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Hélène Grimaud: "La música tiene muy difícil sobrevivir a todo lo que está sucediendo"

La pianista francesa Hélène Grimaud, alumna de nombres coom Sándor o Fleisher, es un referente de su instrumento desde hace décadas. Comprometida con el Medio ambiente y con la sociedad que da razón de ser a la cultura, destaca su trabajo en autores como Chopin, Debussy, Brahms, Beethoven o Mozart, además de prestar siempre viva atención a sus contemporáneos. Precisamente, dedica su nuevo álbum al genio de Salzburgo, a quien une al ucraniano Valentin Silvestrov, junto a la Camerata Salzburg. De todo ello, conversamos con ella.

 

Sé que puede parecer una pregunta obligada, pero me gustaría dejar constancia del momento que vivimos, también a través de nuestros intérpretes y creadores. Por eso, quisiera empezar preguntándole ¿cómo ha vivido estos tiempos de pandemia y confinamiento?

Está siendo un gran desafío. Desde los primeros momentos en que todo empezó a cambiar. Fue un shock y muy frustrante, porque me cogió finalizando un tour por Estados Unidos, del que se tuvieron que cancelar los dos últimos conciertos. Durante las dos semanas siguientes tuve una sensación muy amarga... todos nos quedamos, básicamente, sin respiración, manteniendo el aliento. Las imagenes que llegaban de todas partes del planeta eran devastadoras. Se ha hecho evidente que debemos ser más sabios a nivel de Medio ambiente. Muchas personas están sufriendo a niveles ya incluso existenciales por el covid y sus consecuencias. Mucha gente vive en la ansiedad de no saber cómo continuar y se hace difícil encontrar elementos positivos mientras continuamos con todo esto.

No parece vislumbrarse un final cercano...

En cierto sentido es algo muy conflictivo, porque no tenemos otra opción que afrontar lo que estamos viviendo. Los ciudadanos de a pie tenemos que explotar toda nuestra resiliencia e intentar fluir. En realidad, nadie sabe gran cosa sobre el virus. Todavía, medio año después de que todo esto empezara, seguimos estudiando cómo se comporta y tratando de predecir qué se supone que va a ocurrir más adelante. Aunque los políticos y los científicos están intentando dar lo mejor de sí mismos, es imposible no tener la sensación de que no se está consiguiendo nada verdaderamente reseñable. Ya le digo, es un auténtico desafío. Para mí, es un golpe duro. Más allá de lo emocional, he perdido muchos conciertos. En cualquier caso, creo que es demasiado pronto como para evaluar qué efectos reales va a tener todo esto en nosotros. De veras deseo que podamos salir de este trance más fuertes y más sabios...

¿Qué podrían hacer ahora los músicos? ¿Cuál ha de ser el próximo paso en la música?

Pienso que realmente tenemos un problema. Sinceramente, creo que la música tiene muy difícil sobrevivir a todo lo que está sucediendo. En ocasiones me paro a pensar y me preocupa de veras nuestro futuro. Realizar grabaciones, discos, videos musicales está muy bien, pero no creo que podamos vivir sólo de hacer estas cosas, sin tener las sensaciones que se consiguen con la música en vivo. La conexión que se alcanza al hacer música en directo con el público delante, es insustituible. Es imposible encontrar alternativas. Lo podemos intentar, pero la energía que se genera, las emociones que se tocan, no se pueden conseguir a través del ordenador, de un streaming

De hecho, durante este tiempo usted ha hecho un recital en streaming junto al chelista Jan Vogler...

¡Exacto! Y debo que decir que, por supuesto, he tenido unas sensaciones muy bonitas y ha sido fantástico poder tocar con un colega como Jan, pero tengo que insistir en que no termina de ser una experiencia equiparable al concierto en vivo, frente al público. Vamos a tener que hacer este tipo de cosas si queremos seguir tocando, va a ser inevitable, pero las alternativas reales al concierto en vivo no existen. Parece que en Europa, con todo, están haciendo, en muchos países, todo lo posible por seguir adelante con los conciertos programados, incluso en aquellas ciudades en las que existen algún tipo de restricciones sociales por el coronavirus. Personalmente tenía una gira de conciertos junto a la Camerata Salzburg por varias ciudades que finalmente no ha podido llevarse a cabo. Quiero ver una luz al final del tunel, pero todas mis citas se han ido cancelando hasta final de año... habrá que ver cómo evoluciona todo.

