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Siguiente pantalla, superada

Barcelona. 24/10/2020. Gran Teatre del Liceu. Mozart (Don Giovanni). Christopher Maltman (Don Giovanni). Luca Pisaroni (Leporello). Miah Persson (Donna Anna). Ben Bliss (Don Ottavio). Véronique Gens (Donna Elvira). Adam Palka (Il Commendatore). Leonor Bonilla (Zerlina). Josep-Ramon Olivé (Masetto). Josep Pons, dirección musical. Christof Loy, dirección de escena.

Desde el pasado mes de marzo el escenario del Gran Teatre del Liceu había visto pulverizado cualquier atisbo de actividad escénica. Tan solo el concierto protagonizado por Sondra Radvanovsky y Piotr Beczala, primero, y las representaciones en concierto de Il trovatore con Gustavo Dudamel, después, sacaron de ese largo letargo a las tablas del coliseo. Pero estaba pendiente la actividad escénica con todas las de la ley, el teatro en suma. La siguiente pantalla, en esta singular gincana, era un esperado Don Giovanni que finalmente ha podido alzar el telón. 

Entre lo más sugerente y destacado del legado de Christina Scheppelmann cuando terminó su etapa en el Liceu se contaba un Eugene Onegin de Christof Loy para el arranque de la temporada 20/21, seguido de una tanda de representaciones de la ópera Dialogues des Carmelites de Francis Poulenc. Pero la pandemia trastocó los planes de todos y el teatro se vio forzado a pensar en un título alternativo, intentando mantener intactos algunos compromisos con las solistas apalabradas, caso de Miah Persson, Véronique Gens o Leonor Bonilla. Este Don Giovanni se ha puesto en pie, en suma, haciendo de la necesidad virtud, con el buen tino de Victor García de Gomar a la hora de ensamblar un reparto ciertamente sólido, encabezado por el británico Christopher Maltman

El barítono inglés mostró un instrumento contundente, de emisión desahogada y flexible, aunque su personaje fue de un solo trazo, un tanto envarado y falto de contrastes. Mucho más idóneo en lo dramático fue el referencial Leporello de Luca Pisaroni, quien ha hecho de este rol una de sus especializades, por razones obvias. Fruto de esa citada herencia de la producción de Dialogues, el Liceu se encontró con dos egregias representantes del papel de Donna Elvira, caso de Miah Persson y Veronique Gens. Para resolver la coincidencia en el mismo rol, Persson decidió atreverse a cantar su primera Donna Anna y el resultado no ha podido ser más convincente. Con un timbre terso y firme, de una redondez ejemplar en la emisión, compuso un personaje de temperamento idóneo. La soprano francesa, por su parte, volvió a recrear su referencial Donna Elvira. Si bien su instrumento suena ahora un tanto más agrio, se impuso Gens al final con su clase en los acentos y con su indudable compostura escénica.

DonGiovanni Liceu2 A.Bofill

Sorprendió, entre todo el elenco, el espléndido Don Ottavio del tenor estadounidense Ben Bliss, con una voz homogéna y fácil en el agudo, haciendo gala de una cuidadísima línea de canto, de suma elegancia, adornada además con esmeradas variaciones en 'Dalla sua pace', sin duda uno de los mejores momentos de la velada. Junto al contundente y algo plano Commendatore de Adam Palka, completaban el elenco las jóvenes voces de Leonor Bonilla (Zerlina) y Josep-Ramon Olivé (Masetto). La soprano sevillana exhibió una vez más un timbre desenvuelto, ligero y brillante, aportando luz a la escena con cada una de sus intervenciones. Olivé hizo gala también de un instrumento con potencial y buenos modos en escena. 

Resultó un tanto decepcionante la propuesta de Christof Loy, a quien sin duda le hemos visto espectáculos más estimulantes y elaborados como el Capriccio que estrenó en el Teatro Real de Madrid en 2019 y recientemente reconocido en los premios Ópera XXI. Asistimos así a un Don Giovanni bastante convencional en las formas y en el fondo, con una sobria escenografía de Johannes Leiacker. En conjunto, un espectaculo un tanto rutinario, falto de frescura y poco sugestivo, con una inevitable sensación de déjà vu

En el foso, el maestro Josep Pons resultó un tanto desconcertante. Y es que alternó pasajes de indudable inspiración con otros mucho más desnortados, acudiendo a menudo a tempi algo caprichosos y confusos (el alborotadísimo final, el aletargado 'La ci darem la mano'...). Pero hubo hallazgos, como el mágico momento que se logra en 'Dalla sua pace', gracias también a un impecable Ben Bliss. Tampoco brilló Pons esta vez por su concertación con las voces, que parecieron necesitar de su auxilio en más de una ocasión, sin hallar su mano atenta a dar entradas y corregir desfases evidentes. En todo caso, las intenciones fueron apreciables, qué duda cabe, buscando un discurso vibrante y fluido, transparente su tratamiento de la orquesta, que encontró la complicidad de la formación titular del teatro, entusiasta y esmerada en su ejecución. Los recortes sufridos por la partitura -el duetto entre Zerlina y Leoporello, el aria Mi tradì y la escena final- para adecuar su duración a la normativa sanitaria, quedaron apenas en una anécdota; lo importante al fin y al cabo es que se alzara el telón.

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Fotos: © A. Bofill