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El Siglo de las Luces

La música en el siglo XVIII. John Rice. Akal Música. Madrid, 2019.

Dentro de su excelente colección Historia de la música occidental en su contexto, la editorial Akal lanza ahora La música en el siglo XVIII, un repaso un siglo (aunque el autor, John Rice, delimita su estudio desde 1715 –muerte de Luis XIV– hasta 1815) de indudable esplendor para el sector musical, pero también de importantes cambios y transformaciones muy interrelacionados con las nuevas ideas científicas, los movimientos sociales y el mundo político del momento. Rice opta por un enfoque que deja un poco de lado (sin restarle importancia) a figuras del calibre de Haydn, Mozart o Beethoven y trabaja sobre una base más social que personal, abordando el entramado musical de distintos puntos culturales de la Europa dieciochesca, ciudades fundamentales en la evolución de tendencias y semillero de las reformas que se irán fraguando en este siglo. También recalca el autor que ha reducido al mínimo las notas a pie de página para no distraer al lector, dejando para estudiosos o lectores que quieran profundizar en cada tema una acertada bibliografía al final de cada capítulo.

Estos capítulos van recorriendo la geografía europea, desde Italia (Nápoles, Roma, Venecia) al mundo germánico (esta zona ocupa el grueso del trabajo, pues se incluyen puntos musicalmente tan importantes como Berlín, Viena o Praga) pasando por París o Londres, incluso abordando centros más periféricos como España (en este siglo en estrecha relación con Italia, especialmente con Nápoles, por evidentes lazos familiares de la monarquía borbónica). En este apartado, como ejemplo y por afectarnos más, hay que señalar los comentarios sobre los trabajos de figuras como Scarlatti, Boccherini o el castrato Farinelli. Especial interés tiene también como ejemplo del hilo conductor de la colección el dedicado a “Viena en tiempos de la emperatriz María Teresa” donde se contextualiza perfectamente cómo en una corte, en una sociedad volcada en la música, florece el talento y la creación y también la reforma que emprendió Christoph Gluck y que tanta influencia tuvo en los compositores coetáneos y posteriores. Resulta instructivo y atractivo, además de infrecuente, el apartado dedicado a la música en el Nuevo Mundo. Pese a su rico folklore, los colonos del siglo XVIII y las elites criollas obviaron las influencias nativas y se centraron en reproducir las músicas europeas. Rice reseña ejemplos como el de Minas Gerais, en Brasil, que gracias a la explotación de las minas de oro llegó a tener una importante vida cultural “importada” de la metrópoli portuguesa, o el curioso caso de los moravos (seguidores del reformador bohemio Jan Hus) que se establecieron en Carolina del Norte y Pensilvania y que llevaron la música protestante alemana hasta América del Norte de la mano de compositores como Johann Friedrich Peter.

Siguiendo los distintos volúmenes de esta contextualización de la música occidental es evidente que la interrelación entre la sociedad, la política, la economía o la situación geográfica determinan de forma absoluta el desarrollo de las artes. La música, compositores, intérpretes, artistas forman parte de todo ese mundo y así lo vamos descubriendo en cada nuevo libro que aparece de la colección. Éste del siglo XVIII es un claro ejemplo de ello y por tanto merece una atención muy especial.