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El arte del eclecticismo

Madrid. 13/11/2020. Auditorio Naciona. Obras de Stravinsky, Adès y Beethoven. Orquesta Nacional de España. Anthony Marwood, violín. Thomas Adès, dirección musical.

En contadísimas ocasiones se puede asistir al lujo que supone contar con el propio autor al frente de su obra, todavía más cuando el solista invitado es precisamente aquel para el que se escribió la partitura. Es el caso de estos conciertos con Thomas Adès y el violinista Anthony Marwood junto a la Orquesta Nacional de España. En lugar de una selección en versión concierto de su ópera El ángel exterminador (Salzburgo, 2016) -programa pospuesto para 2021- asistimos con Adès al frente a un programa heterogéneo y ciertamente ecléctico.

En este sentido se antoja muy atinada la alusión al Angelus Novus de Paul Klee que Walter Benjamin custodió consigo durante los últimos años de su vida. En las notas al programa que firma Belén Pérez Castillo, se dice con buen tino: "Cada una de las obras de este concierto tiene algo de esa cualidad que hace saltar por los aires el continuum de la historia: la relación dialéctica con el pasado de la música de Thomas Adès, la posición de Stravinski para situarse en su época interpretando la tradición o la condición de la Octava sinfonía de Beethoven, reacia a encajar coherentemente en su catálogo de acuerdo con la visión de los desconcertados adeptos a la noción de progreso" Y lo cierto es que el programa dio la impresión de tener una singularísima y sugerente coherencia interna.

La obra del compositor británico Thomas Adès (Londres, 1971) goza de una singular popularidad, precisamente por mor de su eclectisimo, de fácil consumo por parte de públicos bien diversos. Este Concierto para violín es un perfecto ejemplo de ese singular patchwork que Adès practica, amalgamando influencias tan dispares como Brahms, Berg o Britten.

Concebido para su estreno en Los Ángeles en 2005 -ese mismo año lo estrenó en España la Sinfónica de Galicia- y bajo el título de Concentric Paths, el concierto tiene tres movimientos (Rings, Paths and Rounds, esto es, Anillos, Caminos y Rondas, en traducción literal), que alternan pathos y expresividades muy distintas, destacando el personalísimo aliento lírico que vertebra el segundo movimiento, el más lento y melancólico de la pieza, construido de manera virtuosa a partir de una chacona.

El también británico Anthony Marwood (Londres, 1965) estrenó la obra en su dí y ciertamente la defiende como si fuera propia, con un denuedo irreprochable. Es evidente el buen entendimiento entre solista y compositor. La pieza está cuajada de instantes de intrincada dificultad técnica, con los que Marwood se antoja sumamente familarizado. Sin duda, uno de los conciertos para violín del siglo XXI más claramente llamados a permanecer en el repertorio.

 

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El concierto, no obstante, se abrió con el Pas de deux del pájaro azul, un primoroso arreglo de Igor Stravinsky para orquesta de cámara, sobre la escena del tercer acto de La bella durmiente de Chaikovski. La obra, de 1941, es fruto de un encargo del American Ballet Theatre de Nueva York, cuya orquesta se había visto mermada por la llamada a filas en ocasión de la Segunda Guerra Mundial. La ONE, en la reducida plantilla que reclama esta pieza, sonó pulcra y compacta, raramente inspirada, con una frescura y una versatilidad que sorprendieron.

El concierto se cerraba con la Octava sinfonía de Ludwig van Beethoven, en el recorrido por todas sus sinfonías que aborda la OCNE durante esta temporada. Impregnada de un raro optimismo, en un guiño que Adès asocia con la admiración que Beethoven tributaba por el Cándido de Voltaire, la sinfonía discurrió con un pulso sumamente atinado y vibrante. El británico no es un director al uso, con lo que eso implica, pero lo cierto es que su versión resultó sumamente fiel al espíritu y a la letra de esta partitura. Los atriles de la ONE respondieron con tesón y con tensión. En suma, una Octava muy estimulante, de grata escucha de principio a fin, a pesar de algunos manifiestos desajustes -esas trompas...- que no empañaron el conjunto.

Por cierto, que uno de los mejores álbumes dedicados a las sinfonías de Beethoven, en este año conmemorativo de su 250 aniversario, se debe precisamente a Thomàs Adès, quien hace unos meses publicó en Signum Records la primera entrega (Sinfonías 1, 2 y 3) de una integral consagrada a las sinfonías del genio de Bonn, con la Britten Sinfonia.