DonGiovanni real javier del real 1

MÁS AÑOS QUE UN BOSQUE

Madrid. 18/12/20. Teatro Real. Mozart: Don Giovanni. Christopher Maltman (Don Giovanni). Erwin Schrott (Leporello). Brenda Rae (Donna Anna). Anett Fritsch (Donna Elvira). Mauro Peter (Don Ottavio). Zerlina (Louise Alder). Il Commendatore (Tobias Kehrer). Masetto (Krysztof Baczyk). Coro Intermezzo. Orquesta Sinfónica de Madrid. Ivor Bolton, dirección musical. Claus Guth, dirección de escena.

Los años pasan, qué duda cabe. Y con ellos, la sociedad avanza. La clave del arte, una de ellas, como reflejo y como comunicación social, es igualar al tiempo, al mismo tiempo que rompe con él. Contradicción que, de convertirse en constante, produce auténticas obras maestras.

Una de ellas, qué duda cabe, es el ya mito, como contenedor y generador de ideas, de Don Juan, al que es imposible seguir viendo (aunque sí disfrutando) del mismo modo que se veía en los tiempos de Tirso de Molina, Molière y compañía. Ni siquiera como diez años atrás, por mucho que podamos apreciar el valor intrínseco de las obras que le han dado vida, como pueden ser la ópera de Mozart o la versión española más conocida y redonda: la de Zorrilla. No son pocas las voces que han disertado sobre ello. Al reseñar una función del Teatro Real, señalaré aquí como ejemplo los estudios que Gregorio Marañón firmó en 1924 y 1940, con mayor o nulo acierto. En la práctica y en el caso concreto de Zorrilla, en nuestro país hemos empezado a verle de otra forma, bajo el prisma actual de la igualdad, a raíz de disfrutarle en la piel de grandes de las tablas como Terele Pávez y, desde luego, desde que Blanca Portillo dirigiera la obra en una versión en la que se eliminaban clichés románticos sobre el personaje. Adiós al dandi, al calavera, al galán y al pobre diablo.

Figura y obra popular donde las haya desde que sus andanzas se vertieran negro sobre blanco, la tradición ha hecho que todos y todas recordemos mejor versos suyos como “¿No es cierto ángel de amor, que en esta apartada orilla…”, antes que aquellos en los que, por fin, deja entrever su verdad: “Por donde quiera que fui la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí… y en todas partes dejé memoria amarga de mí”. ¡Adiós al donjuán de Don Juan! Un falso héroe de otra época que agradece mostrarse en crudo o, en cualquier caso, despojándole de los falsos afectos, que no son sino defectos, sin que por ello pierda un ápice de valor como una de las figuras masculinas indispensables de nuestra literatura… y de las letras universales junto a Hamlet-Romeo-Otelo, Fausto y, por supuesto, Don Quijote.

Zorrilla, máximo exponente del Romanticismo español junto al Duque de Rivas, bebe del Siglo de Oro, volviendo su mirada en realidad hacia esta época, con los textos atribuidos a Tirso de Molina y que fueron a su vez los utilizados por Da Ponte en la ópera de Mozart, a través de un libreto ya existente para una obra de Gazzaniga. Todo en el arte va y viene, como una unidad circular, insuflando vida a conceptos que pueden llegar a tener, incluso, más años que un bosque. Ellos, que llevan observándonos generación tras generación. Siendo cómplices de nuestras fechorías o víctimas de nuestra insensatez.

