GigantesCabezudos Gayarre19

100 años

28/11/2019. Pamplona. Teatro Gayarre. Gigantes y cabezudos, de Manuel Fernandez Caballero. María Ayestarán (Pilar), Leire de Antonio (Antonia), Andoni Sarobe (Isidro), Roberto Olabarria (Jesús), entre otros. Banda Municipal de Música La Pamplonesa. Coro de la AGAO. Dirección musical: José Vicent Egea.

Quizá el recordar la infancia de uno mismo no sea la mejor forma de dar inicio a la reseña de un concierto pero cuando escucho una banda no puedo sino retrotraerme a mi primera juventud, cuando en los soportales del ayuntamiento de mi localidad, siempre colocado tras el último músico para seguir de cerca percusión y metales, asistía a los conciertos dominicales de la banda de mi pueblo, elemento único de conexión de un servidor con la música clásica en directo allá por finales de los 70.  En aquellas escuchas sazonadas de piezas folkloricas y adaptaciones de músicas de películas o similares se colaban de vez en cuando otras adaptaciones de piezas clásicas de relumbrón que suponían, para mis tiernos oídos, una oportunidad única. Aún recuerdo el impacto que supuso para mí el escuchar el primer movimiento de la Sinfonía nº 5, de Beethoven, que tan cercana se me hacía por culpa de una cassette olvidada en mi casa a saber por quién.

Este preámbulo tiene su razón de ser y es que, después de años y años de conciertos en directo esta ha sido la primera ocasión en la que he escuchado a una banda interpretar la parte musical de una obra lírica, en este caso, la zarzuela Gigantes y cabezudos, de Manuel Fernández Caballero. No obviaré que algunos prejuicios me recorrían el cuerpo al encontrarme camino del teatro pero al final del mismo, y más allá de otras consideraciones que comentaré a continuación, disfruté mucho con la interpretación de la banda pamplonica.

Lo especial del concierto tenía como razón de ser el celebrar el primer centenario de la creación de la agrupación; y la elección de la obra se justificaba por ser la misma que en 1994 y en la Plaza de Toros (sic) se escogió por esta misma agrupación para la conmemoración de su 75º aniversario. Así pues, apuesta por la lírica y cumpleaños histórico que empujaban a asistir al evento.

En la parte vocal, con la excepción de la protagonista, María Ayestaran, todos eran miembros del Coro de la AGAO y quizás ello conllevó una decisión que, personalmente, no me ha gustado nada: la notoria amplificación de las voces. Parece ser que vamos asimilando que ante funciones de carácter –más o menos- amateur la amplificación limitada o flagrante, como es el caso que nos ocupa, sea un mal menor. De hecho, parece que poco a poco caminamos hacia la naturalización de tal fenómeno, lo que conllevaría la desaparición –o, al menos, la alteración- de una forma de entender y practicar la lírica hasta el día de hoy. En este concierto el uso de tal artimaña pecó por exceso, de suerte y manera que me parece improcedente valorar algunas cuestiones de los cantantes, dadas las artificiales condiciones.

A María Ayestaran la pude escuchar en el homenaje que en abril de 2018 se realizó a Carlos Chausson en el mismo teatro y que se recogió en Platea Magazine de forma oportuna y me reitero en lo indicado entonces: un fraseo notable, una dicción eficaz y un personaje bastante bien resuelto, más aun si observamos que la zarzuela se ofreción en versión de concierto, aunque no puede decirse lo mismo en cuanto a volumen y proyección.

De todo el resto del reparto, con la duda del tenor Roberto Olaberria, señalar que eran miembros del coro y cantaron desde el grupo, tras la banda, lo que les condicionaba bastante. El mencionado tenor vio limitada su actuación al pasaje de la entrada de los repatriados y su voz apenas destacó por encima del conjunto. El resto de los numerosos pequeños roles, en general estuvieron interpretados de forma acertada, sin grandes alardes aunque me sorprendió en positivo lo pastosa y sonora que me pareció la voz de Andoni Sarobe en su inicial y breve papel de Isidro. La velada apenas duró sesenta minutos pues las partes habladas fueron eliminadas y sustituidas por la narración libre de Luis María Rodríguez, que resultó ser la estrella de la noche por su desparpajo y buen decir. Lo mismo imitaba a Julio Iglesias que se ponía a ser un Juan Tenorio frustrado. Muy bien. Eso sí, el desarrollo dramático de la zarzuela quedó bastante castrado por eso del pragmatismo de una narración abreviada.

En definitiva, un concierto que cubrió una de sus funciones cual era la de celebrar que una entidad musical tan querida en la ciudad como La Pamplonesa cumpla ni más ni menos que cien años. Que la banda está en forma y con prestaciones musicales de alto nivel nos lo indica la calidad de su interpretación; de ello es responsable su director, José Vicent Egea, que recogió los numerosos bravos y felicitaciones de un público que llenaba en un 95% el teatro, imagen que siempre gusta ver. Este mismo público se arrancó en un improvisado aplauso cuando en la escena de la salida de los gigantes y cabezudos aparecieron seis de los segundos pertenecientes a la Comparsa Municipal. Este fue el momento más emotivo y mas vitoreado por un público entregado. Lástima que también estuviera presente el aparentemente inevitable maleducado que no atendiera al reiterado aviso inicial de apagar los móviles, hasta provocar el giro del director hacia la platea en busca del cafre de turno. Larga pelea nos espera.

Foto: © Mikel Legaristi