Con todo, no sé si las sensaciones son parecidas entre cuando uno graba un cedé a cuando toca en una sala vacía, o ahora toca en streaming...

Ah, son sensaciones totalmente distintas. Me encanta grabar cedés, es algo que llevo haciendo desde que tenía 16 años y me encanta esa sensación que uno tiene cuando la luz roja de grabación se enciende. Se vive una percepción muy ceremonial en ese momento, de aguantar el aliento también, muy espiritual. ¡Y se crea una relación muy íntima entre tú y el micrófono! (Risas). Son momentos muy intensos, muy recogidos. Hay quien dice que las tomas de grabación son procesos estériles, pero para mí son realmente inspiradores, que me motivan y me conectan de veras con mi forma de hacer música. El streaming es que es un tipo de aventura diferente. Con la grabación puedes explorar nuevos territorios de tu interpretación, es como un laboratorio. Es cierto que en las dos experiencias no tienes al público delante, pero para mí -quizá otros colegas le digan lo contrario, el streaming es un proceso totalmente antinatural. Es una plataforma con un tremendo potencial, por poder jugar con todo lo visual, pero aún tenemos que desarrollarlo. De todos modos, una cosa no puede sustituir a la otra. 

En cualquier caso, presenta ahora su último disco: The Messenger, dedicado a Mozart y Silvestrov. No es la primera vez que graba a este último, pero para quien no le conozca aún, ¿Quién es Silvestrov?

Efectivamente, es la segunda vez que llevo su música a los estudios de grabación. La primera de ellas fue en mi álbum Memory, donde toqué dos pequeñas piezas para piano suyas. Valentin Silvestrov es un compositor vivo, para mí con unas músicas muy evocadoras. Un autor mágico, que tiene la habilidad de ir directo a lo esencial en la música, mostrándola muy humilde, sin pretender que suena a nada más de lo que es. Son composiciones sencillas, en el mejor sentido de la palabra... ¡Pero como lo es también la música de Mozart!

¿Es esa la razón por la que ha decidido unirles?

Sí, esa es una de las razones por las que he querido poner la música de uno al lado de la del otro. Quizá la palabra "simple" pueda malinterpretarse... mejor será decir "pureza", la pureza en la expresión que ambos consiguen. La encuentro muy conmovedora, muy evocadora en todo lo que es capaz de sugerir. En concreto en Silvestrov, su música se desarrolla como un eco del pasado.

 

 

¿Podríamos hablar de un músico contemporáneo post-clásico? Si es que eso puede ser...

Sí, definitivamente podríamos hablar de algo así. Es música muy subjetiva, personal, que genera rápidamente unas impresiones en quien escucha. Realmente es música que se nutre del pasado, pero al mismo tiempo tiene un sello muy propio, un lenguaje único. Funciona como puente entre los tiempos pasados y el presente. Descubrí su música hace muchos, muchos años, a través del álbum Silent Songs, publicado en el sello ECM y para mí fue una experiencia muy transformadora el escucharle por primera vez. Hice lo posible por conseguir partituras suyas y probar a tocar ciertas piezas por mí misma... hasta hoy, que he podido grabarlas junto a Mozart, o las toco en conciertos en vivo, junto a conciertos para teclado de Bach.

Escuchando el nuevo cedé, he encontrado muy significativo el trabajo de los silencios en su obra, pero no sé si es algo marcado en la partitura de Silvestrov, o es también una cuestión de cómo usted los ha interpretado...

¡Vaya, es una cuestión muy interesante! Para mí el uso de los silenciós de Silvestrov entronca con lo que venimos hablando, en el sentido de su unión con la pureza de la música de Mozart y el acabado de Silvestrov, que da una sensación casi de como si estuviéramos ante algo visualmente transparente. Le da también cierto aire de improvisación, de música suspendida en el aire, vaporosa, de una creación verdaderamente frágil.

Usted ha prestado siempre una especial atención a las obras contemporáneas para piano, pero tengo la sensación de que, a menudo, no le prestamos la suficiente espacio a los nuevos compositores en cuanto a piano se refiere. Quiero decir, las grandes estrellas del piano no suelen dedicar mucho tiempo a las nuevas creaciones...

