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Lisette Oropesa: "No quiero acortar mi carrera por el mero afán de cantar más papeles"

Tras abrir la temporada en la Ópera de Viena como Violetta Valery, la soprano Lisette Oropesa regresa a los escenarios españoles para inaugurar la temporada del Palau de Les Arts, en Valencia. Será Manon, en la ópera homónima de Massenet, en su primera vez con el rol desde antes de la pandemia.

Retoma ahora el papel de Manon, después de varios años sin cantarlo. Seguramente el rol encaja muy bien con su vocalidad actual, todavía ligera pero con un centro más lírico y amplio.

Sí, exacto. Manon tiene de todo, desde pasajes ligeros a partes más dramáticas. Es un rol largo, en una ópera en cinco actos. Lo canté por primera vez antes de la pandemia, en el 2019. En este tiempo la voz ha cambiado bastante y he dedicado todo el verano a meter el papel en mi voz de nuevo. De hecho creo que esta vez sonará mejor que en 2019 (risas). Bromas aparte, es cierto, ahora conozco mejor mi voz y también las dificultades del papel. 

¿Cuáles son esas dificultades del rol que menciona?

Sobre todo su longitud, porque es un papel que canta mucho y está mucho en escena. Manon empieza con un aria de coloratura, después pasa por una página lírica pero bastante dramática, el ‘Addieu notre petite table’; en el tercer acto está la gavotte, una página bien difícil con coloratura; y en el último acto está toda la escena del casino, etc. Es un sube y baja, yendo del drama a la coloratura, una y otra vez.

En la newsletter que sube a su canal de Youtube mencionaba recientemente un cierto paralelismo entre el rol que acaba de cantar en Viena, el de Violetta Valery en La traviata, y esta Manon de Massenet. Son dos papeles con conexiones más o menos explícitas, tanto a nivel emocional como a nivel vocal, pues parece que requieran incluso una soprano distinta para cada acto.

Absolutamente, así lo creo. Violetta es hoy en día el papel que más he cantado y uno de los más presentes en mi agenda. Me siento muy cómoda con el rol pero tiene sin duda sus dificultades: tras la coloratura del primer acto, todo lo demás se adentra ya en un terreno más lírico. Pero Manon, en cambio, vuelve una y otra vez a la coloratura tras pasar por pasajes más dramáticos. Y esto es complicado de manejar, hay que estar muy atento.

De algún modo Manon es un buen ejemplo de la naturaleza de su propia agenda ahora mismo, intercalando papeles de puro bel canto como Elvira en I puritani junto a roles que debutará pronto, de calado más dramático, como la Marguerite de Faust en Londres.

Eso es. Faust va a ser un reto importante. Marguerite tiene su coloratura al principio pero no es un rol tan liviano como Manon. Es curioso porque las arias más conocidas de Manon son precisamente las más brillantes, como la gavotte. Manon es un personaje luminoso y eso la diferencia bastante de Violetta, que decíamos antes. Violetta es un rol más trágico y melancólico, en contraste con las ganas de vivir y de conocer el placer y la riqueza que tiene Manon.

En el caso de la Marguerite de Faust, voy a intentar cantarla con mi voz, sin intentar rellenar demasiado el centro de la voz, aunque es cierto que mi instrumento está creciendo. Me gusta mucho cantar en francés y espero saber aprovechar el papel de la mejor manera, muy concentrada en las palabras y en el personaje y no tan preocupada por la amplitud vocal.

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Yo tengo un recuerdo muy nítido de su voz asociado a la Lucia que cantó en 2018 en el Teatro Real junto a Javier Camarena. Y en línea con ello tengo la impresión de que su voz siempre ha sonado belcantista, no ya por su mayor o menor ligereza, sino por cómo está construida y sostenida en la emisión.

Gracias, eso es todo un cumplido (risas). Pero sí, creo que mi voz tiene un color más latino, más italiano, y la técnica belcantista es la que mejor me ha encajado siempre. Hay cantantes con instrumentos a los que les va mejor una emisión eslava o centroeuropea. Mi voz está colocada muy adelante, por decirlo de alguna manera, yo al menos la siento así.

¿Cuál ha sido la evolución de su voz en estos años?

Ahora tengo cuarenta años y creo que el centro y el grave me van llegando con más facilidad, lo siento más confortable al menos. Pero yo no me oigo a mí misma (risas). En todo caso yo quiero seguir cantando papeles que requieren brillantez, coloratura, ligereza, etc. Y lo quiero para mantenerme fresca, porque si empiezo a cantar papeles más grandes y dramáticos creo que perderé algo del timbre joven que todavía necesito (risas).

