Soldaten Wiesbaden 

La realidad como escenario

Wiesbaden. 15/05/2016. Staatstheater. Maifestspiele. Zimmermann: Die Soldaten. Pavel Daniluk (Wesener), Gloria Rehm (Marie), Celeste Haworth (Charlotte), Holger Falk (Stolzius), Martin Koch (Desportes), Sharon Kempton (Gräfin de la Roche) y otros. Dir. escena: Vasily Barkhatov. Dir. musical: Zsolt Hamar.

Que un teatro de apenas mil localidades y no situado en una de las grandes capitales alemanas aborde la representación de Die Soldaten de Bernd Alois Zimmermann, sin duda una de las cumbres del género, es una bendita locura. Estamos ante una obra única, tanto por su trasunto como por los medios que acarrea su representación. En este caso, además, la propuesta escénica de Vasily Barkhatov es una auténtica maravilla. Le da la vuelta a la obra, como si de un calcetín se tratase, y convierte al propio teatro en el sujeto de la representación. De hecho, la ópera es al fin y al cabo el repaso a las sucesivas situaciones que vive el teatro al tiempo que se desarrolla la guerra: es tomado por las tropas, habilitado como cuartel provisional, convertido después en hospital de campaña y finalmente se rehabilita como sala abierta al público. Entre tanto, el sinfín de padecimientos de Marie y el resto de personajes van desfilando por una platea convertida en escenario, con la mayor parte del público situado en un graderío habilitado en la caja escénica. De tal modo que se altera el eje natural de la representación: el teatro mismo, su platea, se convierte en escenario y el escenario habitual se convierte en patio de butacas. Las sensaciones durante la función son espectaculares, como cuando un zepelín en miniatura sobrevuela a los espectadores inundando el teatro con su sombra y su presencia. La representación es de una crudeza sobresaliente, sin necesidad de regodearse lo más mínimo en ningún exceso, alcanzando sin embargo cotas de un patetismo que es por momentos agobiante, acorde no en vano a la tremenda naturaleza de la partitura. En suma, brillantísima propuesta de Barkhatov, digna de ser tomada en consideración por cualquier teatro de primer nivel.

En el foso Zsolt Hamar dispone una versión más camerística que la que concibiera Kirill Petrenko en Munich, también más acorde pues a las dimensiones del teatro de Wiesbaden y a la naturaleza de su orquesta, armada con los mínimos mimbres necesarios. Sin la menor duda, la versión de Hamar es como para sacar pecho ante el logro, habida cuenta ade las dificultades de concertación que presenta la singular disposición escénica y la evidente dificultad de la partitura, que se acomete aquí sin pausa alguna.

Del extenso reparto sobresale por méritos propios la intensa Marie de Gloria Rehm, que se entrega en cuerpo y alma a la representación. No tiene los medios ni el magnetismo de una Barbara Hannigan, pero es una Marie mucho más que respetable, con un dominio técnico y musical de la parte absolutamente irreprochable. Su figura en escena cuadra perfectamente con las exigencias de la producción, que gira no en vano en torno a ella en varias escenas capitales del libreto. 

Sobresaliente fue también la Gräfin de la Roche de Sharon Kempton. Ante su labor uno se pregunta por qué ciertos cantantes no están más a menudo en grandes teatros. La facilidad con la que resolvió la partitura y su compostura escénica nos dejaron boquiabiertos. Menos compacto estuvo el Stolzius de Holger Falk, muy desenvuelto en escena pero lastrado por un instrumento de pocos quilates. Sensación semejante dejó el Desportes de Martin Koch, que al menos consigue resolver sin fallas una partitura casi imposible, de escritura escarpada e hiriente.