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"Hombres y mujeres que aplaudían". En el 200 aniversario de Pauline Viardot

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Persigue tus sueños. Trabaja en lo que te apasiona con esfuerzo, constancia y dedicación. Así conseguirás lo que te propongas y el éxito llegará si el talento te acompaña. Poco a poco. Consignas que nos embisten a diario y que resultan engañosas si se revisa según qué tramo de la  historia o biografía de algún personaje.

Desde niña, Pauline Viardot (de quien se cumplen ahora 200 años de su nacimiento) se apasionó por el piano y fue espectadora de las lecciones de canto a su hermana María, de las que fue aprendiendo las técnicas de canto lírico que recibía de su padre, el afamado tenor y compositor Manuel García. Tan pronto como el padre advirtió el talento de sus hijos, los sometió a un severo entrenamiento musical, especialmente duro con María, que procuraba escapar de vez en cuando para disfrutar de alguna actividad infantil. Con Pauline, la menor de las hermanas, se dice que su carácter se mostraba más laxo, ya que era una niña muy aplicada e interesada en lo que podía aprender y no podía reprocharle nada en ese sentido. “La hormiguita”, le decían. Más adelante, esa niña recibirá lecciones del mismo Liszt atendiendo a sus capacidades. 

El tenor sevillano Manuel García era toda una referencia en su tiempo en el arte y la técnica del canto, recibido como una estrella en aquellos teatros que pisaba. Combinó su carrera de cantante con la de compositor, así que con cierto orgullo (soberbia, quizá) podría hacer sobrevivir su legado musical tras su muerte, tristemente prematura a los 57 años, imprimiéndolo a fuego en su descendencia. Sus cuatro hijos fueron músicos competentes en sus respectivas carreras, aunque, sin duda, la que sobresalió fue la hija mayor, María Malibrán, toda una diva en su breve vida, ya que a los 28 años falleció en un accidente fatal, desvaneciéndose en el escenario, en una macabra imagen que mezcla el drama real y la tragedia ficcional. A las cualidades vocales de la Malibrán, con un registro amplio y sólido que cubría las exigencias de los roles de contralto y de soprano, se le añadían a sus dotes dramáticas, así que era aclamada allá donde cantara. 

La Malibrán, la Viardot y Manuel Patricio Rodríguez Sitches (conocido también como Manuel García, investigador de la salud vocal e inventor del laringoscopio), eran hijos del segundo matrimonio de Manuel García con la cantante Joaquina Briones. Del primero de sus matrimonios, con la también cantante Manuela Morales, resultó la mayor de sus hijas, Josefa García Morales (Josefa Ruiz García), dedicada asimismo al canto con registro de soprano. Al poco tiempo del nacimiento de Josefa, el matrimonio empezó a hacer aguas y el tenor García conoció pronto a Joaquina Briones, su segunda esposa, con la que tendría sus otros tres hijos. 

La vida de esa familia desestructurada en la que creció Pauline Viardot estuvo caracterizada por la cantidad de mudanzas en diversas localizaciones como París, Nápoles, Roma, Londres, Estados Unidos o México. Había dos razones que empujaban a la familia a llevar esta vida errante: una era exhibir su talento; la otra, algo más prosaica, era huir de la justicia debido a la acusación de bigamia, ya que nunca se formalizó legalmente la ruptura del primer matrimonio de García. Cuando el tenor fallece, Pauline, una niña de once años, pasa a estar bajo el cuidado de su madre Joaquina Briones, con la que continuó su formación musical, centrada sobre todo en el canto y la actuación. Así fue como, superando el desarraigo, la orfandad y otros impactos de gran calibre para una niña, Pauline Viardot continuó con entusiasmo y esfuerzo para convertirse en una mezzosoprano bien considerada en los teatros. 