Entonces, ¿entiendo que va a seguir cantando Puritani, Lucia…?

Lucia creo que no. De hecho creo que ya he cantado mis mejores Lucias.

Ese es un buen titular (risas).

(Risas). En agosto grabamos Lucia en Sicilia, con un equipo estupendo y creo que esa grabación ha sido un punto culminante en mi relación con ese papel, un rol que he cantado en Milán, en Viena, en Madrid, en Londres… Creo que puedo estar satisfecha con lo que he hecho con Lucia y hay ahora cantantes más jóvenes y muy talentosas que merecen una oportunidad para cantar el rol; no tiene sentido que yo siga haciendo lo mismo una y otra vez.

Quizá por eso va ahora hacia otro Donizetti, como es el caso de la Maria Stuarda que debutará en el Teatro Real de Madrid, este mes de diciembre. ¿Hay detrás de ello un plan a futuro para cantar la trilogía Tudor?

Es una evolución natural que quiero ir aprovechando pero no creo que llegue a cantar ni la Bolena ni el Devereux. El tiempo lo dirá, pero ahora mismo no está en mis planes más inmediatos. Hay cantantes que pueden hacer las tres sin problemas pero creo que no es mi caso. Este verano he trabajado mucho la Maria Stuarda y creo que me va muy bien en este momento. He escuchado mucho a Caballé, a Sutherland, a Sills… formas muy diversas de cantar el papel, en ocasiones con muchos adornos, casi demasiados (risas).

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Y en términos de repertorio, ¿qué otros proyectos hay en el horizonte?

Tengo un gran sueño que es cantar Aspasia en Mitridate de Mozart, un autor que adoro. Estamos tratando de armar un proyecto con este título en Viena.

Interesante… hace apenas unos días entrevisté a Juan Diego Flórez y me decía que tiene pendiente cantar por fin un título de Mozart. Serían la pareja perfecta para un Mitritadate en Viena… Ahí lo dejo (risas).

Yo sería la más feliz del mundo cantando Aspasia en Viena. ¡Ojalá!

En el caso de Verdi es más complicado avanzar con el repertorio, ¿no es cierto? Con su vocalidad, me refiero.

Es cierto, hay que ser cuidadoso. Yo no podré cantar Trovatore seguramente pero quizá en el futuro una Luisa Miller o una Amelia de Boccanegra, pero ni siquiera está planteado en mi agenda. No tiene sentido plantearse estas cosas hasta que no lleguen de un modo realista. No quiero acortar mi carrera por el mero afán de cantar más papeles. Con la madurez, si viene el color y viene la oportunidad, bienvenido sea. Tampoco es que me falte repertorio (risas).

La ópera barroca también ha sido importante en su agenda, siempre ha cantado mucho Händel.

Sí, es que Händel para mí es una inspiración constante. Voy a seguir cantando Alcina y hace poco cante una Cleopatra de Giulio Cesare en París. También he cantado Rodelinda, he grabado Theodora… La música alemana me da casi más emoción que el bel canto (risas). No, no digamos eso (risas). Digamos que Händel fue el primer belcantista, eso sí lo podemos decir (risas).

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Hablemos de la zarzuela, un repertorio que le fascina y al que ha dedicado un disco monográfico, grabado en Madrid con el maestro Óliver Díaz. Usted misma ha dedicado varios recitales a la zarzuela con Rubén Fernández Aguirre al piano. Es evidente su afinidad con este repertorio.

Sí, después de aquel concierto que hicimos en el Teatro de la Zarzuela con Rubén surgió el proyecto de grabar un disco, pero no ha sido fácil porque los materiales de este repertorio están a veces muy dispersos. La música cubana que hemos incluido en el disco hubo que recuperarla a partir de partituras prácticamente escritas a mano. Siendo, como es mi caso, una cantante con raíces latinoamericanas y con raíces españolas, quiero presentar este repertorio en mis conciertos. Lo siento como un deber. Quizá nunca tenga un contrato para cantar María la O en el Teatro de la Zarzuela, aunque nunca se sabe, pero sí que siento la obligación de llevar este repertorio en mis recitales y difundirlo.

Es interesante ver como toda una generación de cantantes con raíces latinas, usted misma o el citado Juan Diego Flórez, dedican algo más que palabras a recuperar y difundir la zarzuela, apostando por ella en sus recitales, grabando discos. Quizá haya llegado el momento de la difusión internacional de la zarzuela.

