Mozart magic flute

Die Zauberflöte: Mozart da forma a la magia

Die Zauberflöte de Mozart, siempre se cita como una ópera ideal para empezar a escuchar el género lírico. Su trama mágica que apela a la imaginación del espectador, sus personajes de cuento, princesa, príncipe, Reina, Sacerdote supremo, las tres damas, el esclavo Monostatos…todos los ingredientes fantásticos de una historia donde todo es posible y donde el triunfo de la música de Mozart se cristaliza en momentos tan espectaculares como las famosas arias de la Reina de la Noche o la inolvidable música del simpático Papageno. ¿Por qué esta ópera sigue seduciendo a los espectadores?, ¿Por qué sigue siendo la más escenificada e interpretada de todo el catálogo operístico del músico de Salzburgo?, ¿Por qué no ha dejado de interpretarse como la ópera iniciática, de espíritu masónico, un camino de perfección e iluminación para sus protagonistas y el público que se refleja en ellos?. Todas estas cuestiones tienen una sola respuesta: escuchar, ver la ópera y hacer de esta experiencia una propia construcción personal. 

De Mozart a Beethoven, Wagner y Strauss

Mozart desplegó sus mejores armas como compositor del género que más amaba, la ópera, firmando su última obra maestra lírica, creando la Zauberoper (ópera de género mágico) más famosa de la historia y plantando una semilla que pasará como un testigo encendido por Weber, Lortzing, Wagner hasta llegar a Richard Strauss o Franz Schreker. El carácter mágico de la historia ofrece a la paleta imaginativa de Mozart una composición única donde el carácter aristocrático del Principe Tamino en oposición de la Reina de la Noche, personaje fascinante y aterrador a la vez, se alinea en espejo con el carácter dulce y amoroso de la princesa Pamina, en oposición al aparentemente serio y estricto sumo sacerdote Sarastro. Esta dualidad de caracteres enriquece la música y la ópera y la dota de una multiplicidad de colores y formas que se van alternando y derivando en personajes fantásticos que siguen dualidades similares, creando un universo musical y sonoro de extraña seducción. Las tres damas que siguen fielmente a la Reina de la Noche, pero que se pelean entre sí por cuidar del bello príncipe, un recurso que derivará en las futuras Rheintochter (las hijas del Rhin) de la Tetralogía Wagneriana, con esa tríada de voces femeninas que juegan a la seducción y mofa del enano Alberich (por cierto una suerte de evolución tardía del repudiado Monostatos), pero que también ruegan e intentan convencer al héroe Siegfried para que les devuelva el anillo mágico. Como también esas tres ninfas acuáticas, Dríade, Náyade y Echo, de ensoñadora creación musical que nos regaló Richard Strauss en Ariadne auf Naxos y que aparecen como una recreación apolínea de esas tres damas primigenias mozartianas.

De nuevo Tamino, ¿no es ese principio de la ópera, donde el príncipe corre asustado y asediado por una serpiente mágica, el germen del primer heldentenor de la historia? Richard Strauss escribiría casi siglo y medio después su ópera más compleja y críptica, la hermosa Die Frau ohne Schatten (La mujer sin sombra), donde de nuevo un príncipe, aquí el Kaiser, caza pájaros mientras su mujer esta triste porque no puede tener hijos y resuelve robarle la sombra a una Tintorera para salvar a su marido de un sortilegio que lo convertirá en piedra. Barak, el tintorero que ama a su esposa a pesar de su carácter esquivo, lucha por conseguir el amor de su mujer y obtener hijos… ¿No son los Papageno y Papagena del s.XX una vez casados y con años de matrimonio?, igual que el Kaiser y la Emperatriz son la consecuencia straussiana de Tamino y Pamina, aquí con el acto iniciático y de salvación emprendido por la Emperatriz, otra vez una doble pareja que sigue un camino de iniciación e iluminación.

¿Cúanta música de Mozart hay en La flauta mágica que luego ha influenciado fuertemente en el mundo de la ópera germánica? El principio del Fidelio Beethoveniano sigue claramente la forma de un Singspiel, igual que la Flauta Mágica, con Jaquino cual Papageno y Marzelline como Papagena, como pareja secundaria a la sombra de los protagonistas, un Florestan y una Leonora que vencerán sobre las sombras de la injusticia del destino como matrimonio fiel y triunfante frente a los males de Pizarro y Rocco. 

Mozart usa los elementos básicos de la naturaleza, fuego, aire, agua y tierra, símbolos de iniciación y superación como pruebas para las parejas, símbolos de nuevo usados en el futuro por Wagner. ¿No es acaso la Tetralogía, la Zauberoper más ambiciosa del género? Una culminación del primer paso dado por Mozart con Die Zauberflöte. El origen del Rhin, en las aguas primigenias, pasando por el fuego mágico que envolverá a Brünnhilde y acabará incendiando el Walhalla, así como la tierra y el subsuelo de los Nibelungos donde se crean el Yelmo mágico y se forja el Anillo, o las alturas del aire donde se construye el Walhalla y cabalgan las Walkirias en sus caballos alados…

Recursos y magia musical

Musicalmente Mozart encontró en la magia como tema la creación de recursos únicos que hacen de momentos como las arias de la Reina de la Noche fragmentos inolvidables. Si en la ópera italiana se tuvo que recurrir a la locura como método que justificaría notas imposibles y escenas donde el virtuosismo daría muestras de las más difíciles exigencias vocales, Mozart consiguió dibujar con la magia las sorprendentes coloraturas en la voz de la Reina de la Noche, donde los sobreagudos brillan como un sortilegio sonoro hipnótico y donde la voz se transforma en un encantamiento musical como nunca más otro compositor ha llegado a crear. Estos recursos salpican la partitura como en la elección de los tres genios, una apuesta por las voces blancas de los niños como sonido único que transporta y crea una amalgama sonora extraña y trascendente más allá de la opción de usar tres sopranos como se toma en algunas interpretaciones. Pero también la magia mundana del personaje de Papageno, en su famoso quinteto a bocca chiusa con las tres damas, una ocurrencia hilarante sin parangón en la creación lírica posterior, donde una onomatopeya producida por un candado mágico obliga al cantante a cantar un quinteto con la boca cerrada y que el resultado sea además de jocoso, precioso y único. El uso del carillón mágico y su sonoridad inconfundible ofrecen momentos irresistibles como el famoso encantamiento de Monostatos y sus secuaces donde el público siempre sucumbe seducido por la ocurrencia musical y su resolución escénica. El dúo final, de los papagenos es con justicia uno de los momentos favoritos del público que asiste a la ópera; de nuevo Mozart usa la onomatopeya y el juego silábico de los dos personajes para crear un duo inolvidable donde la música se posa sobre el sonido para un momento donde la inspiración lúdica mozartiana volvió a dejar muestras de un compositor de imaginación ilimitada. 

Escuchar y ver La flauta mágica es entrar en el mundo fantástico de la mejor música mozartiana, dejarse subyugar por sus melodías encantadoras, por la búsqueda lumínica de un camino de amor universal y llegar a la comunión de una historia metafórica, que, en el fondo, es la misma para todos, soñar, vivir y descubrir que la magia es abrir la puerta a la imaginación y dejarse llevar.