Javier Comesaña Pablo Rodrigo Studio© Pablo Rodrigo Studio.

Javier Comesaña: "Amar lo que haces y no perder las ganas de compartir te da la base para todo lo demás"

El sevillano Javier Comesaña es ya una de las nuevas realidades del violín en nuestro país y también a nivel internacional. Su instrumento y su arte se han escuchado ya con la Orquesta Nacional de España, la Sinfónica de Castilla y León, la Orquesta de la Comunidad de Madrid o la Orquesta de RTVE. 

Tras regresar de tocar en Italia y antes de que parta de nuevo hacia a Alemania, hablamos con él de sus comienzos con el violín, de su presente y también de su futuro, o al menos hacia dónde encaminarlo. De las dudas, de la interpretación hoy en día... y de algo que va y viene a lo largo de la conversación, haciéndose evidente la importancia que tiene para él: la escucha.

Por empezar por un principio, ¿cómo comenzó su relación con el violín?

Mi madre estudió piano en Barcelona, donde vivía de joven, por lo que la música se introdujo en mi casa a través de ella. Recuerdo que mi hermano, también alguna que otra vez se sentó al piano, pero no terminó de cuajar y tiró por otros derroteros. Ahora es biólogo. En mi caso, mi madre pensó que el violín podría ser el instrumento más adecuado para mí, puesto que durante las primeras lecciones que recibí con ella, en casa, se dio cuenta de que tenía oído absoluto. Es un instrumento muy útil para cualquier tema de afinación, muy intuitivo.

Y llegados al presente, ¿qué momento vive usted con el violín?

Bueno, es que empecé con cinco años... y ahora mismo tengo 24. Es decir, en estos 19 años que llevo tocando... ¡he vivido de todo! Momentos que van desde la felicidad más absoluta, hasta, por qué no decirlo, las dudas. Los momentos duros, de rachas difíciles, en las que todo se puede ver de forma un poco más negativa. En las que todo parece costar un poco más de trabajo.

Ahora mismo, no obstante, estoy en un momento, diría, frenético, la verdad. Al menos en cuanto a actividad. He tenido bastantes conciertos. Con el violín que toco concretamente ahora, que es un Guadagnini de 1765, lo tengo prestado por tres años. Estoy ligeramente entrado en la segunda mitad de este tiempo y me encuentro en la apoteosis de conocernos. En el punto de pasar ya al siguiente nivel. Hablando de forma muy sencilla, ahora que nos conocemos, explotar al máximo todas sus cualidades... ¡y todas las mías!

¿Están alcanzando una madurez en su relación?

(Piensa) ¡Más o menos! La cuestión es que esa madurez requiere de un recorrido largo, que empezamos a andar ahora.

Me hablaba de las dudas... ¿Cuesta convencerse a uno mismo al principio de la carrera? Y en esos momentos, ¿cómo ha acabado decidiéndose hacia donde caminar?

Una vez que empiezas la vida profesional, por así decirlo, la carrera de conciertos... en realidad, yo estoy bastante convencido de que si uno es buen músico, en el sentido de que ama lo que hace... sin perder las ganas de compartir, te da la base de todo lo demás. Luego ya, lo demás es un poco secundario. Quiero decir: seas solista, toques dentro de una orquesta, hagas música de cámara, seas profesor en una escuela o en un conservatorio... la base siempre es la misma: amar lo que haces y no perder las ganas de compartir con los demás. Si no hay eso, estamos perdidos. Es fundamental. 

Luego, por supuesto y especialmente en mi caso, que soy alguien joven, es muy importante dejarse escuchar por las personas que nos rodean, que nos quieren. Muchas veces ellos ven cosas que nosotros no vemos. En ocasiones nos falta un punto de pausa para tomarnos el mismo problema, entre comillas, con otra perspectiva. Y es importante escuchar a esas personas para centrarte.

