Un debut para recordar
Barcelona. 30/06/2016. Gran Teatro del Liceo. Puccini: La Bohème. Eleonora Buratto (Mimí), Saimir Pirgu (Rodolfo), Olga Kulchynska (Musetta), Gabriel Bermúdez (Marcello), Isaac Galán (Schaunard), Fernando Radó (Colline), Fernando Latorre (Benoît / Alcindoro) y otros. Dir. escena: Jonathan Miller. Dir. musical: Marc Piollet.
Los mal llamados segundos repartos, o repartos alternativos si se prefiere, contienen no pocas sorpresas que a los buscadores de nuevas voces y al liceísta inquieto, no se escapan, pues, como en el presente, se encuentran a veces verdaderos descubrimientos de los que dejan huella. Así fue con este reparto donde la juventud de sus protagonistas fue un reclamo que añadió un extra de frescura y espontaneidad a un equipo de voces donde el equilibrio y la calidad fueron en conjunto superior al reparto que estrenó esta producción. Si se empieza hablando del tenor albanés Saimir Pirgu -quién ya protagonizó con Angela Gheorghiu el dúo de enamorados de Rodolfo y Mimí en uno de los múltiples repartos de La Bohème, vista en el el Liceu en 2012- se reconocerá su voz segura, timbre terso, vocalidad adecuada y homogeneidad de registro que lo convierten en un Rodolfo sin mácula. El único pero, a pesar de los embellecimientos a su particella con pianos, falsetes y búsqueda de colores, sería cierta frialdad expresiva en su enfoque general del personaje, quizás producto de una puesta en escena de Jonathan Miller demasiado convencional, pues no hay que confundir clasicismo teatral con monotonía; su Rodolfo fue generoso pero le faltó un punch final para resultar conmovedor.
Con la Mimí de la joven soprano italiana, Eleonora Buratto, vino la primera y grata sorpresa de este equipo, pues su rol-debut es de los que se recordarán en Barcelona. Alumna de Pavarotti, Buratto, sorprende por la calidad y material noble de su instrumento, bien esmaltado, de canto fácil, tesitura amplia, color terso y sobretodo un ángel vocal que convierten su Mimí en un goce de los sentidos por la adecuación técnica y una naturalidad en su canto que desarman y enamoran a la par al oyente. Su aria di sortita fue un dechado de sensibilidad y naturalidad, de canto fácil, emisión generosa y un color y forma de cantar con ese encanto de las voces mediterráneas que conectan enseguida con el público. Buratto siguió con un duo maravilloso, desplegando un canto donde la italianità y la limpieza del sonido, articulación y dicción claras y fáciles, hicieron de su despedida un precioso recuerdo al lado de un Pirgu seguro y cómplice. Las reminiscencias de una Mimí inolvidable y referencial como es la de su compatriota, Mirilla Freni, se puede antojar exagerado, pero no es menos cierto que la Mimí de Eleonora comparte con aquella la tersura y la adecuación de un instrumento que parece hecho para este rol. Conmovedora en Donde lieta usci, delicada y dulce con el toque decadente ideal en el Sono andati? final, no puede uno más que reconocer que el debut de esta joven soprano será de los que se recordarán en el Liceu, si su carrera sigue con ese grado de madurez, promete muchas alegrías al aficionado de la lírica, ha sido sin duda uno de los descubrimientos vocales de la temporada 2015/16.
Con este panorama debutó otra voz a seguir, la de la joven soprano ucraniana Olga Kulchynska, Primer premio del Concurso Viñas en su edición del año pasado, quien fue una Musetta ideal por color, agudos bien colocados, estilo y belleza tímbrica, en su gran escena del Café Momus estuvo pletórica y su empaste momentáneo con la voz de Buratto fue un puro goce sonoro. En medio de este poderío femenino se apagó algo la prestación del Marcello de Gabriel Bermúdez, de emisión cubierta y algo limitada, sin embargo buen actor y siempre musical. Grato y seguro el Schaunard del joven barítono aragonés Isaac Galán, voz siempre presente, fue uno de los pilares fundamentales en los momentos de conjunto, tanto en la primera escena como en el cuadro de Momus o en el último acto, aportando calidad y bis escénica. Otro nombre a seguir es el del joven bajo argentino Fernando Radó, quien cantó su aria con seguridad y aplomo, al que solo falta continuar con la maduración de un instrumento de bello color y grandes posibilidades pues la presencia escénica y técnica le avalan un gran futuro. Mención para el doble papel de Fernando Latorre como caricaturesco Benoit y esperpéntico Alcindoro.
Mejoró el trabajo puntilloso desde el podio del maestro Marc Piollet, quien intenta más que consigue, analizar la fantástica música, con búsqueda de sonidos impresionistas y evocadores pero pagando el precio de una falta de lectura dramática que lastra el resultado general en mejores intenciones que logros. Y también al buen trabajo del coro, sobretodo el femenino, a las órdenes de Conxita García así como el siempre excelente Cor Vivaldi Petits Cantors de Catalunya bajo la tutela de su director Oscar Boada.
* La representción está disponible en vídeo en este enlace