© Quincena Musical
El asombro y la épica
San Sebastián. 28-29/08/2025. Kursaal. Quincena Musical. Obras de Pärt, Mendelssohn, Sibelius, Mendelssohn y Brahms. Isabelle Faust, violín. Christian Gerhaher, barítono. Julia Kleiter, soprano. Orfeón Donostiarra. Gewandhausorchester. Andris Nelsons, dirección musical.
Se habla mucho, y con razón, de las virtudes de las grandes orquestas filarmónicas de Viena y Berlín. Pero a menudo somos algo injustos con el potencial e historia de otras formaciones, como la Gewandhausorchester o la Orquesta del Concertgebouw, que nada tienen que envidiar a aquellas y ofreciendo a menudo un sonido más propio y distinguible.
Digo esto porque para su debut en la Quincena Musical de San Sebastián la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig se presentó con todos sus avales: una cuerda espléndida, de aliento amplio y afinación pasmosa, de ataques irreprochables; unas maderas virtuosas, sumamente expresivas; y un metal cálido y contundente, infalible.
Desde hace ya ocho años el letón Andris Nelsons (Riga, 1978) lidera la formación con pulso firme pero sereno. Como ya conté en estas mismas páginas hace unos meses, en ocasión del festival dedicado a honrar el 50 aniversario del fallecimiento de Shostakovich, el conjunto de Leipzig y la batuta de Nelsons se entienden con una sintonía tan evidente como natural.
El primero de los conciertos discurrió a través de obras de Antonín Dvorák -su Concierto para violín, con Isabelle Faust- y Jean Sibelius -su Sinfonía no. 2-. La segunda velada, en cambio, presentaba un programa típicamente ligado a la propia historia de la Gewandhaus, con obras de Mendelssohn (Sinfonía no. 5) y Brahms (Requiem alemán) en cartel.

Sustituyendo a su colega Hilary Hahn, la violinista alemana Isabelle Faust (Esslingen, 1972) fue la encargada de desgranar el intrincado Concierto para violín de Antonín Dvorák, una pieza que el compositor checho concibió pensando en el célebre Joseph Joachim, quien puso no obstante muchos inconvenientes a la partitura, hasta el punto de ser el checo Frantisek Ondrícek quien estrenase finalmente la obra en 1883.
Ciertamente estamos ante un concierto muy peculiar, personalísimo en su concepción y desarrollo, pero lleno de brillantez e inspiración, cuajado de talento y ciertamente muy exigente en el plano técnico. Isabelle Faust asombró con una ejecución aseadísima, límpida y gracil, de un lirismo comunicativo y de un virtuosismo desacomplejado. Aunque tuvo consigo la partitura en el escenario, Faust mostró un dominio innegable de la pieza, especialmente en los pasajes más bellos y contemplativos del segundo movimento y en la vibrante resolución del tercero.

En su segunda parte el concierto prosiguió con la ya citada Sinfonía no. 2 de Jean Sibelius, en una versión muy personal por parte de Andris Nelsons. Y es que el maestro letón optó por una visión meditada y contenida, subrayando cada detalle de la orquestación del compositor finlandés, sin ese punto vigoroso y relampagueante que otras batutas imprimen a esta partitura. Nelsons se tomó su tiempo para paladear la partitura, especialment en el Andante, desentrañado la solidez arquitectónica de la pieza. Esa misma visión pausada y estructural la imprimó Nelsons también a la resolución del final de la sinfonía, con ese incofundible tema de aliento arrebatador y de resonancias épicas. Una versión apabullante por parte de la formación de Leipzig, que exhibió una paleta de colores realmente asombrosa.
El concierto, por cierto, se había abierto con una obra de Arvo Pärt que originalmente no constaba en el programa de esta gira. Se trataba del estremecedor Canto en memoria de Benjamin Britten, una pieza breve pero sumamente intensa, bellísima en su exposición y donde la cuerda de la Gewandhausorchester volvió a hacer gala de su extraordinario desempeño. La pieza fue un homenaje al citado Arvo Pärt, quien precisamente cumplirá 90 años el próximo 11 de septiembre.

El segundo de estos dos conciertos con la Gewandhausorchester en San Sebastián, poniendo el broche a una nueva edición de la Quincena Musical, comenzó con una versión algo aletargada de la Sinfonía no. 5 de Mendelssohn. La indudable afinidad de la orquesta de Leipzig con la obra se vio confrontada con el enfoque de Nelsons, algo parco en dinamismo y de sonoridad algo más contundente de lo debido. En cualquier caso, tanto la cuerda como las maderas de la formación de la Gewandhaus se ajustaron como un guante a la expresividad que persigue la partitura de Mendelssohn, como ese célebre 'Amen de Dresde' expuesto con luminosa contención en el primer movimiento.

El plato fuerte de este programa vino después de la pausa, con el Requiem alemán de Brahms, una obra que Nelsons y su orquesta de Leipzig ya interpretaron hace dos años en Salzburgo, también entonces con las voces de Christian Gerhaher y Julia Kleiter. La novedad aquí era la incorporación del Orfeón Donostiarra, preparado en esta ocasión por Esteban Urzelai. El conjunto coral donostiarra hizo un buen trabajo y mostró sus mejores credenciales. Especialmente afortunadas sonaron aquí las voces masculinas, con una sección de tenores de bellamente timbrada y con unas voces graves muy solventes. La sección más aguda de las voces femeninas, en cambio, tendió a sonar más agria en el tercio agudo y un tanto aniñada, tímbricamente hablando, en algunas intervenciones más expuestas.
La dirección de Andris Nelsons fue también aquí algo pesante, como buscando desentrañar hasta el último detalle de la obra, ahondando en unos tiempos pausados, recreándose a fondo en el fraseo. Hubo instantes de una teatralidad fastuosa y muy bien entendida, como el imponente 'Denn alles Fleisch, es ist wie Gras', donde seguramente el Orfeón Donostiarra dio lo mejor de sí.

En el caso de las voces solistas, impresionó Christian Gerhaher con la expresividad otorgada a cada palabra, con el acento justo, la intensidad debida y ese timbre tan reconocible. Tanto en 'Herr, lehre doch mich' como en 'Siehe, ich sage euch ein Geheimnis' logró Gerhaher estremecer con esa alternancia tan bien domeñada, en su caso, entre la contención vocal y el vigor expresivo.
No se quedó atrás, ni mucho menos, la soprano Julia Kleiter, resolviendo una vez más la intrincada línea vocal de su parte con pasmosa facilidad, adornada además con una elegancia y una compostura al alcance de pocas intérpretes.
En suma, dos conciertos de muchísimo nivel que sirvieron de excelente broche a la Quincena Musical de San Sebastián y que ayer y hoy hacen lo propio en el Festival Internacional de Santander.