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REFLEXIÓN, CONOCIMIENTO Y DELEITE

Paisajes del Romanticismo musical. Benet Casablancas. Ed. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2020.

Ninguno de los movimientos artísticos y culturales que han ido transformando la vida intelectual de la humanidad han surgido de la nada. Más bien han sido casi siempre una reacción a la situación anterior y a la vez una evolución de esa misma situación. En su espléndida obra que hoy reseñamos, Benet Casablancas repasa con profundidad, pero a la vez de manera bastante asequible, el movimiento romántico en la música que vertebra todo el siglo XIX y que influye, de manera evidente, en la producción de todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI. El Romanticismo, que surge en el mundo literario de la mano de muchas de las ideas que llevaron a la Revolución Francesa, enseguida tiene su reflejo en el universo musical, aunque los propios compositores no le pongan nombre a esa transformación que ellos mismos promueven con su obra. Un claro ejemplo será Beethoven, que siendo un hombre educado en el clasicismo, será después considerado paradigma del primer romanticismo.

Casablancas deja bien claro en los propósitos que abren este volumen cuál es la intención fundamental de su trabajo, que no es otra que la de ayudar al melómano a que profundice en el disfrute y conocimiento de obras musicales que se adentran en el mundo romántico y sus señas de identidad básicas, esos sustantivos que subtitulan el libro: soledad y desarraigo, noche y ensueño, quietud y éxtasis. Para este viaje, Casablancas se ayudará de numerosos ejemplos musicales y de aclaratorias citas textuales y notas a pie de página que completan y refuerzan los argumentos expuestos por el autor. Comenzando con Haydn (y el término estancamiento usado por primera vez por el director y compositor Wilhelm Furtwängler) y Beethoven, vamos recorriendo las distintas etapas, que tanto tienen que ver con ese der Wanderer (el caminante), que va formando y a la vez transformando el movimiento romántico. Pero no es un caminar lineal o cronológico (aunque también tiene mucho de ello) sino que se guía más por sensaciones, estados, pulsiones y cómo esto se vio reflejado especialmente en la música pero también en todas las artes (las menciones a escritores como Novalis, Goethe, E.T.A. Hoffmann o Müller o al pintor por antonomasia del movimiento C. D. Friedrich, son constantes) formando un todo. Los últimos capítulos, como ya se refirió más arriba, nos desvelan las ramificaciones que el Romanticismo y sus fundamentales transformaciones y lenguaje llevan más allá del siglo XIX. Movimientos como el Simbolismo o las Vanguardias del siglo XX entroncan con ese universo de sensaciones  que también influirán en autores como Stravinsky o Bartok.

El libro se completa con una amplísima bibliografía, un necesario índice de autores y obras, otro de ejemplos musicales (numerosos y fundamentales en el desarrollo del libro) y uno de ilustraciones. Señalar también el prólogo que firma Eugenio Trías. Casablancas nos explica, agradeciendo y homenajeando a la vez, que el gran filósofo y melómano catalán conocía el plan de trabajo del libro y su primera redacción y este prólogo fue uno de sus últimos trabajos. También el epílogo del profesor Hermann Danuser reconoce el gran trabajo de investigación y desarrollo que desarrolla el compositor y ensayista en este libro que se convierte desde su publicación en un referente fundamental en el estudio del Romántico.

Me permito, para terminar, citar las palabras del propio Benet Casablancas en sus reflexiones que concluyen el libro:

“La música, como los demás lenguajes artísticos, es emoción, fuente de placer y de goce, y al mismo tiempo, es también una vía de conocimiento y medio de expresión de lo más profundo del ser humano, convirtiéndose por ello y con frecuencia, en bálsamo del dolor y lenitivo de las aflicciones del alma. Pero [...] no debemos cejar ni arredrarnos en nuestro empeño de penetrar en los entresijos de sus respectivos lenguajes, desentrañando los mecanismos específicos que allí operan para conferirles la necesaria coherencia e inteligibilidad, los únicos garantes de la correcta recepción de la obra artística, rubricando con ello el éxito del proceso comunicativo”.