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RECORDANDO A THEODOR ADORNO (I)

Nota: Hace cincuenta años (exactamente el pasado agosto) que uno de los grandes teóricos y filósofos del siglo XX, Theodor L. Adorno fallecía. Entre los muchos temas que abordó, destaca los referentes a la crítica y el ensayo musical. Desde Platea ya conmemoramos esta efeméride con un artículo de Diego A. Civilotti en nuestra edición impresa. Ahora repasamos, gracias a la colaboración de la editorial Akal, y también de la mano del mismo articulista, los volúmenes que recogen sus escritos musicales. Estos comentarios irán apareciendo progresivamente en esta misma sección.

Monografías musicales: Ensayo sobre Wagner. Mahler: una fisionomía musical. Berg: el maestro de la transición íntima. Theodor W. Adorno. Akal. Madrid, 2008

Filosofía de la nueva música. Theodor W. Adorno. Akal. Madrid, 2008.

Las Monografías musicales son textos valiosos para recorrer aspectos esenciales de tres compositores imprescindibles para entender los vericuetos del siglo XX. Y al mismo tiempo, son tres textos importantes para entender la evolución del pensamiento adorniano, en momentos diferentes. Ensayo sobre Wagner, escrito entre finales de 1937 y principios de 1938, durante su exilio en Londres y después Nueva York fruto de la persecución nazi, es un ejemplo brillante de la capacidad que tenía Adorno para desvelar la encrucijada de conocimiento y estética. A ello se le añade la dimensión social del pensamiento estético, y el análisis que la desvela en la forma musical y en figuras concretas de sus óperas, desde las primeras. Así en Rienzi descubre el prototipo del héroe como autocontemplación, “rasgos de toda la producción wagneriana y existenciales del fascismo”. Y después concluirá que “La obra wagneriana da testimonio del comienzo de la decadencia burguesa. Su instinto de destrucción anticipa metafóricamente el de la sociedad”. Además de presentar el doble componente impresionista-expresionista del compositor alemán, especialmente interesante resultan sus consideraciones acerca de la administración del tiempo que lleva a cabo Wagner en sus óperas, hasta identificar una “detención fantasmagórica del tiempo” en Lohengrin, Tannhäuser o Parsifal.

Concebida en su período de madurez, su particular fisionomía musical de Mahler es precisamente un advertencia de lo que implica percibir sólo la apariencia externa en la obra del último gran sinfonista. Y es que se trata de un ensayo de gran enjundia conceptual, quizás el más arduo de los tres, que presupone un cierto conocimiento de la crisis del sujeto occidental y la Viena fin de siècle. En él aplica categorías muy sugestivas, como la figura hegeliana de la “conciencia desgraciada” o el “curso del mundo”, al que como muestra Adorno, acusa Mahler desde su propio lenguaje sinfónico. Un análisis pormenorizado, que permite identificar en detalles –la utilización momentánea y agobiante de los metales en sus últimas sinfonías, por ejemplo– grandes consecuencias sobre el emplazamiento histórico de Mahler, o sobre los orígenes del expresionismo, que hará una sismografía del alma revelada por el austriaco, cuyos acordes menores son “máscaras de disonancias venideras”. El Mahler presentado por Adorno –dialéctico y  capaz de elevar a objetivas las fracturas psicológicas de la historia– se convierte así en el adalid de la ruptura frente al dispositivo racionalista y al proyecto ilustrado que busca siempre la reconciliación con el mundo.

Aunque lo diga el título, Adorno no sólo verá en Berg el “maestro de la transición mínima”, sino el ser humano de carne y hueso, descrito con la cercanía y la admiración del discípulo que fue. Orillando por momentos la hagiografía y la confesión personal, se trata del texto más cercano y entrañable de todos, capaz de reconstruir la figura viva del discípulo de Schönberg y maestro de Adorno en aspectos tan cotidianos como su humor o su fisonomía. Obviamente, el filósofo extrae constantemente conclusiones en paralelo para entender la dimensión e influencia de su obra en su tiempo: “Ninguna música de nuestra época ha sido tan humana como la suya; y eso es lo que la aleja de los hombres”. Un texto (suma de retazos) que ilumina a Berg como un precioso y raro eslabón de una larga cadena histórica, a partir del cual el autor juzga su grandeza, que debe “a la tolerancia con el pasado, al que permite entrar (...) Alban Berg se ha sacrificado al pasado en aras del futuro.” Sin dejar de confesar la dificultad de describir al Berg profesor, Adorno recurre a su ejemplo para hacer un defensa enconada del análisis musical, que utiliza para iluminar, de forma especialmente magistral, la Suite lírica, las piezas para orquesta o Wozzeck. Una invitación al encuentro de una música cuya modernidad radica en ser “pacífica, concreta y mortal como las enredaderas”. 

Filosofía de la nueva música es una obra de combate, tanto por su contenido como por los giros belicosos de su estilo. Un ensayo del que se pueden desgajar aforismos y aislar de su contexto –con el inconveniente y al mismo tiempo potencia afirmativa que ello supone–: “Se han separado el gusto público y la calidad de las obras”. “Lo que aterroriza en la música de Schönberg no es la disonancia: es la patentización de aquello que estaba oculto, latente, pero no expresado”. “La modernidad de las escuelas neoclásicas no es más que el intento de domesticar las fuerzas de ésta”. “La nueva música toma contra su voluntad posición en ella [la lucha de clases] al renunciar al engaño de la armonía que se ha hecho insostenible frente a la realidad que marcha hacia la catástrofe”. “La inhumanidad del arte debe sobrepasar a la del mundo por mor de lo humano”. Un documento fundamental para entender la descripción adorniana de la historia de la emancipación de la disonancia, donde hay una dimensión oculta y reprimida que sin embargo no deja de ser presencia, lo cual la legitima frente a otros caminos creativos. Esa “nueva música” cuyos caminos supo detallar en palabras Anton Webern, necesitaba un pensamiento, pero tal vez no una filosofía, como advirtió con irritación Schönberg. En cualquier caso, valga afirmar que su lectura se presenta indispensable para abordar el siglo XX musical y estético, para reconocer su importancia.