© Gemma Escribano.

Lara Diloy: "En el equilibrio está la respuesta"

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Su batuta se ha puesto al frente de formaciones como la Orquesta de la Comunidad de Madrid, la Sinfónica de Bilbao, la Orquesta de Radio Televisión Española o la Filarmónica de Gran Canaria, esperándole durante las próximas semanas, entre otros compromisos, su regreso a la Orquesta de Córdoba y el debut en la programación del Maestranza de Sevilla. Todo ello hace de Lara Diloy una de las más firmes realidades del presente de la dirección de orquesta en nuestro país. Y no sólo por eso, sino sumado, además, a su mirada sobre el trabajo en equipo, la energía, la flexibilidad y el equilibrio frente a los atriles.

Tengo entendido que usted tenía su mirada puesta en la arquitectura, pero que finalmente terminó por seguir con la música en su vida…

En realidad, la arquitectura era uno de esos sueños que tienes cuando eres joven. Dentro de que me gustaba mucho la parte científica, lo que me llamaba poderosamente la atención de la arquitectura es que te permitía unirla a algo más artístico. Esa simbiosis de las dos cosas siempre me atrajo, pero al final, en ese precipicio de la pregunta: ¿música o arquitectura?, yo siempre decía que me sentiría como si me quitasen una parte de mí al tener que dejar la música. ¡Cosa que no ocurría con la arquitectura! (Risas) Ahí quedó claro cuál sería el camino elegido, el que forjaba mi pasión.

Y sin embargo, dentro de la música, su carrera se ha desarrollado hacia la arquitectura de la música: la dirección de orquesta.

Sí. Quizá desde el prisma creativo de la construcción asociaría más al arquitecto con el compositor, ya que este crea desde una libertad casi total. En la dirección hablamos de interpretación y los límites, obviamente, nos los pone la partitura. Con todo, la arquitectura es una de las partes fundamentales de nuestro trabajo. El ver cómo construir, a partir de esa partitura, la música: los caminos que nos llevan a la tensión, a la distensión, puntos culminantes… cómo erigir todo ello. No lo había pensado antes, pero sí, supongo que aquello está relacionado con todo lo que estoy viviendo hoy en día.

Habla de partitura, de límites a través de ella… ¿Se puede dar forma, realmente, a una partitura siendo directora de orquesta? ¿Se puede ir más allá de lo escrito?

Creo que, para cualquier intérprete, lo que está escrito en la partitura es lo básico. Si continuamos con el paralelismo arquitectónico, la partitura es el plano, pero tú como artista tienes que descifrar la realidad de ese plano, su tridimensionalidad, con otras muchas herramientas. Es como ver un bosque esquematizado en un mapa. Puedes imaginar que los árboles son más grandes o más pequeños… ¡O un camino! Es posible realizarlo corriendo… o quizá de forma más lenta. Diría que a partir de la partitura nos hacemos preguntas, y las respuestas que encontramos diseñan nuestra interpretación.

¿Y cómo es ese trabajo cuando llega a una orquesta? ¿Cómo de sencillo o de complejo puede resultar el crear un camino con una orquesta que ya tiene su color propio? Por ejemplo, un Carnaval de Dvorák, la primera obra que usted dirigió…

Hay una cosa importante aparte de la evolución propia, que es el grupo que tienes delante. Usted me habla de la primera obra que dirigí, con toda la inocencia y las herramientas que tenía en ese momento. Tu propio recorrido es una constante y te coloca, cada vez, en un sitio diferente. La imagen que tienes de la partitura va evolucionando, pero es evidente que el instrumento que tienes delante condiciona la forma de afrontar los ensayos. No es lo mismo encontrarse con una orquesta que tiene un sonido muy personal que con otra con un sonido más neutro pero, a la vez, más maleable. En este caso, si hablamos de color, probablemente enfoque el trabajo de forma diferente, aunque siempre intentes acercarte al ideal que tienes en la cabeza. 
Ya que junto a la orquesta trabajamos en equipo, me gusta beber de lo que esta me ofrece. Veo importante construir desde el potencial de cada grupo.

¿Hasta qué punto hay que escuchar la opinión de una orquesta? No digo a la orquesta, sino su opinión…

Creo que, hablando de la importancia del trabajo en equipo, como generación estamos cambiando la forma de liderar. No sólo en las orquestas, sino en el mundo en general. El liderazgo ya no es tan autoritario como lo era hace unos años. Ahora hay un mayor equilibrio y mucha más escucha hacia el equipo con el que trabajas. Eso no significa que esa escucha no tenga límites. Evidentemente, claro que los tiene. Al final, nosotros tenemos la responsabilidad de liderar y buscar los mejores resultados con los mimbres que tenemos.

Y de tomar la decisión final. 

¡Y de tomar la decisión final! Es que escuchar no significa plegarte a otra opinión, sino tenerla en cuenta. Claro que hay una escucha y una apertura mucho mayor que antes, pero sigue habiendo límites porque, al final, somos líderes. En el equilibrio está la respuesta.

