ballet Mendez ed cumbres

La búsqueda de nuevos públicos

Una noche en el ballet, guía para espectadores de buena voluntad. Roberto Méndez Martínez. Ediciones Cumbres. Madrid, 2019

La editorial Cumbres nos presenta Una noche en el ballet, un arte que, por desgracia, apenas encuentra resquicios para colarse, no solo en el mundo editorial, sino en el resto del panorama cultural español. Solo por ello debemos congratularnos: desde aquí mi aplauso y agradecimiento a este proyecto. El libro nace con un objetivo claro: acercar el mundo del ballet a un público neófito. Así lo afirma su autor, el intelectual cubano Roberto Méndez Martínez, desde el esclarecedor subtítulo del libro, Guía para espectadores de buena voluntad, hasta el prólogo, A modo de obertura, en el que delimita de inmediato el tipo de “lector-espectador” al que va dirigido el texto: “No se dirige a los especialistas en el género sino, precisamente, a los que buscan una clave para poder apreciarlo”. Con una estructura clara y sencilla, como si de un ballet en actos se tratara, y un lenguaje cuidado, quizás algo falto de emotividad en diferentes tramos, el autor navega de forma concreta y rigurosa por diversos aspectos de la danza clásica –incluyendo además algunas referencias a la danza española–, para descabalgar al lector-espectador del mito del ballet como ese arte inalcanzable e incomprensible, solo para elegidos o para una minoría, y presentarlo tal y como es, puro, con sus lenguajes, su historia...su belleza.

Para explicarlo, entenderlo, admirarlo y amarlo, Méndez prepara una receta a base de un poco de historia, notas sobre el repertorio principal –incluyendo las fichas técnicas–, consejos para espectadores noveles o pinceladas sobre algunos componentes implícitos como la música, la escenografía, la coreografía… El rápido viaje a través de la historia de la danza –que pienso debería haber concluido con el listado de los principales hitos, aislado, incomprensiblemente, en la parte central del libro–, sobrevuela las cortes del siglo XVI en Italia y Francia, Las cartas de Noverre, La fille mal gardée ­(primera gran obra clásica), las bailarinas Maria Taglioni o Carlotta Grisi, el tutú romántico y Giselle, Petipa y los Ballets Imperiales –El lago de los cisnes, La bella durmiente, Paquita…– el siglo XX, con Massine, Diaghilev y los Ballets Rusos, Nijinsky, Bejart, Balanchine… las escuelas, compañías, intérpretes o coreógrafos de Rusia, Estados Unidos, Italia, Cuba…y España. Curioso, cuanto menos, pero sobre todo reflexivo, el capítulo conformado con una serie de consejos para convertirse en un verdadero balletómano: no dejarse llevar únicamente por la crítica especializada, informarse previamente sobre lo que se va a ver, no limitarse a un género o época, y, sobre todo, ver mucho ballet para alcanzar el tan deseado “gusto personal”, son algunas de las líneas maestras a seguir en opinión, en este caso, del “autor-espectador”. Y, por último, a modo de coda final, destaca el glosario de tecnicismos, pensados con evidente afán divulgativo, que puede y debe ser de ayuda para sumergirse “con buena voluntad” en el bello y complejo arte del ballet. Un texto para crear afición.