La sombra y el recuerdo de María Malibrán seguían abrumando a otras divas, incluyendo a su propia hermana, Pauline. Sin embargo, con inteligencia y sagacidad supo crear su propia personalidad artística que, desde luego, no pasó inadvertida entre los músicos de su época. Actuó por las principales ciudades europeas recogiendo éxitos en recitales de canto y piano, así como en roles operísticos. Fue admirada por músicos como Chopin, Gounod, Berlioz y una gran amistad la unía a George Sand, que le dedicó su novela Consuelo (1842). Los compositores le adaptaban y componían obras a medida para su lucimiento. Según parece, su magnetismo en la escena no sólo vendría de su voz, sino también por su disposición a la dramatización que añadía un extra de emoción a cualquier obra que cantara. Ella fue la impulsora de la primera ópera de Gounod, estableciendo las conexiones necesarias entre libretista, empresarios y compositor para que la obra Sapho consiguiera estrenarse en París. Ella y Gounod se habían conocido en una función de Le prophète de Meyerbeer, otro compositor al que se sentía especialmente agradecida por haberle dado la oportunidad de cantar en su ópera. Esa gratitud la llevó hasta el extremo de perder el trato que le unía a Wagner, sólo por lealtad al que un día confió en ella. Wagner, en una de sus publicaciones antisemitistas, señalaba despectivamente como ‘judío’ a Meyerbeer, ante lo que Pauline Viardot se posicionó a favor de su amigo. Así que, a partir de entonces, en casa de los Wagner, la que antes era una querida Pauline, pasó a ser llamada “la judía” y a no ser bienvenida. Todo un desplante cuando hubo un tiempo en que, incluso, llegó a ensayar una lectura privada de Tristan und Isolde

Estando en París, Berlioz, un gran conocedor del lenguaje formal más clásico de la música y gran admirador de la obra de Gluck, se animó a hacer una revisión de su ópera Orfeo ed Euridice, abreviando el título a Orphée. Como orquestador de referencia que era, hizo varios arreglos en la partitura de Gluck, algunos instrumentales, además de adaptar la tesitura del personaje principal para que Pauline Viardot interpretara, travestida, al protagonista de la ópera. Aún se conservan fotos de la cantante caracterizada para ese papel, en actitud seria y prácticamente inexpresiva alzando la lira de Orfeo. La coreografía para esta ópera estuvo a cargo de Petipa y causó un efecto sorprendente en el público, dado que combinaba escenas estáticas con otras de movimientos prácticamente mecánicos (el baile clásico ya se estaba revisando en esta época). Con las imágenes hieráticas de los cantantes en según qué cuadros, se pretendían así emular las pinturas de la Antigua Grecia conocidas, sobre todo, a través de los trabajos de cerámica griega. 

Pauline Viardot brilló como cantante y actriz, conviertiendo este rol en uno de los más representados de su carrera. Su actuación fue aclamada por la crítica y ella misma, según manifestó en su correspondencia, se mostraba cómoda y satisfecha con el trabajo, algo poco habitual en la cantante debido a su obsesivo perfeccionismo. Precisamente la correspondencia es una de las mejores fuentes de documentación para conocer los logros en su carrera, así como la vida operística en general de la época, y es que Pauline, una vez casada con Louis Viardot, era acompañada por él en todos sus viajes, encargándose de las gestiones y tareas de administración y representación. En uno de los viajes de la Viardot a Varsovia y San Petersburgo, su marido no le pudo acompañar, lo que a ella le pareció toda una excitante aventura: viajar acompañada solamente de una doncella. El caso es que las tareas de management de su marido ahora recaían en ella, por lo que se sentía insegura en las decisiones que tomaba. Escribía con mucha frecuencia a su esposo extensísimas cartas donde, además de consultarle según qué decisiones, le relataba hasta el más mínimo detalle de su estancia lejos de él. Hay quien piensa que Pauline se tomaba esa laboriosa tarea epistolar siendo consciente de que podría formar parte de un legado al que recurrir cuando ella ya no estuviera. Y así fue, porque se convirtió en una fuente primaria plagada de detalles que no conoceríamos de no ser por aquellas cartas que enviaba a su esposo y a su hermano Manuel. 

El rol más destacado de la cantante fue el de la ópera comentada. Los críticos que halagaban su actuación en Orphée, si embargo, no fueron tan lisonjeros a la hora de juzgar otros roles, como...

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