Enigma Liceu19 Sabata

Un enigma desbordante

Barcelona. 9/2/2019. Gran Teatro del Liceo. Casablancas: L’enigma di Lea. Allison Cook (Lea), José Antonio López (Ram), Sara Blanch, Anaïs Masllorens, Marta Infante (Las tres damas de la frontera), Sonia de Munck (Millebocche), Felipe Bou (Milleocchi), Xavier Sabata (Dr. Schicksal), David Alegret (Michele), Antonio Lozano (Lorenzo), Juan Noval-Moro (Augusto). Dir. Escena: Carme Portaceli. Dir. Musical: Josep Pons.

En la era de lo efímero, deberíamos ir poniendo las cosas en contexto para explicarlas con una cierta perspectiva. Asistir al estreno mundial de una ópera escrita por un compositor nacional en el Gran Teatre del Liceu es un acontecimiento histórico. Sin exagerar, nos sobran los dedos de una sola mano para contar las óperas que han logrado ese hito en las últimas décadas (si miramos las anteriores la estadística es peor). A eso podríamos añadir tantas deudas con el repertorio internacional (Sciarrino, Zimmermann, Henze...) o de nombres importantes que llegan tardísimo y con dificultad (Britten, Janáček esta temporada...). 

Pero esta es una ocasión para celebrar que el fruto de la colaboración entre Benet Casablancas y Rafael Argullol lo ha logrado, y además lo ha hecho superando numerosas dificultades en años difíciles. Ojalá sirviera para que se pueda abrir una nueva era de normalidad siempre aplazada, aprovechando el momento de transición que vive la institución; la magnífica entrada que presentó el teatro y el interés generado estos días debería servir de indicador. ¡Cuántas óperas nos estaremos perdiendo! 

Sin necesidad de extenderse en detalles de las características y contenido de la obra, remitimos a la reseña que publicamos del libreto y a la entrevista realizada al compositor. Sí diremos que L’enigma di Lea es una obra difícil y llena de aristas, para paladear lentamente, desbordante en lo que respecta al contexto adocenado en el que vive nuestra empobrecida vida musical y la anquilosada programación operística. Será la primera experiencia en el género de Casablancas, pero tal vez estemos ante la música más inspirada de su catálogo; no cabe duda que el terreno dramático favorece su escritura y le insufla una inmensa variedad expresiva, armada con un oficio capaz de poner las voces al servicio de las necesidades del drama y conseguir integrar las líneas vocales en el tejido armónico y orquestal de la partitura. Por otra parte, el texto de Argullol materializa gran parte de los rasgos y horizontes de su producción y constituye un tremendo reto para trasladar a la escena. Cada uno en su terreno, ambos han devorado las grandes referencias de la cultura europea de las últimas tres centurias, y aquí las reúnen para seguir poniendo los cimientos del siempre aplazado proyecto de construir una tradición lírica nacional, capaz de consolidarse en el repertorio. 

Pero como es sabido, la ópera es una confluencia las de artes y es mucho más que la suma de sus partes. Que se hayan oído voces críticas contra el libreto no sorprende a poco que se conozca el público autóctono. Ahora bien, concediendo cierta falta de crecimiento y de claridad argumental, el ambicioso texto de Argullol no resplandece lo que debería en una concepción escénica celebrada y con algunas ideas interesantes pero discutible, que se empeña en exponer lo que en el texto sólo se sugiere, o que a veces se pierde en movimientos escénicos gratuitos por esa especie de horror vacui y pánico al estatismo meditativo. Incluso que llega a modificar el sentido de ciertos fragmentos; por citar un ejemplo, si en el libreto encontramos a tres escultores esculpiendo la belleza de Lea (que evocan a Michelangelo, Bernini y Rodin) sobre el escenario vimos a una especie de manada abusando de la protagonista.

La mejor noticia fue el brillante elenco vocal y una orquesta muy bien trabajada por la  batuta de Josep Pons. Más allá de concertar voces y foso, dirigiendo con intensidad y lirismo supo mantener el pulso dramático redondeando un resultado impecable con una partitura que presenta no pocos retos. La mezzosoprano Allison Cook destacó en el exigente rol de Lea tanto en el aspecto dramático como en su facilidad de emisión y un timbre dotado de la necesaria morbidez. José Antonio López fue un inmejorable Ram, seguro y generoso con una emisión homogénea y de indiscutible belleza tímbrica, que junto a Cook ofreció momentos a dúo de gran belleza. Altas prestaciones también de Sara Blanch, Anaïs Masllorens, Marta Infante como las tres damas de la frontera, en especial una Blanch de gran aplomo escénico y solidez técnica. Correctos estuvieron tanto Sonia de Munck como Felipe Bou en el poco grato rol de Millebocche y Milleocchi así como unos David Alegret, Antonio Lozano y Juan Noval-Moro de íntima musicalidad y precisión en sus intervenciones. Dejamos para el final un aplaudido Xavier Sabata, que en el papel del Dr. Schicksal se elevó como un titán tanto por sus conocidas dotes actorales como por su prestación vocal, muy sujeta a dibujar el perfil dramático de un personaje psicológicamente complejo. Finalmente, un coro solvente resolvió bien sus tres grandes apariciones a lo largo de la partitura.   

La paleta de recursos y la gran imaginación tímbrica del compositor da luz a una música constantemente capaz de generar atmósferas y definir personajes. La escena final, con Lea y Ram en una plataforma que se hunde y desaparece del escenario –aquí sí celebramos la solución escénica– mientras el coro desde fuera recuerda el mantra y el motivo musical que se va repitiendo –abboeh, abboeh...– es una síntesis de los elementos más afortunados de la ópera y su impacto deja un buen sabor de boca final. En la ópera se habla más del secreto que Lea no debe revelar, que del enigma. El secreto es tal vez para los personajes; el enigma para nosotros, los espectadores, aunque a veces la lectura escénica de la obra quiera deshacerlo para entregarnos la respuesta. En definitiva, estamos ante un desafío intelectual en un envase estético al que desborda por los cuatro costados.