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Auctoritas

Granada. 24/07/2020. Festival Internacional de Música y Danza. Palacio de Carlos V. Beethoven: Sonata no. 31 Op. 110. 33 Variaciones sobre un vals de Anton Diabelli, op. 120. Daniel Barenboim, piano.

 

Quisiera comenzar esta crónica con unas palabras de gratitud hacia Daniel Barenboim. Es de justicia, cuando alguien de su talla se ofrece de manera totalmente desinteresada para ofrecer un recital benéfico, a favor de Cruz Roja Española, como ha hecho estos días en Granada. Barenboim nos demostró ya su generosidad, aquí en Platea Magazine, cuando nos concedió en exclusiva su primera entrevista recién implementado el confinamiento, para la portada de nuestra anterior edición impresa. Habrá quien prefiera perderse en discursos demagógicos sobre lo que pueda cobrar alguien de su caché por actuar en solitario. Yo prefiero quedarme con la talla de su indudable proyección pública. Barenboim es el último de una estirpe dorada de músicos que han logrado encarnar aun el ideal renacentista del artista total, trascendiendo con su compromiso moral, político e intelectual las ya extraordinarias lindes de su histórica semblanza como músico.

Por descontado, Barenboim se presentó en Granada con su propio e inseparable Steinway, confeccionado a medida, bajo su estricto consejo y supervisión. La relación de Barenboim con Beethoven se mide en términos de totalidad. En su doble faceta como director y pianista, lo ha tocado todo. Su conocimiento de la obra del genio de Bonn es omnímodo. En castellano, la palabra 'autoridad' apenas alcanza a reflejar pálidamente el verdadero sentido de la auctoritas latina. Ésta refleja, sobre todo, un cierto grado de legitimación social, un reconocimiento de alcance moral entremezclado con un raro tipo de admiración. Pues bien, lo de Barenboim en general, y con Beethoven en particular, es pura auctoritas.

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Más allá de la sonata no. 31, que abrió el programa, el plato fuerte de la velada venía dado por las Variaciones Diabelli, la misma obra con la que actuará el próximo 20 de agosto en Salzburgo y la misma obra con la que ofreció un aclamado recital el pasado 10 de abril, desde la Pierre Boulez Saal de Berlín, arrojando luz desde la música en las semanas más duras del confinamiento. Las 'Variaciones Diabelli' (estrictamente hablando 33 variaciones sobre un vals de Anton Diabelli) son un corpus elaborado y sublime, una suerte de tratado sobre el pianismo de Beethoven, acabadísimo aquí en sus formas. No se trata, en modo alguno, de una obra popular, como pudieran serlo algunas de sus sonatas. Más bien al contrario, es una obra sesuda y más bien solemne, de ecos monumentales, enciclopédica. Y su expresividad dista mucho de cuadrar con el romanticismo más exaltado y quizá superficial.

Dicho lo cual, renuncio expresamente a ejercer aquí de 'repelente niño Vicente', y menos con alguien de la talla de Barenboim y en unas circunstancias tan generosas por su parte, pero apostaría a que la memoria le jugó al menos un par de malas pasadas en el transcurso de la velada, si bien supo enjugarlas con sabiduría y oficio. No fue el mejor concierto que le recuerdo a Barenboim, pero no importa; al contrario, veladas así son la prueba de que estas deidades también tienen su talla humana, aunque a menudo puedan parecer titanes. 

Dentro de la general autoridad y cohesión de su ejecución, de estas Diabelli me quedaría con la serenidad sutilísima de la XXIX; la majestuosidad bien entendida y honda de la XXXI; y el derroche técnico en la Fuga, la XXXII, verdaderamente asombrosa en sus manos, de una nitidez increible. Sin duda, de la XXX a la XXXIII, Barenboim demostró por qué es hoy la autoridad absoluta en torno a Beethoven. Gratitud y admiración, con un público en pie, verdaderamente entregado a su talento y generosidad.

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Fotos: © Fermín Rodríguez / Festival de Granada