¿El gesto lo es todo?

Yo creo que no. El gesto es una parte muy grande. A la hora de expresarte como directora de orquesta, tener un gesto claro, comunicativo, es algo muy importante. Pero no lo es todo. Conozco grandes directores que no tienen un gesto tan ortodoxo, pero que son músicos muy inteligentes y consiguen unas interpretaciones fantásticas. Y también hay directores que, quizá, gestualmente son muy brillantes pero su contenido no es tan interesante. El gesto no lo es todo… ¡Pero ayuda mucho! (Risas).

¿Hoy en día estamos deconstruyendo el gesto?

Probablemente estamos investigando más. En el principio de la dirección de orquesta, que es algo bastante moderno, hubo una búsqueda del mismo. Imagino que sería tipo sálvese quien pueda… (Risas). Luego se han ido creando escuelas y, hoy en día, hay más libertad en todo ello. Me parece algo realmente bueno que, dentro de unas bases, se tienda a que la personalidad de cada intérprete salga a la luz en esa parte de nuestra comunicación que es el gesto.  Es algo que los directores de orquesta necesitamos como intérpretes. La libertad en el gesto nos permite ser nosotros mismos.

El otro día, escuchando el Concierto para violonchelo de Dvorák, precisamente, me emocioné viendo la labor de catalizador, de transmisor entre individuos únicos del director de orquesta. La manera en que flauta y solista tenían que confiar en la batuta para comunicarse entre sí…

Ese, desde luego, es un momento “íntimo” en el que puede verse muy bien la faceta que apunta como catalizadores, como enlace de energías. Sin embargo, esa labor es una constante. En todo momento estamos haciendo precisamente eso. Nosotros no construimos solos. Un director sin un grupo no es nadie. Siempre estamos desarrollando esa sinergia, equilibrando secciones…  La función del director de orquesta es ejercer una permanente reciprocidad como transmisor de energía.

¿No hace falta venir de una escuela en la actualidad para tener tu propio camino?

En general, considero que es interesante formarse en una escuela para adquirir una buena base y, a partir de ahí, deconstruir para encontrar tu propia forma de comunicarte. Venir de una escuela de dirección de orquesta o, mejor aún, tener un buen profesor que te guíe en los fundamentos técnicos de comunicación con los que puedas comenzar tu andadura para después evolucionar y reinterpretarlos buscando tu propio lenguaje es fundamental.

¿La libertad en el comienzo de una carrera de dirección de orquesta puede resultar contraproducente?

Creo que si eres un buen músico, acabarás haciéndote entender. Será un camino más duro, eso también es una realidad. Si tuviera que escoger, preferiría tener un punto de referencia.

Usted pasará las próximas semanas en Córdoba, donde dirigirá un programa en el que Abraham Cupeiro tocará diferentes instrumentos antiguos. ¿Cómo van a ser estos conciertos?

En la Orquesta de Córdoba ya estuve el pasado octubre, haciendo Peer Gynt, y la relación con ellos es fantástica. Ahora volvemos con el programa Pangea, haciendo una música historicista muy propia. El trabajo que hace Abraham recuperando instrumentos antiguos es único y eso ya pone el programa en valor. Y además de único, es riguroso, llamativo y se ofrece con el mejor de los envoltorios, por lo que es garantía de disfrute asegurado.

¿Ha dicho que sí a dirigir estos programas porque algunos de sus instrumentos tienen relación histórica con la trompa, de la que usted procede?

(Risas) ¡Claro! Además, ¡Abraham y yo fuimos compañeros en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid! Que la vida nos haya hecho reencontrarnos ahora es todo un regalo.

Hablando anteriormente de caminos y comenzarlos, acaba de trabajar con y para jóvenes con El año pasado por agua en el Teatro de la Zarzuela. No sé si puede ser lo mismo trabajar para que trabajar con jóvenes…

En este proyecto en concreto, por un lado trabajamos con jóvenes en sus inicios profesionales, con exigencias como tales, y hay muchas cosas que favorecen el trabajo con ellos. Una esencial es la energía. Como todo el mundo tiene muchas ganas, no hay desgaste y todos dan el 120% en todo momento. Hay una ilusión que nos activa las pilas a todos los que trabajamos con ellos. Y luego está su mente abierta… Las personas, con la experiencia, nos vamos haciendo de ideas más fijas. Creemos sólidamente en lo que hemos vivido y nuestra opinión es más firme… y al mismo tiempo, somos menos flexibles. Sin embargo en los equipos jóvenes se puede experimentar más porque son proclives a la novedad. En cuanto a trabajar para jóvenes, hay que tener en cuenta que es un público sincero y exigente, que también desprende una energía muy particular. Y lo más importante: son nuestro presente y futuro. Es fundamental ofrecerles proyectos de calidad.