De todas formas, bueno, también hay que tener claro que muchas veces es cuestión de rachas, como todas las profesiones del mundo. Es algo que forma parte del juego. Mejor no venirse abajo con demasiada facilidad. No obstante, en nuestro caso dar conciertos, estudiar las obras... es algo que nos gusta, que nos fascina tanto - hasta el punto de volvernos locos, en el buen sentido de la palabra -, que, por lo general, sarna con gusto no pica.

Hablando de su juventud... ¿Hasta qué punto uno mantiene la etiqueta de “joven”, o incluso de “promesa”? ¿Es algo que uno quiera quitarse pronto de encima?

Bueno, es una cuestión que no me preocupa demasiado. Es algo que se va con el tiempo, de forma natural (risas). Puede encontrarse a un intérprete muy joven, no sólo con respecto a mí, sino a otros colegas, que al escucharles, el comentario es: “le escuchas tocar y parece que está tocando un señor de 60 años. Tiene una madurez impensable para su edad”. Es algo que oigo habitualmente. Al final, la juventud, en este sentido, es algo subjetivo. Va cambiando de una persona a otra. En cuanto a lo que a mí respecta, yo trato de ir andando el camino, poco a poco. Ir descubriéndome a mí mismo, cada día un poquito más. 

"En ocasiones nos falta un punto de pausa para tomarnos el mismo problema con otra perspectiva" 

¿Y en su forma propia de escuchar? ¿Ha crecido con algunos referentes al violín? No sé si las nuevas generaciones de su instrumento se nutren de nuevos nombres o si recurren también a los “clásicos”...

Mire, es algo que va cambiando un poco. En términos generales, hace sesenta, setenta, ochenta años, no se tocaba el violín del mismo modo que se toca ahora el gran repertorio. Simplemente por eso, digamos que, quizá, los intérpretes más jóvenes escuchamos más a los nombres de hoy en día. Digamos, no sé... si vas a escuchar el Concierto para violín de Brahms, escuchas antes a Kavakos, Zimmermann o Batiashvili. Es fácil que recurras a los grandes de ahora. Sobre todo, también, con cierto repertorio donde la corriente historicista tiene mayor presencia y está ampliamente aceptada.  El Barroco, incluso el Clásicismo y el Romanticismo temprano, cada vez se escuchan de forma más distinta. Tenemos más información y esa información se va aplicando a la interpretación. 

Esto es importante. La información. Al fin y al cabo lo que ha de contar es que nosotros somos intérpretes y es algo que nunca debe olvidársenos. Toda información es bienvenida, pero luego subimos al escenario y lo que tenemos que hacer es tocar, no dar una conferencia (risas). Sin embargo, yo trato de coger un poco lo que más me interesa de cada intérprete. Sea de la “vieja escuela”, por así decirlo, o se trate de un músico actual. Trato de escuchar siempre con actitud positiva. Apreciar lo mejor de cada uno. Entre otras cosas porque, aunque las modas interpretativas vayan cambiando, todo lo que tenemos ahora suele proceder de lo anterior. Siempre le debemos algo a las generaciones que nos han precedido. Los grandes nombres de hoy en día estudiaron de y con los anteriores. Es una cadena de transmisión. No se trata de renegar de lo antiguo sólo por ser antiguo, ni de abrazar lo nuevo sólo por ser lo nuevo. 

Su balance personal también está ahí, ¿entiendo? ¿Entre su punto de vista propio y una lectura más fidedigna de la partitura?

A lo mejor dentro de diez años pienso diferente, pero ahora mismo, creo que es una cuestión de 50-50. Poner en una balanza cada obra que toco y ver qué significaba para el compositor y qué significa para mí... y cómo lo interpreto todo. Es una mezcla, hablando en términos muy rudimentarios. Luego, por supuesto, está la forma de aproximarte a la estética de la obra... Lo que le comentaba antes.

Por ejemplo ahora, que está viviendo, diría, un momento muy Mendelssohn, ¿cómo acomete su obra?

