Santiago Serrate: “Donde realmente se aprende a dirigir es en un teatro de ópera"
¿De dónde arranca su trayectoria como director musical?
Pues diría que casi desde mi nacimiento. Desde niño siempre quise ser director de orquesta, no sabría explicar muy bien por qué. Mis padres lo contaban a menudo; cuando aparecía el maestro García Asensio en el programa de televisión El mundo de la música, enseguida me lanzaba a mover los brazos. No procedo de una familia de músicos. Nací en Sabadell y el colegio de los Escolapios tenía una escolanía y pasé con éxito las pruebas. Seguían el mismo sistema que la Escolanía de Montserrat, pero sin internado. A raíz de ello, a través del canto, empecé a sentir la música de una manera más física y directa. Con seis años empecé a tomar clases particulares y después entré en el conservatorio de Sabadell para estudiar piano, solfeo, etc. En la escolanía tuve ya contacto con la polifonía de Victoria, Palestrina, y con obras de Bach, Fauré… canto gregoriano y también ópera. Esta misma formación era el coro oficial de los Amigos de la Ópera de Sabadell, la Ópera de mi ciudad, donde ahora estoy dirigiendo con frecuencia. Por cierto: dirigiré Carmen, de Bizet, el mismo título con el que debuté cantando con la Escolanía hace treinta años.
Sin embargo creo que fue el contrabajo el instrumento que terminó de orientar su trayectoria profesional.
La escolanía de Sabadell, mi escolanía, no tenía contrabajistas. El director P. Josep Vidal me convenció de que tenía que estudiar contrabajo y dedicarme a ello, a pesar, lo confieso, de que mi pasión era el oboe. Poco a poco fui estudiando más en serio el contrabajo y entré en la Joven Orquesta Nacional de España y en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde tuve la inmensa suerte de estudiar con el gran contrabajista y pedagogo Ludwig Streicher,
Creo que Ros Marbá fue determinante en su formación como director de orquesta.
Sí; Antoni Ros-Marbá ya no daba clases en el conservatorio de Barcelona cuando yo entré en contacto con él. Sin embargo, a través de los Cursos Internacionales de dirección de orquesta que se hacían en Igualada, orientó mi dedicación a la dirección, brindándome una sólida formación musical y técnica. Actualmente soy el profesor asistente del Curso Internacional de Dirección de Orquesta Antoni Ros-Marbá.
Comencé a trabajar como asistente en el Teatro Real, gané un concurso de dirección en Madrid que me abrió algunas puertasy fui ampliando mi formación con Gerorge Hurst en Inglaterra y Otto-Werner Mueller en Alemania. También Salvador Mas y Arturo Tamayo me han ayudado mucho. Tras ganar una plaza de contrabajista en la Orquesta Sinfónica de RTVE, permanecí en la citada orquesta cinco temporadas. Fueron temporadas muy interesantes para mí. Viví muy de cerca las diferentes técnicas y capacidades de muchos directores de orquesta, sumergido en un repertorio tan amplio como diferente. Aprendí mucho también de compañeros y amigos que tocaban en la orquesta y que tenían muchos más años de profesión que yo. Desde el principio la Orquesta me apoyó como director, siendo invitado dos veces en el Ciclo de Jóvenes Músicos y en el Concierto-Homenaje a Igor Markevitch, con motivo de su 40 aniversario. Es la primera orquesta que vi en TV, le tengo un gran afecto y espero poder volver con ellos muy pronto.
Tener la ocasión de trabajar como asistente al lado de maestros con experiencia parece un paso fundamental para asentarse en esta vocación y en este oficio.
Sin duda. Al no existir en España teatros de repertorio, como en Alemania, por ejemplo, algo que le permite a un director de orquesta formarse de manera global, en España tienes que conseguir esa formación aprendiendo un poco de aquí y un poco de allí. Es decir, hay que ir de teatro en teatro buscando la experiencia global a la que me refiero.
