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Cerrando los ojos

Aix-en-Provence. 10/07/2021. Grand Théâtre de Provence. Wagner. Tristan und Isolde. Stuart Skelton (Tristan), Nina Stemme (Isolde), Franz-Josef Selig (rey Marke), Josef Wagner (Kurwenal), Jamie Barton (Brangäne). Dirección de escena: Simon Stone. Dirección musical: Simon Rattle.

El pasado día 10 de julio, en el tercer acto de la representación de la nueva proucción de Tristan und Isolde de Richard Wagner en Festival de Aix-en-Provence, hubo momentos en que tuve que cerrar los ojos. Y no era ni por el cansancio ni por concentrarme en el maravilloso sonido de la obra y su excepcional ejecución. Simplemente era por no marearme. Porque el director de escena, Simon Stone, que nos había admirado el día anterior por su trabajo en Innocence de Kaija Saariaho, decidió que la agonía de Tristán, todo el desarrollo de ese tercer acto, sería en un vagón de metro. El vagón estaba parado, menos mal, pero por las ventanillas se proyectaban las imágenes que vería cualquier viajero en una línea de metro imaginaria: túneles, bosques, el mar…. todo a una velocidad considerable lo que provocaba, a gente que es propensa al mareo como es mi caso, cerrar los ojos. 

Comprendo que hoy en día es mucho más fácil enfrentarse a un estreno mundial, donde nada está contado, donde todo es nuevo para el espectador, que dejar huella con tu trabajo escénico en ese monumento musical que es Tristán e Isolda. Y claro, el fallo en el que caen muchos directores es en querer dejar su sello especial, algo que les distinga de las otras veinte (por decir un número) producciones que circulan por los teatros o que están en la memoria de un aficionado a Wagner. Y eso es muy difícil, porque casi todo está dicho sobre esta obra, que ha sido analizada desde todas las vertientes posibles e imaginables.

Comprendo el esfuerzo de Stone, y hasta admito que su planteamiento inicial es acertado. El director australiano nos plantea que los protagonistas de la obra son un matrimonio burgués de los tantos que hay. En el preludio (donde la acción del escenario a veces molesta con ciertos ruidos —pasos, rasgado de papeles—) se presenta al matrimonio en una fiesta de cumpleaños donde participan todos los que luego serán personajes de la ópera y ahora son su grupo de amigos. Allí Isolda descubre que su marido le es infiel con una joven, y cuando éste marcha, ella se va a la cama y sueña… Sueña con la historia de Tristan und Isolde: en el primer acto situado en el apartamento (pero sustituidas las proyecciones del fondo de una ciudad por la olas del mar y posteriormente del puerto de Cornualles —excelente el trabajo videográfico de Luke Halls, y también destacable la escenografía de Ralph Myers—); en el segundo en el que se supone que es su lugar de trabajo (Tristán llega tarde después de una noche de infidelidades y el rey Marke es el jefe de la oficina) y donde el sueño en la gran escena de amor Stone lo convierte, a través de  la aparición de parejas de distintas edades que representan a la pareja en distintas de su vida acabando con un Tristán en silla de ruedas y con bombona de oxígeno empujado por su fiel Isolda.

Finalmente, como ya he comentado más arriba, la pareja está sentada en el metro, vestidos de fiesta, acompañados de su amigo Melot, hasta que un apagón momentáneo hace que Isolda vuelva a sus ensoñaciones. Menos mal que después de cantar el 'Liebestod', como lo más normal del mundo, le devuelva el móvil a su marido que le había cogido para espiar sus mensajes de WhatsApp y se largue con el joven Melot en la estación de Hôtel de Ville (hemos recorrido la línea 11 del Metro de París de punta a punta). Fin de la obra.

Tristan Aix21 b

Afortunadamente, en el plano musical la función fue un extraordinario éxito. Tanto en el plano vocal como en el orquestal la excelencia brilló en todo momento. El mayor mérito para mi lo tiene la magistral dirección de Simon Rattle, que nos brindó una versión llena de contrastes, sutilísima, transparente, milimétrica y hermosa; impetuosa en el primer acto, tremendamente romántica en el segundo (manteniendo la tensión en todo momento en el monólogo del rey Marke, tocado con un ritmo lento y concentrado) y absolutamente dramática en el tercero, el gran acto de Tristán y de esa maravilla para soprano dramática que es el 'Liebestod'. Un gran maestro. Y una inmensa orquesta, la suya, la Sinfónica de Londres, de una sonoridad ampulosa cuando era necesario y sutil cuando la exigía la batuta, sin fallos en ningún momento, con una cuerda espectacular y con un corno inglés, Maxwell Spiers, que tocó de maravilla en el escenario, caracterizado como si fuera un músico ambulante en nuestro querido vagón de metro. 

Nina Stemme es, hoy por hoy, la Isolda de referencia en el mundo wagneriano. Tanto por su estilo canónico, su voz de la intensidad dramática exigida por el papel, ha ganado grosor y consistencia con el tiempo, siendo, de lejos, la cantante con más proyección y volumen de los que participaron en la función. Sus agudos siguen siendo seguros y su presencia escénica apabullante. Una cantante excepcional.

Stuart Skelton va ganando seguridad con el paso del tiempo y se afianza como uno de los mejores Tristanes que se pueden escuchar en la actualidad. Si para él el primer acto no es muy exigente, la escritura de Wagner ya le pide más en el segundo, donde como Stemme estuvo espléndido en el dúo de amor bajo la magnífica dirección de Rattle que ya se ha comentado. Pero es en el tercero donde tiene que darlo todo, donde Wagner pide dramatismo y un canto de terrible dificultad. Skelton salió indemne del envite, con unos agudos perfectamente marcados y un trabajo actoral de primera categoría remarcado con ese timbre tan apropiado que el australiano tiene para Tristan. Magnífico.

Ambos protagonistas estuvieron muy bien acompañados. Excelente la Brangäne de Jamie Barton, con una auténtica voz de mezzo, profunda y bien proyectada que brilló no sólo en los famosos avisos sino, sobre todo, en el primer acto. Pletórico de fuerzas y de potencia vocal el Kurwenal de Josef Wagner magnífico como actor y cantante en el tercer acto. Franz-Josef Selig es un curtido cantante que resolvió con elegancia y buen hacer su intervención en el segundo acto. Buen nivel del Melot de Dominic Sedwick y de Ivan Thirion como pastor. La sección masculina del Coro de cámara de la Filarmónica de Estonia estuvo muy correcta en sus intervenciones del primer acto. Y bellísima la intervención de Linard Vrielink al principio de la obra, como joven marinero, la ocasión de más calidad vocal que he conocido al comienzo de ese monumento al amor y a la ópera que es Tristan und Isolde.

Foto: © Jean-Louis Fernandez