Orpheus Telemann Jacobs 

Estreno en los Países Bajos 

Amsterdam. 23/10/2021. Concertgebouw. Telemann: Orpheus.  Krešimir Strazanac (Orfeo). Kateryna Kasper (Orasia). Mirella Hagen (Euridice). David Fincher (Eurimedes). Salome Haller (Ismene/Priesterin). Gunta Smirnova (Cephisa). Christian Immler (Pluto). Benno Schachtner (Ascalax). B’Rock Orchestra. René Jacobs, director musical.

Telemann compuso su Orpheus para Hamburgo y su famosa Ópera Gansemarkt de la que el propio Telemann fue Director Musical. Asombra comprobar que el compositor era además responsable de cinco grandes iglesias de la ciudad aparte de importantes contribuciones en los campos de la edición musical, la educación, y la teoría. Empresa de carácter privado, la Opera de Gansemarkt se inauguró en 1678 y fue el primer teatro europeo público de Europa fuera de Venecia. Se habla de una capacidad de 2000 asientos lo que le convertía en uno de los más grandes de Europa, con un escenario además sin precedentes de 24 metros de profundidad. El promedio era de entre ocho y diez títulos nuevos por temporada, dos de los cuales eran generalmente nuevos. Telemann solía interpretar obras de ilustres colegas como Haendel y Keizer y él mismo compuso veinticuatro óperas nuevas para su teatro. 

Orpheus, o la maravillosa constancia del amor” se estrenó en 1726; dos años más tarde fue revivida en Karlsruhe, y en 1736 se volvió a ofrecer, una vez más, en Hamburgo, esta vez con ajustes, y un nuevo título en el que el amor constante de Orfeo era suplantado por Amor vengativo, o Orasia la reina viuda de Tracia.El libreto original era de un francés, Michel du Boullay, y el propio Telemann adoptó el texto al gusto de Hamburgo. Se añaden los personajes con carácter tragicómico de Cephisa y Eurimides, y, sobretodo, el personaje de Orasia, que como reina viuda de Tracia, ocupa una posición clave en el drama, primero como asesina de Eurídice, de cuyo amor por Orfeo está celosa, y luego del propio Orfeo. Tan importante es el personaje, que incluso diría que se convierte en la verdadera protagonista de la ópera. Celosa, vengativa, inestable…como si de una Vitelia de La Clemenza di Tito Mozartiana se tratase, Orasia es de esos personajes bombón que manejan la trama, la desestabilizan, hacen, y deshacen.

La ópera tiene una curiosa mezcla de idiomas con partes, además de en alemán, en francés e italiano, consiguiéndose un cruce inusual de “tragédie lyrique” francesa y ópera seria italiana. Telemann, como autor mismo del libreto, toma prestados textos de arias italianas y francesas, aunque con algunos ajustes. Un libreto tan trilingüe fue una gran oportunidad para que Telemann mostrara su virtuoso multilingüismo musical. La furia de Orasia en el primer acto, por ejemplo, en su aria “Su, mio core à la vendetta” donde el personaje lanza toda su bravuconería vocal furiosa, es mostrada con una mezcla de aria di bravura y aria di tempesta típicamente italiana. El coro de las ninfas “Naimos que la liberté” nos lleva a Versalles, y algunos momentos del protagonista Orfeo, podrían haberse escapado de uno de los muchos oratorios y cantatas de pasión alemana que Telemann escribió en Hamburgo. Este estilo “mixto” conservando el carácter estilístico de cada país, del que Telemann era un ferviente creyente, es un rasgo absolutamente distintivo de la ópera. Las arias italianas tienden a ser piezas virtuosas da capo, y las francesas ofrecen pruebas de la asimilación del aire de cour por parte del compositor. 

El melodismo y armonía son muy directos en muchas de sus partes, no es el siempre elegante y trascendente universo Haendeliano, aunque Telemann también tenga muchos momentos de retorcida inspiración, usando palabras clave en el drama para rozar disonancias tanto armónicas como interválicas. La instrumentación es muy rica, variada, y policromada; extremada con distintos instrumentos de percusión, y sin quedarme muy claro cuando y cuales son prescritos en la partitura o son añadido del propio Jacobs. 

Es muy interesante también la diferenciación de personajes musicalmente hablando. Orfeo es presentado al principio con ritmos de 6/8 a modo casi de siciliana, como queriendo caracterizarlo de aire popular y campesino, para después, tras la muerte de Euridice, convertirse en un canto más “oratorial” declamado y trascendente. La inestabilidad de Orasia se refleja de manera magistral, y su última y asimétrica escena es todo un ejemplo: empieza con un tenso y esquinado recitativo acompagnato, para seguir con la bellísima, desnuda y lamentosa aria “Helas, quels soupir” para, a continuación, acabar con otro recitativo que combina dramáticas y fulgurantes notas rápidas que dan paso a lúgubres pedales armónicos del bajo continuo 

Rene Jacobs ha creído en esta ópera desde que se redescubrió allá a finales de los años setenta. Ha sido uno de los encargados de completar las partes que faltaban de la partitura con otras obras de Telemann (como la obertura, reemplazada aquí por una que pertenece a la “suite orquestal en fa mayor”). Desde esta típica obertura tripartita “francesa” alla breve, Jacobs se involucra y consigue plasmar todo el abigarrado fresco de la partitura con convicción y verdadero conocimiento muy ayudado por la excelente B’Rock Orchestra. El bagaje del director con la obra ya se remonta a producciones en Innsbruck y Berlin y a una estupenda grabación comercial para el sello Harmonía Mundi, y todo ese background se nota. 

La ópera se ofrece en versión de concierto pero con la suficiente escenificación e implicación actoral de todo el elenco. Hay un trabajo y una ilusión colectiva encomiable que hace que todos crean a pies juntillas en lo que hacen. El barítono croata Kresimir Strazanac con su bella y noble voz, redonda y timbrada, aunque no libre de engolamientos, otorgó una humanidad y trascendencia que van muy bien al personaje de Orfeo sobretodo en la segunda parte. Y la soprano Kateryna Kasper con una emisión no del todo canónica y un comienzo un tanto irregular, se fue afianzando, y fue pisando fuerte y con carácter con el complicado rol de la malvada Orasia. Acentuación intencionada, seguridad, personalidad, y un evidente magnetismo, hicieron que acabara siendo la cantante más aplaudida de la noche. Bien la Euridice de Mirella Hagen con su limpio y fino timbre de soubrette en su breve acometido, y suficientes el resto del reparto, destacando el Pluto de Christian Immler, que sacó suficiente partido de la magnífica música que Telemann compuso para el personaje. 

Opera a redescubrir, de un compositor menos valorado e interpretado de lo que se merece, y en bastante buenas condiciones interpretativas. Próximo día 30 en el Liceu de Barcelona, ¡atentos!

Foto: © B´Rock Orchestra