Lo cierto es que es en un teatro de ópera donde realmente se aprende a dirigir. Todos los grandes han pasado por un teatro de ópera. Y no todo el mundo puede dirigir ópera. Son muy pocos los que trabajan al mismo nivel en sinfónico y en teatro. La ópera es un espectáculo sumamente complejo y exigente. Yo tuve la suerte de empezar asistiendo al maestro Ros-Marbá y después pasé un largo período de tiempo en el Teatro de la Maestranza colaborando como asistente del maestro Pedro Halffter y con otros directores invitados de grandísimo nivel, como el maestro Michel Plasson, con quien he trabajado ya en varias ocasiones, en España y en Francia. Colaborar como asistente de grandes batutas me ha permitido tener un repertorio de 62 óperas diferentes, ensayadas y trabajadas. Me considero alguien con mucha experiencia en el mundo del teatro. Soy muy afortunado.
A día de hoy, ¿tiene alguna relación profesional estable con alguna institución musical o funciona como freelance?
Mantengo desde hace años un vínculo estrecho y estable con diferentes orquestas sinfónicas españolas y extranjeras. Ni que decir tiene que la aspiración de cualquier director de orquesta es contar con su propia formación y yo, desde luego, no soy una excepción.
Mencionaba antes su interés por dirigir ópera, en teatro, aunque su agenda habla también de una marcada dedicación al repertorio sinfónico.
Por supuesto, siempre he pensado que un director debe ser capaz de manejarse cómodamente en el repertorio más amplio posible. La versatilidad, desde mi punto de vista, es una cualidad que hay que anhelar. El músico de hoy, creo, debe ser un artista versátil, cosmopolita, bien formado artística y humanamente. Por ello, es difícil pensar que un director de orquesta pueda (deba) dirigir solo ópera, o solo sinfónico. Además, hay que pensar que la ópera y lo sinfónico son géneros y que cada uno de ellos tiene a su vez un amplísimo registro interpretativo. No es lo mismo enfrentarse a ópera de Händel que a una de Zemlinsky, como no se aborda de igual manera una sinfonía de Haydn o Mozart que a una de Mahler o Ives.
En principio, mis “andares” artísticos deberían ir más por el lado operístico que por el sinfónico, dado el gran número de títulos que tengo en mi haber, pero las carreras son caprichosas y uno no sabe bien qué va a pasar. Leonard Bernstein decía que solo hay dos tipos de música; la buena y la mala. Por tanto, lo que pido al destino es que caigan en mis manos muchas buenas partituras, del género y época que sean. Mi relación con las orquestas españolas es buena y mis actuaciones en países como Italia, Francia, Grecia, China, México, Portugal…han funcionado bien. ¡Soy optimista!
¿De qué proyectos recientes guarda un mejor recuerdo?
Una gran satisfacción para mí fueron las dos últimas colaboraciones con la Ópera de Sabadell en mi ciudad: L'italiana in Algeri de Rossini, La serva padrona de Pergolesi e Il segreto di Susanna de Wolf-Ferrari, siempre junto a la Orquesta Sinfónica del Vallès. La pasada Semana Santa, con la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, hicimos un programa con sinfonías de Haydn y Mozart que salió espléndidamente. Es una orquesta con la que llevo más de diez años colaborando y por la que siento una gran estima y afecto. Nos entendemos muy bien. Realmente Haydn y Mozart son lo más difícil, no sólo desde un punto de vista técnico sino estilístico.
Tengo también muy buen recuerdo del concierto de celebración de los veinte años de la Orquesta Joven de Andalucía;creo que hicimos una Cuarta de Brahms realmente emocionante. Con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla también he trabajado siempre muy a gusto. Y recientemente con la Filarmónica de Málaga hemos disfrutado mucho haciendo un programa con páginas de zarzuela y de Verdi. Fue un concierto muy bueno que obtuvo muchísimo éxito. Lo mejor de ocasiones como estas es la sensación de hacer un trabajo conjunto. Como decía Carlo María Giulini, “un director de orquesta no es más ni menos que un músico que hace música con otros músicos”, y eso es algo que llevo siempre conmigo cuando tomo la batuta.
De la agenda que tiene por delante destacaría la Carmen de Sabadell, tanto por lo que supone dirigir en casa como por lo que supone formar parte de esta temporada de aniversario.
