enigma lea libro

Una erótica de la libertad

El enigma de Lea. Cuento mítico para una ópera. Rafael Argullol. Acantilado. Barcelona, 2019.

La editorial Acantilado, que ha emprendido la edición de la obra completa de Rafael Argullol, nos ofrece el privilegio de acceder al libreto de una ópera que está a punto de ser estrenada. Como el autor explica en la nota introductoria, fue en 2011 cuando comenzó a cocinarse el proyecto junto a Benet Casablancas, hasta dar lugar a la obra que está a punto de ver la luz. El enigma de Lea nos acerca el texto original del libreto, pero la ópera será cantada en italiano con las intervenciones corales cantadas en la lengua de la audiencia en cada caso (en catalán en su estreno).

Entre las razones que el Liceu ofrece para no perderse el estreno, se puede leer la siguiente: “Filosofía y música de vanguardia, juntas en el escenario del Liceu”.  Aunque estas distinciones son a estas alturas ociosas, si tuviéremos que definirlo, el rótulo de escritor es el que mejor responde a la trayectoria de Argullol, y en última instancia, el de humanista. Sin duda hay mucha filosofía en su literatura, muy rica en múltiples referencias y propia de quien ha navegado en profundidad por la historia de la cultura occidental.

Un texto que contiene pasajes de alto vuelo filosófico (“¿Qué es la conciencia? ¿Lo que pienso? ¿Lo que siento? ¿Lo que soy? ¿Y quién soy?”…) junto a otros de íntimo aliento poético (“... Soy un pedazo de hielo listo para ser arrojado por el desfiladero de las sombras...”) y de fuerza lírica en ciertas escenas de conjunto. Pero El enigma de Lea es en efecto una historia, y tanto el perfume poético como la voluntad narrativa atraviesan todo el libreto. En esencia se trata de un cuento mítico en un espacio atemporal cuyo adjetivo de mítico –en el fondo, ¿casi un epíteto?– representa tanto un reto como un acicate para la música y la escena. También para los cantantes, puesto que tanto el personaje de Lea como la mayoría de los otros (en especial Ram) conservan toda la ambigüedad polisémica y la fuerza metafísica de un símbolo.

Casi como una figura nietzscheana, en la primera escena aparece Lea bailando bajo un rayo de luz y tras ello, es violada por Dios y contempla la inmortalidad (“ha visto lo que no debía ver”). A partir de entonces y cargada con un castigo divino, Lea iniciará un viaje tan errático como iniciático vigilada por dos seres (Milojos y Milbocas) para evitar que revele “el gran secreto”. A lo largo de ese trayecto Ram (razón), el sonámbulo, resulta un personaje decisivo, antitético y complementario de Lea (instinto): ciego por haber visto “a la Muerte desnuda bañándose en el Río del Tiempo” se erige en una especie de personalización trágica de la razón ciega, en un fragmento que constituye un verdadero alegato filosófico del autor: “He renunciado a los sentidos para que mi mente se ilumine. Pero todo es penumbra”.

Un camino enigmático perfectamente flanqueado por otra pared maestra de las dramatis personae: la figura del destino, personificada en el Dr. Schicksal. Referentes literarios cercanos al autor, desde la tragedia griega hasta el romanticismo alemán, inundan toda la escena y a poco que se haya transitado esos referentes, lo hacen sentir a uno en casa pese a lo enigmático del texto.

Sobre la historia sobrevuela constantemente un espíritu fáústico, un auténtico canto a la esperanza de la libertad, que no elude la contradicción inherente a la condición humana. Una cuestión que ha preocupado a Argullol durante años y que ha sabido darle forma literaria para ponerla al servicio de un drama escénico. Finalmente, eso es lo que constituye el libreto de El enigma de Lea. Un gran Sí a la libertad, al riesgo, a la vida y al dolor de la imperfección. Un canto a la esperanza de la libertad en tiempos de regresión y desaliento. Pero también un gran No a la abstracción del concepto y la dictadura de lo sistemático, y un gran No al espíritu vil, mezquino y cobarde que define nuestra época: también tiene su mordaz personificación en el repulsivo coro de espectadores que renuncian a ser libres: “Nosotros, espectadores, reímos y lloramos con las funciones del doctor Schicksal, con sus payasadas y horrores, con sus bravuconadas de mago, porque nos tranquiliza que los hombres sean marionetas en un guiñol fantasmal (...) ¡Doctor Schicksal, doctor Schicksal! Proclama bien alto que la libertad no es posible, o tendrás que cerrar el viejo circo por falta de espectadores”.

El enigma, que se revela dejando siempre algo velado, es la condición humana. Y Argullol consigue encarnarla en la palabra construyendo un canto a la libertad en el centro de la ausencia divina y darle cuerpo como recordaba Michel de Certeau: “el cuerpo obsesiona a la escritura, pues en ella canta su pérdida sin poder aceptarla; y en esto es erótica”. Después de esa conmoción literaria que conserva en sus entrañas toda su musicalidad, nos queda la dulce expectativa de reencontrarla en un universo vivo, a la luz de una escena y una música que deberá respirar con ella porque para ella fue escrita y viceversa.  

Foto: Editorial Acantilado.