© Direction de la Communication / Philippe Fitte

Cultivar la excelencia 

Tras diez años al frente del conjunto monegasco, el maestro japones Kazuki Yamada inauguró el pasado domingo la que será su última temporada liderando la Orquesta Filarmónica de Monte-Carlo, en la antesala de su incorporación a la Deutsches Symphonie-Orchester Berlin en la temporada 26/27. Yamada es también el lider de la Birmingham Symphony Orchestra, desde la primavera de 2023.

El director japonés, que hace algunos meses debutó con los Berliner Philharmoniker, hace siempre gala de un gesto claro y enfático, en una comunicación constante y elocuente con sus músicos. Durante esta década al frente de la Orchestre Philharmonique de Monte-Carlo, Yamada ha logrado hacer del conjunto monegasco un mecanismo bien engrasado, capaz de ofrecer un sonido bien empastado, debidamente cálido y expresivo.

El concierto que nos ocupa, con el violonchelista español Pablo Ferrández como solista, presentó un exigente programa reivindicando el legado de Camille Saint-Säens, un autor por el que la formación de Monte-Carlo viene apostando en los últimos años, con el rescate por ejemplo de su ópera L'Ancêtre, presentada en version de concierto en 2024 y debidamente preservada en una grabación de Palazzetto Bru Zane.

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En esta ocasión se rescataba su Sinfonía no. 1, que es en realidad la segunda sinfonía producida por un jovencísimo Saint-Saëns de apenas dieciocho años, allá por junio de 1853. El estreno se produjo en París, en diciembre de ese mismo año, en presencia de Gounod y Berlioz, amigos del compositor ya por entonces. La ejecución de Yamada y sus músicos fue una delicia, destapando un crisol de sonoridades y recursos orquestales.

El programa se abrió no obstante con otra obra de Saint-Säens, su poema sinfónico Phaéton, de 1873. Se trata de una obra muy sugerente, de sugestiva coloración orquestal y en la que el autor francés desarrolla bellas melodías y efectos sonoros.

La segunda mitad de la velada tenía como plato fuerte el Don Quijote de Strauss, con el citado Pablo Ferrández como solista. El violonchelista madrileño es el artista residente de la Filarmónica de Monte-Carlo, participando así en diversos conciertos a lo largo de la presente temporada. Su ejecución de la intrincada  partitura de Strauss fue irreprochable, tanto en el plano técnico como en el expresivo. Ferrández ya había colaborado en ocasiones anteriores con la formación monegasca y lo cierto es que se intuyó una comunicación fluida entre el solista y los atriles de la Filarmónica, precisamente en una partitura que da tanto juego a las diversas secciones orquestales.

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La titularidad de Kazuki Yamada durante estos diez años en Monte-Carlo es un ejjemplo de cómo debieran hacerse las cosas, en este caso en estrecha colaboración con el delegado artístico de la orquesta, el célebre Didier de Cottignies. Una década es un tiempo más que suficiente para plantear y desarrollar un proyecto con voz propia, apostando por un determinado repertorio y por un cierto perfil de giras. Y todo esto sin ruidos y aspavientos, con trabajo minucioso y buena letra, un paso tras otro.

Tras el concierto, en un cóctel en presencia de la Princesa Carolina de Mónaco, el propio Yamada comunicó a los invitados el final de su etapa al frente de la orquesta, una noticia ya conocida por los músicos de la formación desde hace algunos meses. La sensación fue la de una salida ejemplar, justo a tiempo, sin necesidad de tensar las cosas, con el proyecto en lo más alto, de modo semejante a como va a hacer David Afkham en nuestro país con la Orquesta y Coro Nacionales de España, predisponiendo un escenario ideal para la llegada de Kent Nagano. Todavía no se conoce el sucesor de Yamada en Monte-Carlo pero, sea quien sea, se va a encontrar con una orquesta en plena forma. 

La formación monegasca tiene previsto actuar en España el próximo mes de enero, con dos conciertos en el marco del Festival Internacional de Canarias y una actuación en Murcia.

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