Beczala Gritskova Carmen Wien2018 

El momento acertado

Viena. 29/01/2019. Wiener Staatsoper. Bizet: Carmen. Margarita Gritskova (Carmen), Piotr Beczala (Don José), Carlos Álvarez (Escamillo, Toreador), Olga Bezsmertna (Micaela) Dir. escena y escenografía: Franco Zeffirelli. Vestuario: Leo Bei Dir. musical: Jean-Christophe Spinosi.

Si hace escasos días narrábamos como la Staatsoper de Múnich seguía aprovechando producciones que deberían ya darse por amortizadas, más de lo mismo nos encontramos en Viena, en circunstancias también parecidas, esta vez ante una realística Carmen, puesta en escena por el emblemático director Franco Zeffirelli. Con señalar que Carlos Kleiber sostenía la batuta cuando esta propuesta vio la luz nos podemos hacer una idea de su vetustez. Amén del añejo marco, comparte esta ocasión otra semejanza con nuestra última recensión muniquesa, un debut, en este caso no de teatro sino de papel, el esperado Don José del tenor polaco Piotr Beczala.

Además de conquistar a un público sin grandes exigencias – y por ende adapto a una Staatsoper casi siempre colma de turistas –, la apuesta de Zeffirelli tiene un acierto – casi el único diría – que futuras apuestas podrían bien emular, y es el de evidenciar los diferentes planos sonoros corales a base de escaleras o plataformas en las que ubicar a las diferentes formaciones que Bizet pone en juego. Cierto es también que esto acontece fundamentalmente en el primer acto, perdiendo paulatinamente fuerza en los siguientes, y tampoco en todas las ocasiones el resultado es óptimo, pues a veces los cantantes resultan excesivamente distantes o incluso cubiertos. La única gran molestia la constituye el telón velado del tercer acto, pues no solo no aporta, no siendo objeto de proyección alguna, sino que además impide ver con nitidez suficiente lo que acontece. Un último mérito o demérito, según la intención con la que se asista, es que tras los cinco primeros minutos de cada acto el espectador puede cerrar tranquilamente los ojos, pues no hay una dirección real de escena, léase, pasar no pasa nada que se salga fuera de lo esperado. 

En cuanto al reparto vocal quisiéramos comenzar, por méritos propios, con el Jaramillo de Carlos Álvarez, pues fue además el primero que recogió durante esta función una sonora ovación por parte del público. A su gran técnica, y su poderoso y profundo instrumento, hay que sumarle un estado de forma pletórico, portando con consistencia hasta el final el siempre complicado papel propuesto por Bizet.

Carmen es un personaje que debe entrar al público también por los ojos, y es evidente que Margarita Gritskova cumple ese primer cometido con creces. Sin proponer movimientos sofisticados llega a ser todo lo sensual, frívola y convincente que se puede esperar para convencer a Don José. Vocalmente el compositor parisino pone muchas cartas sobre la mesa como para que quien afronte este personaje no salga triunfando, y Gritskova, que además cuenta con un instrumente amplio y seguro, logra empadronarse del mismo desde un primer momento. 

La soprano rusa Olga Bezsmertna debutaba como Michaela, siendo a nuestro viso quien mostró en escena una mayor intensidad dramática, amén de una voz con un timbre más que adecuado al sujeto por su pulcritud. 

El esperado Don José de Piotr Beczala tuvo dos caras, la segunda quizás deudora de los esfuerzos de la primera. Su voz fluyó en los dos primeros actos, mostrándose propicia para el personaje timbre, volumen y expresividad, lo que pone sin duda en evidencia cómo el debut se produjo en un momento vocalmente acertado. La práctica ausencia de trabajo escénico no jugó sin embargo en este caso en su favor, pues no supo afrontar con la misma consistencia los dos últimos actos, mostrando un Don José más contenido, vocalmente algo precavido – que no falto –, pese a que las circunstancias dramáticas podrían bien haberle podido llevar por otros derroteros.

La dirección de Jean-Christophe Spinosi es casi siempre deudora del mundo barroco por el que más cómodamente transita, hecho que sin embargo para esta Carmen no supuso traba alguna. Spinosi, pese a ostentar un gesto severo y ser amante de llevar los tempi a sus extremos, logró que la música fluyese, y fue capaz de poner en liza con éxito los cromatismos con los que Bizet describe el drama que encierra la novela de Mérimée.