Sí; es uno de mis compromisos más importantes de este año. Hablamos de una partitura maravillosa y de la ciudad donde nací. Carmen fue la primera partitura de ópera que compré, por cierto, en la famosa y muy querida Casa Beethoven de Barcelona, en junio de 1990. He podido acceder a las últimas ediciones, al facsímil del manuscrito. Me atrae mucho la idea de bucear en ese sonido francés que he escuchado de cerca a Michel Plasson. Carmen es, posiblemente, la única ópera que cuenta con cinco ediciones distintas. Tengo intención de respetar al máximo la orquestación original de Bizet, dándole ese carácter de opéra comique.
Quiero aquí también resaltar la enorme labor que la soprano Mirna Lacambra, presidenta y directora artística, que fundó hace 35 años los Amigos de la ópera de Sabadell. En primer lugar por apostar siempre por las jóvenes generaciones de artistas y en segundo por ofrecer ópera siempre con gran rigor y calidad, tanto en mi ciudad como en toda Cataluña.
También tiene a la vista un importante estreno.
Efectivamente; es otro proyecto que me interesa mucho. Mi compromiso de defender con el máximo rigor las obras contemporáneas, es un trabajo que realizo desde hace años, felizmente, y últimamente con el Grupo Sax-Ensemble, uno de los más prestigiosos de nuestro país. En este caso hablamos del estreno de la ópera Tenorio, de Tomas Marco. La ayuda de la Fundación BBVA, a través del programa de jóvenes creadores y del que he sido beneficiado, ha sido fundamental para llevar adelante este proyecto.
¿Hay contactos para trabajar en los grandes teatros españoles?
No hay que olvidar que debuté en el Gran Teatre del Liceo con el estreno en España de L´ape musicale, en 2008, una suerte de refrito de diversos libretos de Da Ponte con música de varios compositores. La obra se ofreció en versión de concierto, pero fue mi debut operístico. Ese mismo año tuvo lugar también mi debut en el Teatro de la Maestranza, donde he trabajado muchísimo durante estos años; de hecho, es el teatro donde más óperas he dirigido, destacando los estrenos en España de Sarka, de Janacek y de Il prigioniero, de Dallapiccola, como también la recuperación de el Cristoforo Colombo, de Carnicer. También he trabajado en el Auditorio de Galicia con La voix humaine, en el Teatro Principal de Palma con Turandot, en el Teatro de la Zarzuela con La calesera, El estreno de una artista, Gloria y Peluca). Por supuesto, hay otros teatros en los que me gustaría debutar o regresar, pero en realidad he colaborado ya como asistente en casi todos, desde el Teatro Real a la Ópera de Oviedo.
Cuénteme algo más sobre el curso de dirección de Ros-Marbà.
Es un curso que tuvo ya muchas ediciones, la última ha sido la décima. Tras un paréntesis de varios años, diferentes instituciones lo reflotaron como curso de verano y el maestro Ros-Marbá quiso contar conmigo como profesor asistente. Estos cursos son muy valiosos para que los estudiantes se asomen a la realidad de nuestro oficio. El problema de los directores es que no podemos tener nuestro instrumento en casa. Tener una orquesta a disposición es algo extraordinario y estos cursos lo permiten. La idea es que el curso se consolide y se convierta en un máster, quizá en Cataluña. Por otro lado, sería de magnífico que el maestro Ros-Marbà pudiera tener en España una cátedra donde impartir clases y transmitir sus conocimientos.
¿Qué batutas han sido una referencia durante todos estos años de formación?
Por un lado están los maestros con los que he trabajado directamente, como Antoni Ros-Marbà con quien he aprendido el valor del estudio y del análisis de la partitura para justificar el enfoque de un director. Con Michel Plasson he aprendido muchísimo sobre el oficio, pequeños trucos, detalles en el gesto, el estilo para el repertorio francés… También aprendí de Salvador Mas el empezar a encontrarme a mí mismo como director, de Arturo Tamayo que me ayudó a enfocar la dirección del repertorio contemporáneo, de George Hurst y de Otto Werner Mueller, con quien coincidí poco tiempo pero de un modo determinante, aprendí a entender cómo sentir físicamente el trabajo de director, como vivirlo corporalmente. Luego hay grandes referentes del pasado, como Carlo Maria Giulini al que antes mencionaba. Y admiro profundamente el sonido de Sir John Barbirolli, su calidez, su tensión… Y, cómo no, Celibidache, Kleiber, Muti, Jansons…
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