Yo he sido un lector empedernido, viciado, enfermo prácticamente… hasta que me di cuenta de que no leía por placer sino para poder hablar de lo que había leído, por puro prurito intelectual, para aparentar. Y eso es malo. Con la música me di cuenta de que podía correr el mismo riesgo. 

¿Cómo ha influido el cine en su obra sinfónica? La música para largometrajes ha supuesto un capítulo importante en su actividad profesional. ¿Ha cambiado de algún modo su forma de hacer música?

El mundo del cine llegó de forma accidental a mi vida y terminó siendo mi solución vital, no lo oculto. Porque para un músico como yo, o bien das clases o bien haces música para cine. No hay más. Y tuve suerte porque desde le principio tuve éxito y mucha demanda. Siempre el cine se ha nutrido del mundo de la música clásica, formal o académica… o como queramos llamarla.

Joan Martorell, que es el compositor que trabaja conmigo como ayudante, me dice siempre que tengo algo raro, que tenemos pocos, entre ellos Alberto Iglesias y pocos más, que es un estilo propio. Y es verdad, porque yo hago música más allá del cine. Y mi música para el cine se nutre de eso. Yo no hago música para un patrón cinematográfico ad hoc y creo que por eso he tenido éxito. 

De hecho, poco antes de la pandemia decidí dejar de hacer música para cine durante un tiempo, porque es verdad que se gana mucho dinero pero me estaba repitiendo, corría el riesgo de ser un rutinario y no ser un artista (risas). Por eso ahora estoy trabajando mucho en mi música, en mi creación, más allá del cine, para poder nutrir más tarde mi música para cine con un material renovado y distinto.

Después de esta sinfonía y estas canciones, ¿ha pensado en componer una ópera?

Claro. Me muero de ganas por escribir una ópera. Tengo varios libretos sobre la mesa, pero una ópera es un proyecto inviable si no encuentras a alguien que te la encargue y te la produzca. Una ópera representa, al menos, un año y medio de trabajo y es un proyecto inviable sin un productor. Ojalá en algún momento llegue la ocasión.

¿Ha pensado ya en algún libreto en particular que le fascine para una ópera?

Sí… Tengo un proyecto en torno a Ramon Llul que me fascinaría llevar a cabo. Es una mezcla entre la historia real de los últimos cuatro años de vida de Ramón Llul y una ficción sobre su viaje final a Túnez.

Tras las canciones y la sinfonía, ¿cuál es su próximo estreno?

En diciembre, en Baleares, verá la luz mi Concierto para guitarra y orquesta con Rafael Aguirre como solista.