Hymel Peralada

Con la miel en los labios

Peralada. 05/08/2016. Festival de Peralada. Bryan Hymel (tenor), Irini Kyriakidou (soprano), Julius Drake (piano). Obras de Vaughan Williams, Berlioz, Gounod, Mascagni, Dvorák y Bizet.

Tan importante o más que los propios solistas, en un recital es clave el buen diseño del programa. Grandes voces con programas desiguales dejan un sabor de boca agridulce. Bryan Hymel (Nueva Orleans, 1979) es sin la menor duda una de las voces del momento, uno de los tenores con más proyección de nuestros días. La primera vez que le escuché fue en Londres, hace ya cuatro años. Estaba previsto que Jonas Kaufmann debutase con el Enée de Les Troyens y en su lugar saltó Bryan Hymel como recambio. Realmente fue una sorpresa encontrar a casi un desconocido resolviendo con insultante facilidad una parte tan exigente. Desde entonces le he escuchado también interpretar el Arnold de Guillaume Tell en Múnich y la parte Faust en La damnation de Berlioz, en Donostia. Estamos ante una voz bien timbrada, homogénea y brillante, de emisor limpia, con un punto spinto y dotada de un genuino squillo. Hymel se ha convertido por méritos propios en una de las pocas opciones para interpretar obras tan exigentes como el Guillaume Tell de Rossin o Las vísperas sicilianas de Verdi, que sin embargo estuvieron ausentes del programa de este recital.  

Para este recital de Peralada, su debut en la plaza, Hymel escogió comenzar con un interesante ciclo de canciones de Vaughan Williams, Cuatro himnos para tenor compuesto en 1920. Quedó ahí ya patente una cobertura impecable del sonido, una adecuación exquisita al estilo y una singular facilidad para el agudo. Para la segunda parte había reservado tres arias de ópera donde enseñó ya todas sus cartas: exquisito “Ah! Léve-toi, soleil!” del Roméo et Juliette de Gounod; entregado y emotivo “Mamma, quel vino è generoso” de Cavalleria rusticana, derrochando sus imponentes medios; y sentido y hermoso fraseo para “La fleur que tu m´avais jetée” de Carmen. Una muestra, en fin, de un repertorio amplio, pues ciertamente Hymel no se ha especializado en demasía, abarcando al mismo tiempo partes belcantistas (Rossini, Donizetti), abundante repertorio francés (Meyerbeer, Berlioz, Gounod, Berlioz) y por supuesto autores italianos (Verdi, Puccini), amen de alguna otra rareza como el príncipe de la Rusalka de Dvorak. En este sentido, una cita importante aparece ya marcada en su calendario para la temporada que viene: su debut como Don Carlo en Londres, en mayo de 2017.

Voz de menos relieve, la soprano griega Irini Kyriakidou -a la sazon esposa del propio Hymel- se hizo un hueco en el programa de este concierto para interpretar Les nuits d´été de Berlioz, el aria principal de la Rusalka de Dvorak y el dúo de Micaëla y Don José en la Carmen de Bizet. Sin duda Kyriakidou canta bonito, fácil y limpio, aunque con un arte menos singular. Su elegante contribución al concierto quedó por lo general en un segundo plano.

La presencia de Julius Drake al piano fue todo un lujo de principio a fin de la velada. Su exquisito acompañamiento elevó la valía del concierto varios enteros (impresionante el relieve que supo dar a ciclo de Berlioz, tantas veces escuchado con orquesta). El concierto se cerró con tres propinas, dos de ellas de corte más popular ("O mio babbino caro" y "Nessun dorma") y una mucho más interesante, el “Ne pouvant réprimer les elans de la foi”, de Jean en el Hérodiade de Massenet, una de las piezas que componen su disco de   2015 para Warner, Héroique, dedicado precisamente al repertorio francés para tenor heroico. Fue una muestra magistral del mejor arte de Bryan Hymel, que se mueve como pez en el agua en ese singular terreno para una voz lírica de tintes heroicos. Nos dejó no obstante con la miel en los labios; ojalá todo el concierto hubiera girado en torno a este repertorio que tan bien domina y con el que ciertamente consiguió epatar al público asistente.