Debuts y promesas
Barcelona. 13/03/17. Gran Teatre del Liceu. Jorge de León (Andrea Chénier), Julianna di Giacomo (Maddalena), Michael Chioldi (Carlo Gérard), Gemma Coma-Alabert (Bersi), Sandra Fernández (Condesa de Coigny), Elena Zremba (Madelon), Fernando Radó (Rouches), Toni Marsol (Pietro Fléville), Fernando Latorre (Fouquier Tinville), Manel Esteve (Mathieu), Francisco Vas (El increíble), Marc Sala (Abate), Christian Díaz (Mayordomo / Schmidt), David Sánchez (Dumas). Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Dir. Coro.: Conxita García. Dir. Mus.: Pinchas Steinberg. Dir. Esc.: David McVicar.
No siempre es fácil protagonizar un reparto alternativo viniendo del éxito de otras funciones con nombres como los de Sondra Radvanovsky, Jonas Kaufmann y Carlos Álvarez, pero hay que reconocer que las voces de Julianna di Giacomo, Jorge de León y Michael Chioldi, no tendrán el nombre mediático de los primeros, pero si las condiciones y poderío vocal necesario para triunfar en un título tan exigente como Andrea Chénier.
Con una base sólida, propiciada por una producción vistosa, bien iluminada y fideligna en cuanto a ambientación, escenografía y vestuario, David McVicar consigue que su realismo verista cumpla con el principal cometido de servir bien la historia. No habrá ideal originales, ni dobles lecturas, pero sí un buen trabajo actoral, movimiento del coro, y un fluir de la historia narrada con claridad y efectividad teatral. A su lado, no pudo haber un mejor partenaire a la batuta que el experto y veterano director israelí Pinchas Steinberg. No solo mantuvo el ritmo de la función sin decaer la tensión necesaria en cada escena y acto, sino que supo recrear la truculencia de un drama realista, il verismo musical, con los colores necesarios, la construcción de atmósferas (ilusión en el Improvviso, profundidad emocional en la Mamma morta), fuerza popular en las escenas corales (colorista e irresistible cuadro del segundo acto), con nervio y un fuerte carácter que le sentó a las mil maravillas a la Orquesta del Liceu, todavía en un nivel de evolución en su mejora, cosa que condiciona su resultado según la batuta que tenga delante.
Con esta base firme y segura el trabajo de los cantantes puede centrarse en la partitura, una de las más difíciles y gratificantes de los títulos veristas si el resultado artístico llega a buen fin. Hay que alabar las facultades vocales del tenor canario Jorge de León, por instrumento y color, de alguna manera poseedor de una voz más adecuada para este rol que el del propio Jonas Kaufmann. De León tiene el empuje, el registro superior impetuoso y sonoro, el cuerpo vocal y proyección y una fortaleza homogénea en todo el registro para firmar un Andrea Chénier de una solidez implacable. Su evolución emocional es cierto que podría tener más colores en el fraseo, y a veces adolece de algunos sonidos de mayor dureza en los agudos, lo que resta expresividad a sus intervenciones. Con todo un Andrea Chénier poderoso, generoso y de brillante calidad vocal.
Debutó doblemente en Barcelona la soprano estadounidense Julianna di Giacomo como Maddalena di Coiny, por primera vez en el escenario del Liceu y por primera vez cantando la soprano protagonista de Andrea Chénier. Di Giacomo tiene una voz mórbida, con punta y cuerpo suficientes para sobreponerse a la densidad de la orquestación verista con suficiencia y sin aparente esfuerzo. De hecho pareció que todavía debía controlar la emisión y el fraseo en un rol que está en construcción. Si por medios quedó claro que es un rol para ella, su Mamma morta fue resolutiva, le faltó la profundidad dramática y catarsis teatral final en ese dúo inmenso y liberador que es el el Vicino a te.
También tuvo un doble debut el barítono estadounidense Michael Chioldi, quien ha cantado su primer Carlo Gérard en el Liceu. Sorprendió desde su primera intervención por tener una voz de grandes dimensiones, con unos harmónicos generosos, densidad tímbrica y un color oscuro ideal para el rol. Aquí el canto verista sonó ideal por prestaciones, igualando la grandiosidad orquestal sin problemas, con una tesitura homogénea e inalterable y una facilidad en el registro superior de insolente fuerza. Con una dicción correcta, a Chioldi solo se le puede reprochar mejorar la fluidez del fraseo, tiene cierta tendencia a cantar a golpes abusando del granito de un instrumento que en momentos puede recordar al del mítico Sherrill Milnes. Bonita y cálida la Bersi de la mezzo catalana Gemma Coma-Alabert, siempre musical, generosa escénicamente y con un canto comunicativo lleno de naturalidad, bien proyectado y fácil. Aportó candidez a un rol que puede quedar en zona de agua de borrajas según las prestaciones de la cantante. Carismática, segura y teatral la Condesa de la mezzo española Sandra Ferrández, quien supo hacerse con el protagonismo necesario en el acto I, conjugando expresión y conseguida comicidad sin caer en la caricatura. Elena Zaremba fue una generosa Madelon, recreada por el azabache de una voz de atractivo timbre y color.
Entre el nutrido equipo de personajes secundarios cabe destacar la nobleza del canto y tersura del timbre del bajo-barítono argentino Fernando Radó como Roucher, el fraseo incisivo y característico del siempre impecable e increíble del tenor Francisco Vas, el canto efusivo y teatral del Mathieu del barítono Manel Esteve, el atractivo timbre y color del Abate del tenor Marc Sala o la profesionalidad del Fléville del barítono Toni Marsol. Buenas prestaciones del trabajo con el coro de Conxita García solo a la espera de una mejora que implica renovar voces, un tema pendiente de resolución.