Nozze Scala21 a 

Le nozze di Susanna

Milán. 26/06/21. Teatro alla Scala. Mozart: Le nozze di Figaro. Simon Keenlyside (Il Conte). Julia Kleiter (La Contessa). Rosa Feola (Susanna). Luca Micheletti (Figaro). Svetlina Stoyanova (Cherubino). Anna-Doris Capitelli (Marcellina). Andrea Concetti (Bartolo). Matteo Falcier (Don Basilio). Paolo Nevi (Don Curzio). Caterina Sala (Barbarina). Orquesta y Coro Teatro alla Scala. Giorgio Strehler, dirección de escena. Daniel Harding, dirección musical.

“Perch'io son la Susanna, e tu sei pazzo” Eso le espeta Susanna ya al comienzo del primer acto a su caro Fígaro y lo cierto es que Susanna es, sin duda, el rol con mayúsculas dentro del universo mozartiano que suponen estas bodas. Una creación magistral del genio de Salzburgo que incluye, aisladas por un mar de recitativos, algunas de las más bellas arias no sólo de Mozart, sino de toda la historia de la ópera.

Dicho esto, y a riesgo de ser condenado por los más puristas, debe decirse también que pese a todos esfuerzos de Mozart por trasgredir e innovar, para el público contemporáneo, el alemán aún puede encontrarse algo lastrado por haber nacido en un momento donde las posibilidades teatrales y los convencionalismos no le permitieron alcanzar cotas aún mayores de genialidad artística. Prueba de ello podrían ser estas Bodas, donde la extensión de la partitura demanda a partir de su tercer acto un estoicismo prácticamente wagneriano para quien la escucha estático desde el patio de butacas. 

Así las cosas, y retomando el comentario inicial sobre el peso y el arrojo de Susanna en la obra, puede afirmarse que la de Rosa Feola el pasado 26 de junio sobre la tablas de la Scala de Milán fue realmente ejemplar. De esto modo fue Feola, sin duda, perfectamente capaz de reproducir el espíritu del personaje, siempre vital y decidido, al que respaldó también desde una vocalidad realmente admirable, marcada por unos medios de importancia que maneja de forma más que solvente, lo que le permite elegir cuidadosamente, y con gran gusto, donde desplegar más la voz cuando así lo demanda la partitura o, por el contrario, cuando hacer gala de una entrega más compacta pero igualmente atractiva. Es por ello que la soprano nos legó una noche realmente memorable a cargo de un rol nada fácil, cuya infinidad de intervenciones fue superando con aparente facilidad, realmente meritoria.

El Cherubino de Svetlina Stoyanova, por su parte, se demostró igualmente a la altura haciendo frente a un rol que requeire siempre de ese punto de picardía y saber hacer sobre las tablas para que no pase indiferente al público. Capaz de esto se demostró Stoyanova desde su famoso “Non so più cosa son, cosa faccio” del primer acto donde hizo gala de unos medios solventes aunque si bien no tan descollantes.

El rol de la condesa recayó en Julia Kleiter, quien supo aprovechar su famosa aria “Dove sono i bei momenti” para después sellar un precioso y empastado dueto en la Canzonetta sull'aria junto a la Susanna de Rosa Feola. Cerrando el elenco femenino gustaron asimismo la Marcellina de Anna-Doris Capitelli y la Barbarina de Caterina Sala. La primera se desenvolvió de forma más que solvente en las agilidades de la que es quizás una de las arias más complejas y menos agradecidas de la obra: “Il capro e la capretta” y por su parte, Caterina Sala hizo presumió de unos medios realmente privilegiados para su edad y que, sin lugar a duda, darán que hablar en sus futuros compromisos.

Nozze Scala21 b

Resultó quizás un poco decepcionante el Conde de Simon Keenlyside, que no pareció llegar a mostrarse realmente cómodo en ningún momento de la noche, limitándose más a resolver la partitura que a sorprender sobre ella. Del Fígaro de Luca Micheletti, por su parte, gustó más el primer acto, donde se mostró fresco y enérgico que los sucesivos, donde al igual que en el caso de Keenlyside se echó en falta algo más de empuje, mayormente vocal, para afrontar el rol de la mejor forma.

Desde el foso, la orquesta titular del teatro fue dirigida por Daniel Harding, quién en todo momento hizo gala de un gran cuidado de los cantantes aunque también de unos tempi realmente contemplativos y que por momentos pudieron llegar a hacerse incluso un punto tediosos. Por lo demás, la Orquesta del Teatro de la Scala es, como no podía ser de otra forma, poseedora de un sonido compacto y preciso que no es sino garantía de calidad para afrontar cualquier título operístico que se proponga. 

Redondeó la noche la magnífica puesta en escena, ya histórica, de Giorgio Strehler, que nos muestra sobre el escenario unas bodas realmente cercanas a las que pudo concebir el propio da Ponte en el libreto y tradas sin duda con gran gusto en los vestuarios, decorados e iluminación. Una lástima, sin duda, que en muchas ocasiones haya que acudir a teatros como la Scala para poder disfrutar de producciones así que, con demasiada frecuencia, no son del gusto de otros teatros más pequeños.

Fotos: © Teatro alla Scala