¡Sí! Justo tengo aquí, a mi lado, la partitura del Concierto. Es muy curiosa esta obra, porque en cuanto a la forma es muy clásica, pero en cuanto al contenido es muy romántico. En términos de sonido hay que plantearse muchas cosas. ¿Cómo lo traduces? ¿Hago menos vibrato? ¿Cambio la articulación? ¿Escojo tempi un poco más rápidos?... Son todas cosas que tengo en cuenta a la hora de interpretar, sobre todo cuando es el caso de un concierto tan celebrado como el de Mendelssohn. Lo conocemos, absolutamente, todos... y todos tenemos nuestras versiones favoritas en la memoria y, sin embargo, ese acercamiento, de nuevo, a la partitura, es siempre un descubrimiento. Abrirla, leer, pararte a pensar, buscar referencias de la época en la música, pero también en la pintura, en la literatura... todo ello hace que en cada ocasión, en cada cada concierto que interpreto se termine ofreciendo, sí, una versión propia, pero una versión propia que va adquiriendo pequeños matices distintos. La música está viva, al fin y al cabo.

Está tocando mucho el Mendelssohn, pero también le hemos escuchado Brahms, Shostakovich, Tchaikovsky, obras contemporáneas... un repertorio ecléctico, digamos. ¿Pretende que su carrera siga siendo así de variada?

Es verdad que, este año en concreto, sí que ha sido así. De cara a años venideros, quizá sí busque un poco más de equilibrio entre la curiosidad innata que tengo - más siendo violinista, con el repertorio infinito que tenemos por tocar - y las obras que más me llegan al corazón. Con aquellas con las que más me identifico como artista, para tratar de profundizar más en ellas. La satisfacción plena no creo que se alcance nunca, pero quiero entregarme en cuerpo y alma a ellas, porque son esas obras con las que sueñas desde niño, desde que las escuchas por primera vez.

De todos modos, me parece importante mirar hacia más lados, hacia el presente... y de hecho, cuando me preguntaba por mis referentes, uno de ellos es, sin duda, Gidon Kremer, que si por algo se caracteriza es porque es un artista abiertísimo, que presta especial atención a los artistas contemporáneos de su tiempo. Pärt, Schnittke, Gubaidulina... escribieron obras para él.

"Cuando subimos a un escenario lo que tenemos que hacer es tocar, no dar una conferencia"

Y mucha atención la suya también hacia la música de cámara. ¿Será también otro de sus puntos de anclaje?

¡Por supuesto! La música de cámara es fundamental. Un comentario que también suelo hacer muy a menudo es que tocar con orquesta también es, al fin y al cabo, hacer música de cámara a gran escala. En vez de estar tocando con tres, cuatro personas, estás tocando con 20 ó 50. Es una pequeña gran diferencia, pero en el fondo es lo mismo. Se trata de escuchar y crear sinergias. De compartir.

¿Qué le pide usted a una orquesta o a una batuta cuando está tocando un concierto?

Por supuesto uno llega con una idea clara del concierto que va a tocar y cómo lo quiere tocar. Sin embargo, aun teniéndolo claro, lo primero que quiero saber siempre es cómo suena la orquesta, cómo lo pongo en sintonía con lo que yo he pensado... cómo puedo ir cambiando a lo largo de los ensayos o cómo la orquesta puede cambiar.. amoldándonos los unos a los otros. 

Para alcanzar todo ello lo que hace falta es una actitud abierta, receptiva... y por suerte, con la inmensa mayoría de orquestas con las que me he encontrado he tenido el lujo de poder experimentar esa escucha colectiva entre formación, director y solista. Es importante que el solista juegue el papel de cohesión entre todos. No me gusta el rol de solista a la antigua usanza, que se ponía delante, tocaba lo suyo y esperaba que los demás le siguiesen como buenamente puedan. Los había así. Los hay ahora, pero no tantos. Lo que se busca hoy en día es otra cosa. Un concierto no deja de ser concertar, una conversación musical.