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La ópera está viva

Historia de la ópera, siglos XX y XXI. De la tradición a más allá de la posmodernidad. Tomás Marco. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2023

Parece mentira que se haya que seguir titulando un artículo o una reseña con la reivindicación de que el género operístico no murió con Puccini. Para muchos aficionados y, casi lo peor, para una gran parte de los programadores de los teatros líricos, la ópera creada en el siglo XX o ya en el XXI por compositores nacidos en la anterior centuria, no existe. El reputado compositor Tomás Marco, amplio conocedor del tema, ha escrito un libro cuyo objetivo principal es exponer la enorme cantidad de producción operística surgida en estos años y sobre todo su infinita variedad en comparación con los siglos anteriores. Como muchas de las artes, el siglo XX significó la apertura a un importante de corrientes que van del expresionismo al minimalismo, pasando por el serialismo, el realismo o el individualismo de algunos compositores cuya obra no se puede encajar en ningún -ismo.

Y es que el repaso exhaustivo a la creación lírica que hace Marco resulta fundamental tanto para los que, como el que firma estas líneas,  creen  que muchas de las obras maestras de la historia de la ópera se crearon en el XX sino también para los aficionados que no se han acercado aún a este extenso e intenso corpus operístico en el que pueden encontrar joyas imprescindibles. La amplitud de las corrientes y compositores tratados en Historia de la ópera de los siglos XX y XXI, que edita ahora Galaxia Gutenberg, hace que, inevitablemente, los comentarios sobre cada autor o autora (estas demasiado escasas, por desgracia) no sean amplios y se conviertan en pequeñas pinceladas que nos dejan con las ganas de saber más sobre ellas, como seguro conoce el autor. Este articula el volumen de una manera muy inteligente por diversas tendencias y países. Pero, sobre todo, su acierto principal, más allá de la propia idea de poner en valor un siglo magnífico para el género, es explicar la vertebración de cómo se produce el paso de la tradición operística del siglo XIX (tanto en su vertiente italiana como germánica) a todo lo que vino después, que no surgió de la nada sino de la evolución lógica del género.

Resulta gratificante (y es lo que se echa de menos en otras monografías escritas fuera de nuestro país) el repaso a la creación española en esta época. En Varios capítulos cronológicos se repasan los autores y creaciones más significativos: Bretón, Chapí, Albéniz, Granados, Falla, del Campo, Bacarisse, Gerhard, Antonio José, Toldrá, Sorozábal, Moreno Torroba, Montsalvatge, Escudero, Balada, Soler, Bernaola, Guinjoan, García Abril, de Pablo, Halftter, Groba, Marco, Falcón, Siemens, del Castillo o García-Tomás. Una pléyade de autores patrios, de los que me habré saltado unos cuantos nombres recogidos por el autor pero que nos recuerda que la composición española no ha sido ajena a todo el movimiento lírico de los siglos XX y XXI. A ese género que, reitero, siempre estuvo vivo, que sigue vivo y que seguirá vivo a nada que haya hombres y mujeres dispuestos a seguir luchando por que sus obras sean escuchadas en los teatros de ópera.