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Elegía y abandono

Madrid. 15/03/2021. Auditorio Nacional. Ibermúsica. Obras de Berg, Gershwin, Jrennikov y Chopin. Evgeny Kissin, piano.

La pandemia va a dejar tras de sí un insoportable reguero de víctimas. Por descontado las más dolorosas e irremplazables serán las pérdidas humanas, pero el desastre afectará también -afecta ya, de hecho- a nuestras estructuras e instituciones, muchas de ellas heridas indefectiblemente y para largo tiempo. La cultura, siempre tan débil, siempre tan fugaz, corre hoy más peligro que nunca. Inviables las giras internacionales de las grandes orquestas, Ibermúsica, el ciclo decano en nuestro país, mucho más que un ciclo en realidad gracias a Alfonso Aijón, llevaba meses y meses sin retomar su programación tras la irrupción del coronavirus. Por eso es tan importante que el ciclo haya reanudado por fin su actividad. Lo hizo el pasado lunes con un extraordinario recital del pianista ruso Evgeny Kissin, saludado con cariño y efusividad por los abonados de Ibermúsica -más de veinte veces ha visitado Kissin el ciclo, la primera en 1988-, que le despidieron puestos en pie, bien colmados por su arte y por la generosidad de sus cuatro propinas ('Lieder ohne Worte' de Mendelssohn, una pieza de Jrennikov, el Estudio op. 25 num 12 de Chopin y el 'Claro de luna' de la Suite bergamasca de Debussy).

El recital presentaba un programa inusual y precisamente por ello tanto más bienvenido, con piezas de Berg, Gershwin, Jrennikov y Chopin. Un sugestivo y sugerente paseo por dos dos siglos de creación pianística, con una versatilidad de estilos abrumadora. A estas alturas Kissin no juega al virtuosismo, no lo necesita. Pero sí que juega, juega a entregarse, a dejarse llevar, a epatar sin caer en el exhibicionismo. Se diría que Kissin cree en las atmósferas, en esa conexión genuina y hoy tan añorada entre público y artistas que supone el concierto. Crear emociones, en suma, proponerlas, arriesgar.

Y así, desde el reto de la Sonata para piano op. 1 de Alban Berg, a buen seguro una pieza 'dura' para oyentes menos avezados, pasamos al no menor reto de escuchar el estreno en España de las Cinco piezas para piano op. 2 de Tijon Jrénnikov, compositor ruso fallecido en 2007 y cuya obra es todavía apenas conocida en nuestro país, a pesar de su probado predicamento en Rusia, a resultas de su labor como secreatrio de la Univión de Compositores Soviéticos, en tiempos de la URSS. Tanto las páginas de Berg como las piezas de Jrénnikov se mostraron con una luminosidad y una transparencia realmente raras, con una capacidad espléndida para traducir y explicar esta música.

Inaudito el dominio del swing que manifestó el pianista ruso con los Tres preludios de George Gershwin. Apabullante, arrollador, hipnótico en suma. El concierto se cerró con un bloque íntegramente dedicado a piezas de Frédéric Chopin, en concreto: Nocturno núm. 1 en Si Mayor, op.62; Impromptus núms. 1, 2 y 3; Polonesa núm. 6 en La bemol Mayor, op.53. No quedó otra opción, para el oyente, que dejarse llevar por el abandono poético, por el puro deleite, entre lo épico y lo elegíaco. Clase, elegancia, un sonido excelso, exquisito, de primorosa factura, vaporoso cuando debía serlo, vibrante cuando correspondía, y siempre con una fluidez que roza lo inefable. En suma, un recital mayúsculo, de principio a fin. Kissin en estado de gracia.

 
Foto: © Rafa Martín (Evgeny Kissin en Ibermúsica, en 2020)