Precisamente, entre otras cosas, dirigir zarzuela no es fácil por lo que comenta de la energía. El hecho de cortar la música, hablar, volver a empezar… y en ello usted tiene mucha experiencia, habiendo sido una de las pocas mujeres que ha dirigido el género en ese mismo teatro.

El Teatro de la Zarzuela es una de las instituciones más importantes para mí, me ha visto crecer como artista. Llevo desde 2016 trabajando con ellos, en los inicios como asistente y como directora del coro de voces blancas. Desde entonces he colaborado regularmente y cada vez con mayor responsabilidad. Es algo que me ha permitido trabajar mucho repertorio y conocer bien el lenguaje. 
Lo que apunta sobre la complejidad es algo curioso, porque en la parte musical es muy importante estar conectado con la esencia del texto. En ópera es compleja la construcción total y la energía se sustenta en la música, por lo que las riendas se encuentran en nuestras manos durante toda la función. Sin embargo en la zarzuela depende de los cantantes y actores el sostener las partes habladas. Después te devuelven la energía y has de continuar con ella desde el foso. 

Siguiendo con la lírica, usted va a dirigir una ópera como Lazarillo en Las Palmas de Gran Canaria y en Sevilla. ¿Cómo es esta obra?

Lazarillo es un reflejo total de la historia tal y como se cuenta en el anónimo… y también de nuestra historia propia, pasada y presente, al hablar de picaresca. Se manifiesta de una forma bastante cruda, donde el cuestionable comportamiento de los personajes viene marcado por la supervivencia. 
La música de David del Puerto es una maravilla. Es verdad que siempre hablamos de lo complejo que puede resultar acercarse a la música contemporánea. Sin embargo, creo que él ha acertado de lleno en cómo presentar esta obra en comunión total con el libreto de Martín Llade. La estrenamos el año pasado en Alcalá de Henares y está teniendo un gran recorrido. Es algo que dice mucho de la obra.

Como alguien que ha crecido con la lírica… ¿Qué tiene la lírica que no se suela poner en la primera línea de titulares?

Pondré sobre la mesa dos cuestiones relacionadas con la perspectiva de la dirección de orquesta. La primera está asociada a mi manera de ver las cosas: disfrutar del trabajo en equipo. Que tantos elementos confluyan para dar vida a una obra, no sólo a nivel musical, sino a todos los niveles artísticos, es algo que engancha. Llegar a la primera función y que todo salga bien supone un milagro. Además es un regalo aprender de tantas disciplinas al trabajar codo con codo con ellas. En mi periodo de trabajo en la Ópera de Oviedo es donde he podido valorar esto con mayor intensidad 
Por otra parte, se habla de la dificultad de concertar en la lírica, pero creo que también tiene una ventaja, que es estar sujeta a un texto. Y eso nos ayuda mucho a la hora de estudiar. La música te cuenta lo que narra el texto o te genera subtextos de cosas que sucederán después o que han sucedido antes… Te da una base más para construir sobre lo abstracto.

¿Al director o directora de escena se le puede decir esto mismo? ¿O habría que decirle que lo que sujeta es la música?

Volvemos al mismo punto: la música no se puede desligar del texto… y al contrario tampoco. Nosotros, cuando trabajamos para poner en pie una ópera  o una zarzuela tenemos el libreto en cuenta… Creo que, en ningún caso, la dirección de escena se puede desligar de la música, porque esta cuenta también la historia y la sostiene. No podemos obviar eso. Si no se tiene en cuenta la música al narrar una ópera, como director de escena estarás contando otra cosa.

Terminando y tras todo lo hablado, más allá del color, ritmo… ¿Cuáles diría que son las bases que forman la hermenéuticas de su dirección de orquesta? ¿Equipo, energía, equilibrio?

Diría que fluye entre esos parámetros, y aunque en la constante evolución personal pueda haber cambios, creo que en realidad siempre tenemos la misma finalidad: llegar al día del concierto o de función y que suceda la magia. Cómo ocurra eso, evidentemente depende de la personalidad y cualidades de cada uno. En mi caso, una de las cosas que pongo en práctica para que tenga lugar es a través del trabajo en equipo, conseguir que el grupo crea en sí mismo para dar lo mejor y llegar con la energía necesaria al escenario. 
Mi planteamiento, no obstante, es diferente según el grupo que tengo delante. Siendo yo misma, intento ser flexible atendiendo a las necesidades del equipo. 

¿La orquesta que tiene delante acaba por determinar cómo ha de ser durante los conciertos?

No lo define, es un parámetro más. Para liderar tenemos que ser nosotros mismos. En esta profesión estamos muy expuestos y es muy fácil ponerse capas para protegerse, pero esto a la larga supone un lastre. No obstante, aún estando en nuestra esencia, una parte importante de nuestro trabajo es hacer música junto a otras personas, y para ello tenemos que ser sensibles a lo que recibimos de los demás. Cada equipo de trabajo es distinto, si queremos sacar el mayor partido, hay que saber adaptarse. Por eso cada concierto es único.