DonGiovanni real javier del real 2

Bajo esta premisa, con cierto corte cinematográfico en coordenadas septentrionales, vuelve Claus Guth al Teatro Real, siendo su nombre ya un clásico de sus últimos tiempos, tras disfrutarse aquí sus versiones de Lucio Silla, Rodelinda y Parsifal. Él, que es capaz de proponer una Bohème en la luna (con más sentido por cierto que muchas apuestas por el cartón piedra) sólo por épater le bourgeois. No sé si hoy en día se puede escandalizar al burgués con los mismos cánones que Huysmans, ni siquiera creo que el burgués se escandalice ya por nada, pero desde luego que el director de escena alemán siempre lo intenta, sin caer en perogrulladas ni lugares comunes. Es algo que siempre es de agradecer. ¡Y con un sello distintivo propio! El pragmatismo estético, he escrito ya de sus formas en anteriores ocasiones. Su hiperrealismo escénico se encuentra aquí, como decía, con un bosque que empezó a crecer en 2008, en el Festival de Salzburgo. Un lugar que acoge, esconde, da cobijo y revela las luces y las sombras de los personajes que aquí se dan cita. Las luces y las sombras, que los son todo en cualquier historia que se quiera contar. Magnífica puesta, detalladísima en la dirección de escena, fluida, que ayuda a que la trama avance en todo momento. En los aplausos finales se le aplaudió tanto como se le abucheó… ¡Ay Mortier, tanta razón tenías en tantas cosas!

Desde el foso, Ivor Bolton comenzó francamente mal. Con una obertura que no terminó de alcanzar la hondura necesaria y considerables desajustes internos que saltaron al escenario al comenzar el primer número. Fue encontrando su sitio a medida que la función avanzó, con escenas muy conseguidas en lo orquestal ya hacia al final, aunque siempre en tempi tendentes a lo moroso y a costa de desporteger a los cantantes en sus intervenciones. Excelente, por otra parte, el Coro Intermezzo en todas sus intervenciones.

De todos estos, cabe destacar, por encima de todo, el protagonismo de Christopher Maltman, quien viene de cantar Don Giovanni en unas interrumpidas funciones del Gran Teatre del Liceu. Su personaje es redondo y homogéneo tanto en lo escénico como en lo vocal, con una voz de timbre grato y buenas hechuras, aunque algo fatigada por momentos. El Leporello de Erwin Schrott, como era de esperar ante su histrionismo y contundencia sonora, fue aplaudidísimo. Tanto él como Maltman conocen la producción desde que participaron en su estreno, más de una década atrás y, sin duda, este quizá sea el figurín al que el uruguayo mejor sepa dar vida, junto al Dulcamara ideado por Michieletto. Lástima que todo en él sea "demasiado". Acaba por distraer y alejarnos de Mozart. Completaban el reparto masculino el Commendatore de Tobias Kehrer, quien tuvo muchos apuros en su intervención final, y los correctos Don Ottavio de Mauro Peter y Masetto de Krysztof Baczyk

En cuanto a ellas, el principal escollo es la selección de tres voces que, sin ser evidentemente iguales, sí resultan demasiado parecidas para dar vida a las tres protagonistas. Algo que, obviamente, no es culpa suya, sino de quien las convoca. Cuando Donna Anna y Zerlina se semejan en demasía, algo se pierde. Cuando Donna Elvira carece de los mismos graves que Donna Anna, igual sucede. Demasiado plano todo, a pesar de la corrección de las tres cantantes que dieron vida a los personajes: Brenda Rae como Donna Anna, Anett Fritsch como Donna Elvira (una habitual del Real en personajes mozartianos) y Louise Alder como Zerlina.

Termino aquí, volviendo un tanto al principio de esta crítica. Los tiempos cambian y en esta producción, también en los saludos finales, el Teatro Real ha avanzado con ellos. Me consta que se ha pedido por escrito que sean Don Giovanni y Leporello quienes vayan a buscar al director de orquesta y al de escena respectivamente al finalizar la obra. Sin que lo hagan las mujeres por una tradición que ya no se sostiene, menos en óperas como esta, donde los personajes principales son hombres. Si señalo lo contrario, he de alabar lo otro. Es un buen paso. Sólo queda que aprendan a salir solos al escenario. Como los cantantes, los figurinistas, o los directores y directoras de coro.

DonGiovanni real javier del real 3

Fotos: Javier del Real.