Gergiev portrait 2020

Como en los viejos tiempos

Madrid. 19/01/2021. Auditorio Nacional. La Filarmonica. Obras de Rachmaninov y Schubert. Orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo. Valery Gergiev, dirección musical.

Casí hacía falta pellizcarse al verles en escena, para cerciorarse de que no fuera un sueño. Valery Gergiev y sus músicos del Mariinsky de vuelta en el escenario del Auditorio Nacional de Madrid, de la mano de La Filarmónica y Agencia Camera. Pero no era un sueño, no; era una extraordinaria realidad. Extraordinaria por insólita en tiempos de pandemia y extraordinaria por la calidad de su sonido y su interpretación. En honor a la verdad, no se trataba de la primera gira por España de una formación internacional, puesto que Marc Minkowski visitó ya nuestro país el pasado mes de diciembre con Les Musiciens du Louvre, interpretando Mitridate de Mozart. Pero la marca Gergiev es sinónimo de intensidad, y ciertamente ninguna orquesta había asumido una maratón de conciertos semejante a la que los músicos del Mariinsky acometen esta semana en España, con citas en Valencia, Madrid, Barcelona y Girona -Alicante se cayó del cartel, precisamente a causa del incremento de casos en la región-. Gergiev fue también el primer director en salir de gira por Asia, visitando Japón el pasado mes de noviembre, junto a los músicos de la Filarmónica de Viena.

No les negaré la emoción que produce en el oyente, al menos en el que les habla, recuperar impresiones olvidadas, sensaciones pretéritas, simplemente al reconocer el sonido de una formación como la del Mariinsky, con esas cuerdas tersas y de extraordinaria hondura, con un sentido innato para un sonido cantabile, de un legato casi hipnótico. Su ejecución del Segundo concierto para piano y orquesta de Rachmaninov rozó lo coreográfico, habida cuenta de su precisión, su concisión y su entrega. Realmente la sintonía de esta formación con este repertorio es abrumadora. Por el color, por el relieve, en fin, por la naturaleza propiamente dicha de su sonido, es como si el compositor hubiera concebido la pieza para estos atriles.

A su lado, el solista Alexei Volodin hizo gala de sus mejores valores: seguridad, firmeza técnica, nitidez en el pulso y un equilibrio muy atinado entre el arrebato y la contención en términos expresivos. Virtuosismo y musicalidad, todo en uno, en un magnífico balance. Junto con la exquisita recreación de los músicos del Mariinsky, bien comandados por un Gergiev inspirado y detallista, asistimos a una espléndida versión de este exigente concierto de Rachmaninov.

No es el ruso un maestro que haya demostrado una manifiesta afinidad con la música de Schubert, cuya obra ha dirigido raramente en su longeva e intensa carrera. Sin embargo, es tal la conexión con sus músicos -está vinculado al conjunto del Mariinsky desde 1988- que por momentos surgió la magia. Apoyado en su inseparable concertino, el violinista rumano Lorenz Nasturica-Herschcowici, Gergiev forjó una lectura desigual aunque en marcado crescendo. El suyo fue un Schubert poco ortodoxo, apenas volcado hacia Mozart y mucho más hacia Bruckner, aunque sin llegar a tanta grandilocuencia. Y es que aunque hablemos de 'la Grande' del compositor austríaco, lo cierto es que esta sinfonía, en sus numerosas repeticiones, está cuajada de giros que requieren un sinfín de contrastes y acentos. Por momentos Gergiev arrojó la impresión de estar ante una primera lectura, con pasajes un tanto aletargados, a los que faltó fluidez, un tanto parcos en dinamismo. Se echó de menos un enfoque más contemplativo y menos expositivo, más atento a la filigrana que a la gran línea. Por momentos el bosque no nos dejó distinguir bien los árboles, si bien la ejecución rozó lo virtuoso, destacando unas flautas excepcionales y unas cuerdas iridiscentes-. 

En suma, un fantástico concierto, sobre todo en su primera mitad, con un Rachmaninov de primera división. A modo de propina, una vibrante y entusiasta versión de la obertura de Die Fledermaus de Johann Strauss, quizá confirmando Gergiev algunos rumores que apuntan a su posible presencia en Viena, al frente del Concierto de Año Nuevo, allá por 2023.