Son muchos los grandes cantantes que han dedicado discos a la zarzuela: Caballé, De los Ángeles, Kraus… todos lo hicieron, simplemente hay que seguir sus pasos. Si perdemos una generación en la transmisión de este repertorio, costará cada vez más difundirlo. Con la increíble generación de cantantes latinos y españoles que tenemos ahora, es nuestra obligación apostar por la zarzuela, es el momento de reivindicarla.

Mencionaba antes que ha cumplido cuarenta años, una cifra redonda y hermosa que apunta a cierta madurez profesional y personal. Con la experiencia ya de unos cuantos años en activo, en esta profesión, ¿diría que ha cambiado de alguna manera la percepción sobre el papel de la mujer en el sector? Me refiero sobre todo al cuestionamiento del físico de la mujer, algo en lo que usted tiene experiencia personal, desde sus comienzos.

Yo creo que al final todo depende de cada caso, de cada persona, de cada teatro, de cada público, de cada crítica… En la ópera lo primero son las voces, pero si además tienes un cierto aspecto que sume y refuerce tu presencia en escena, eso siempre será una ventaja sobre un cantante que sea tan bueno pero que no luzca tan bien. Kaufmann es un gran cantante, desde luego, pero si no tuviera el look que tiene, no habría hecho esa carrera. Y eso se puede decir de muchos de los grandes, hombres o mujeres: Netrebko, Garanca, Flórez…

El físico también importa, y ha importado siempre, no solo en nuestra generación. Plácido Domingo siempre fue un cantante apuesto, con una presencia escénica extraordinaria. Pavarotti cantaba como nadie, pero Domingo añadía otra fuerza teatral. Y qué decir de Caballé, claro que su carrera hubiera sido otra con otro físico, no podemos negarlo. La ópera no deja de ser teatro y hoy en día los directores de escena lo quieren todo de los cantantes. Se busca un realismo máximo entre el cantante y el personaje que representa.

En mi caso, yo tengo una voz ligera y hay un millón de sopranos como yo, con la misma vocalidad. Cuando yo empecé a cantar yo era mucho más gordita y me dijeron bien claro: Lisette, tienes que bajar de peso, si no no tendrás oportunidades porque hay muchísimas cantantes que cantan tu mismo repertorio y que son mucho más delgadas y bonitas, sexys o lo que sea… y tú perderás oportunidades por tu look. Eso no es bonito oírlo, sobre todo cuando estás empezando, pero no creo que sea culpa de los teatros, esto es algo que hemos hecho entre todos: el público, los directores artísticos, la crítica…  Yo he leído cosas bien feas en algunas críticas sobre el físico de los cantantes. Vivimos en un mundo en el que la imagen es importantísima y eso también ha llegado al mundo de la ópera.

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¿Y cómo ve la cuestión del paso del tiempo, de la madurez? Hoy parece que hay mucha prisa, por un lado, y por el otro: los cantantes jóvenes parece que tengan que cantarlo todo ya, en pocos años, y para ciertas voces pareciera que se acaban las oportunidades en cuanto cumplen los cincuenta.

La situación de los cantantes ligeros es bastante particular porque si la voz no se desarrolla, llegan a un punto, a una edad, en la que son viejos para cantar ciertos papeles, están fuera de juego. Para esos mismos roles se prefiere a cantantes mucho más jóvenes y frescos. Por eso yo busco mantenerme en forma, física y vocalmente, porque quiero resultar creíble en escena incluso después de los cuarenta (risas).

Las trayectorias a veces se construyen muy rápido, sobre todo pasa con tenores y sopranos. En el caso de los tenores, es algo inmediato: un tenor bueno y guapo está cantando en todas partes en el transcurso de dos años. Nos hacen falta (risas). Pero también pasa a veces que una soprano tiene un gran éxito y resulta que llevaba diez años ya cantando, pero nadie se había fijado en ella. Eso también pasa…

Al final todos tenemos ganas de todo: los cantantes, los teatros, el público. Todos queremos trabajar mucho, en los mejores sitios, con los mejores colegas y eso a veces implica que las agendas se llenan muy rápido, a años vista. Da un poco de vértigo pero yo prefiero estar trabajando que no tener trabajo (risas). Aunque también me gusta descansar, eh (risas).

Fotos: © Steve Harris | © Miguel Lorenzo-Mikel Ponce-Les Arts