Bueno, ¡estoy segura de que hay colegas que prestan mucha más atención a la nueva composición que yo! En cualquier caso, para los pianistas es algo complicado, porque hay tanto, tanto repertorio al que mirar, al que prestar atención, que ni siquiera tenemos tiempo a lo largo de nuestra vida de abarcar todo lo que realmente quisiéramos, contemporáneo o no. Al final, creo, es una decisión del todo personal, en qué quieres emplear y enfocar tu tiempo. Para mí, finalmente se reduce a la conexión, emocional, sensitiva, física que tengo con la pieza en cuestión. De ello depende lo que escojo para tocar. Como le digo, es algo muy subjetivo y muy personal de cada uno de nosotros. En cualquier caso, es una custión muy difícil para nosotros los pianistas, al igual que para los intérpretes de otros instrumentos, supongo, el no tener más tiempo para comisionar nuevas obras.

Hablemos también de Mozart: ¿Quién es este Mozart del Concierto para piano nº20?

Oh, es... (suspira), es el más dramático de todas sus composiciones. Es cierto que escribió muchas piezas en tonalidades menores, pero para mí, en este concierto se aprecia realmente un compromiso por su parte con la idea del destino. Es algo que da un poco de miedo, porque va más allá de ser un drama para el ser humano, para su día a día, sino que nos habla de un drama a niveles espirituales, donde los humanos no podemos controlar nada en absoluto. Casi puedes sentir lo que es el auténtico miedo escuchando su música.

Es un gran Mozart pre-romántico, en este caso...

Sí, y por supuesto tiene muchos paralelismos con Beethoven. No es pura casualidad que este último lo tocase durante su juventud y que fuera el único concierto de Mozart para el que escribió dos cadenzas. La luz y la oscuridad con la que Mozart impregna a esta obra y otras tantas de esta época, su utilización de las tonalidades... te muestran la naturaleza encaminada al drama que había dentro de él. Incluso cuando escuchas sus piezas que emanan principalmente luz y agradecimiento a la vida, tan elegantes y eternas en su propia expresión, también en su periodo de juventud y que demuestran el sentido de la estabilidad con el que las componía, uno casi también puede percibir al mismo tiempo el contrapunto que suponen a ese lado más oscuro. Incluso cuando no es audible, uno tiene la sensación que está siempre presente.

Por cierto, ¿por qué The Messenger para el título de la obra de Silvestrov... y el del disco?

Bueno, para la obra de Silvestrov describe esa sensación de "puente" de la que le hablaba anteriormente, entre este mundo, los ecos del pasado y un mundo que se intuye hay más allá. También, para mí y hablando ya del disco, es un poco la descripción del papel que juega el intérprete con la música de los compositores. ¡Es una disciplina tan fascinante! ¡No es un tu creación! Tampoco puedes hacer una re-creación, pero sí que debes trabajar, desde tu punto de vista, desde cómo sientes eso que está escrito en el papel, en cómo se lo ofreces al público. Somos como médiums, entre el mundo del compositor y el mundo del oyente... de cada uno de los mundos que componen el mundo colectivo del público.

Desde ese punto de vista... ¿está el intérprete condenado a ser olvidado? Quiero decir, no tengo del todo claro que las nuevas generaciones de oyentes sepan mucho de, por ejemplo: Haskil, Backhaus, Schnabel, Lipatti...

De verdad, de verdad espero que no sea así, porque yo misma estoy siempre escuchando interpretaciones de gente que por desgracia ya no está entre nosotros. Si usted tuviera razón en esa reflexión, sería algo muy peligroso, porque antes de nosotros ha habido generaciones de pianistas maravillosos, cuyas capaciades, técnicas y sensitivas, nunca antes se habían escuchado... Para mí, escucharles es revelador, porque hay algo que parece habitar dentro de ellos, una manera de sentir que genera la impresión de como si la música les surgiese desde dentro. Como si hubiera una llama para ellos siempre viva, en cada nota, en cada frase musical. El hecho de hacer música permanece hoy en día, por supuesto, a un nivel muy alto, pero no ha mejorado. Supone, pues, toda una controversia que nos olvidemos de todos esos nombres que ha mencionado usted y tantos otros... Desearía que toda esa tradición, toda esa forma de sentir y de interpretar la música permaneciese viva... y creo, desde el momento en que escuchamos sus grabaciones, que así es, porque nos damos cuenta que son interpretaciones y personalidades irremplazables.  

 

Foto: Matt Henneck.